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Caprichos ⊛ Aprendió que no todo lo que uno quiere tiene que obtenerlo, que hay que hacer méritos para alcanzar los deseos.

Por Francisco Javier Arias Burgos. Historias cortas.

Quien no ha visto alguna vez a un niño o niña ejercer presión sobre sus padres para que le compren alguna cosa haciendo algún berrinche que no saben cómo controlar. Caprichos es la historia de Daniela, una niña que aprendió que existen formas más amables y pacíficas de conseguir sus deseos, y que no siempre se puede tener todo lo que uno quiere. Es un cuento corto del escritor colombiano Francisco Javier Arias Burgos. ¿De qué forma aprendió Daniela y se convirtió en una niña feliz?

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Caprichos

Daniela descubrió el poder de los berrinches una vez que estaba con sus padres en el centro comercial cercano a su casa. Vio un oso de peluche que le encantó por su color y por su enorme tamaño, y les pidió que se lo compraran, a pesar de que en su cuarto ya casi no cabían los que le habían regalado antes.

Caprichos - Cuento sobre los berrinches
Foto de Chris Lover

Daniela, ya tienes como quince más bonitos que este -le dijo su papá.

¿Y dónde vas a poner un oso tan grande? -le preguntó la mamá.

La niña no dijo nada. Los miró enojada y comenzó a llorar a moco tendido, gritando como loca y revolcándose en el suelo. Sus padres trataron de calmarla, pero no valieron ni caricias ni regaños. Los empleados del almacén y los clientes que estaban comprando algo la miraban sorprendidos y asustados porque pensaban que algo grave le pasaba a Daniela.

Malos, malos -gritaba la niña en medio de su pataleta. Señalaba el oso y daba patadas contra las vitrinas, se jalaba el cabello, lloraba y gritaba cada vez más fuerte.

Era la primera vez que esto pasaba y por eso ni Diego ni Juliana, sus papás, supieron qué hacer en ese momento. Se miraban extrañados y de verdad sentían vergüenza por el espectáculo tan triste que su única hija estaba dando en el local. ¿Cómo era posible que una niña tan dulce se transformara de un momento a otro de esa manera?

Siempre le habían dado gusto en todo, la querían con toda el alma, procuraban que fuera una niña feliz. No podían reprocharse nada, eran los padres perfectos para cualquier niño.

Una de las empleadas del almacén trató de calmarla con un dulce. Daniela lo recibió y, de manera brusca y grosera, lo tiró al suelo y lo pisoteó con rabia. Seguía llorando a voz en cuello y se aferraba al oso de peluche sin soltarlo.

Los clientes abandonaron el almacén, cansados de ese escándalo. Los dejaron solos y lanzaban miradas de reproche tanto para la niña como para sus papás.

No paró su show hasta que Diego, sin mediar palabra, pasó su tarjeta por el datáfono y le compró el juguete, que la niña recibió con un abrazo.

Fue el principio de un infierno que empezaron a vivir cada vez que a Daniela se antojaba de algo. Fuera en un parque o en la casa, en un centro comercial o en la calle, la niña obtenía lo que quisiera con solo hacerles una rabieta escandalosa.

Sus amigos, que al principio tomaban el asunto de las pataletas de Daniela con buen humor, fueron sintiéndose fastidiados después de que se repitieran una y otra vez. Empezaron a distanciar sus visitas y sus invitaciones porque no querían sufrir los escándalos que la niña hacía cada vez que quería algo. Temían por sus niños, les parecía muy mal ejemplo para ellos.

La relación entre Diego y Juliana empezó a tensionarse. Él tenía que trabajar todo el día y el tiempo que le dedicaba a su amada hija era apenas suficiente para mostrarle el amor que le tenía, y que parecía no bastar. Ella, como ama de casa, era la que debía encargarse de la crianza porque le quedaba más tiempo. Ambos sentían un amor inmenso por Daniela, de eso no hay duda. Pero algo estaba fallando.

Así que se dedicaron a buscar quien los ayudara a solucionar la situación.

Recurrieron a sus amigos, a un sacerdote, a los abuelos de la niña, a sus maestros. Todos les daban soluciones diferentes: algunos les sugerían ignorar las pataletas de Daniela, otros les decían que debían castigarla por su grosería, otros simplemente les decían que eso era pasajero, que tuvieran paciencia.

Ninguno de los consejos recibidos surtió efecto. Daniela se hacía cada vez más insoportable, cada vez más grosera e intratable. Poco a poco fue quedándose sola, sin amigos, triste. Su sonrisa había desaparecido, sus miradas eran vacías de emociones, ya no jugaba. A veces despertaba en medio de la noche y lloraba sin consuelo, sin pausa; rechazaba las caricias de sus padres y los trasnochaba.

Hasta que apareció Raquel.

Raquel, una niña un poco mayor que Daniela, le enseñó a su prima preferida que no todo lo que uno quiere tiene que obtenerlo, que hay límites para todo, que hay que hacer méritos para alcanzar los deseos.

Fue enseñándole con su ejemplo a ser mesurada, a disfrutar de los logros con el esfuerzo propio. Sin discursos ni discusiones estresantes, con mucho cariño y paciencia, Raquel alcanzó lo que nadie más había hecho: que Daniela entendiera que todo puede tenerse con amabilidad, que las necesidades son muy diferentes a los caprichos, que la grosería aleja a las personas.

Así fue como Daniela aprendió que una gota de miel es más poderosa que un barril de hiel. Ahora, para dicha de sus padres y de sus amigos, es una niña feliz.

Fin.

Caprichos es un cuento del escritor Francisco Javier Arias Burgos © Todos los derechos reservados.

Sobre Francisco Javier Arias Burgos

Francisco Javier Arias Burgos - Escritor

Francisco Javier Arias Burgos nació el 18 de junio de 1948 y vive en Medellín, cerca al parque del barrio Robledo, comuna siete. Es educador jubilado desde 2013 y le atrae escribir relatos sobre diversos temas.

“Desde que aprendí a leer me enamoré de la compañía de los libros. Me dediqué a escribir después de pensarlo mucho, por el respeto y admiración que les tengo a los escritores y al idioma. Las historias infantiles que he escrito son inspiradas por mi sobrina nieta Raquel, una estrella que espero nos alumbre por muchos años, aunque yo no alcance a verla por mucho tiempo más”.

Francisco ha participado en algunos concursos: “Echame un cuento”, del periódico Q’hubo, Medellín en 100 palabras, Alcaldía de Itagüí, EPM. Ha obtenido dos menciones de honor y un tercer puesto, “pero no ha sido mi culpa, ya que solo busco participar por el gusto de hacerlo”.

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