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Ser uno mismo ◁ No sé si estemos a tiempo de salvarlo de una adultez infeliz. ¿Cómo hacer que Miguel sea él y solo él?

Por Francisco Javier Arias Burgos. Cuentos sobre circunstancias de la vida.

Adéntrate en un relato conmovedor que explora los desafíos de la paternidad y el poder de la autenticidad en «Ser uno mismo«. En esta cautivadora historia corta, escrita por Francisco Javier Arias Burgos, somos testigos de la lucha de un padre, cuya desesperación y dudas lo llevan a buscar respuestas para su hijo, Miguel. Con una introducción que nos sumerge en el conflicto y la incertidumbre, nos invita a adentrarnos en un viaje lleno de preguntas y esperanzas.

Con un hijo dotado de múltiples habilidades y una sed insaciable de perfección, el padre se encuentra perplejo ante la actitud de Miki (así le dicen), quien renuncia a sus pasiones y talentos al no alcanzar la grandeza de los maestros consagrados. La búsqueda de soluciones lo lleva a consultar a amigos, psicólogos y sacerdotes, pero las respuestas parecen esquivas. A medida que Miguel crece, el padre se enfrenta a la posibilidad de una adultez infeliz para su hijo, y su corazón se desgarra en la búsqueda desesperada de una guía.

Al final, el lector podrá enviar algunas recomendaciones de qué hacer con este muy autocrítico adolescente ¿Podremos ayudar en algo a este padre desesperado?

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Ser uno mismo

Ser uno mismo No sé si estemos a tiempo de salvarlo de una adultez infeliz. ¿Cómo hacer que Miguel sea él y solo él?

No sé si algún lector se anime a decirme qué hacer con Miguel, mi hijo menor, que ya me tiene desesperado y dudando de mi calidad de buen papá. Les aseguro que Miguelito ha tenido en Clara y en mí a un par de padres ejemplares, cariñosos y dedicados, como lo pueden constatar si les preguntan a David y a Melanie, nuestros hijos mayores.

He consultado el asunto con amigos, con psicólogos, con sacerdotes, con los profesores de Miki, como le gusta que lo llamen. Nadie ha sabido darme la solución. El problema se agranda con el paso de los días y temo que no tenga un final feliz y que todos salgamos perdiendo. Esta posibilidad me entristece.

Miguelito tiene habilidades en muchos campos. No sé si sea un niño de inteligencia superior, pero puedo asegurarles que no se rinde ante ningún obstáculo. Cuando algo se le mete en la cabeza no para hasta lograr su objetivo. Creo que este es el problema.

Sus primeros cinco años transcurrieron de forma normal, sin alarmas. Aprendió a leer a los tres años y a tocar el piano a los cuatro. Se divertía dibujando seres extraños, inventaba historias inverosímiles, componía canciones infantiles y le gustaba modificar sus juguetes y darles un final distinto a los cuentos que yo le leía antes de irse a dormir.

Cuando cumplió los siete años, lo recuerdo muy bien, elogié un dibujo suyo que me gustó mucho.

Bah -dijo en voz baja, lo que me asombró un poco porque era la primera vez que lo escuchaba esa expresión.

– Dibujos los de Picasso, papi, -fue su respuesta a mi alabanza-. O los de Modigliani o El Greco. No vuelvo a dibujar nada si no soy mejor que ellos.

¿Cómo puede uno a tan corta edad tener una opinión tan tajante de la pintura?

El caso es que Miguel no volvió a pintar nada.

No me preocupé demasiado por lo sucedido y lo tomé como una pataleta infantil propia de su edad.

Sin embargo, como papá empecé a pensar en esa anécdota. No es usual que un niño, a tan temprana edad, tenga conceptos tan tajantes sobre la pintura. No, señor.

Lo siguiente fue la visita de mi madre, que poco venía a vernos por causa de la lejanía y de su avanzada edad. Miguel la recibió con algo de timidez porque no la veía mucho, es cierto, y porque mi madre inspiraba un respeto que para él era intimidante. Ella, sabedora de su capacidad de pianista, le pidió a Miguelito que le tocara algunas piezas.

¿Para qué, abuela?, -fue su respuesta-. Si quiere oír algo bello y bien tocado pídale al señor Chopin que le dedique un rato; yo apenas golpeo las teclas.

Así como no volvió a dibujar nada, tampoco volvió a tocar el piano, que pasó a ser casi un adorno y que al fin tuve que vender porque nadie más en la casa lo tocaba para nada.

Nuestro amado Miki renunció al fútbol, que jugaba muy bien, porque no era mejor que Pelé; no quiso ser actor, ni escritor, ni cantante, ni nada más, solo porque no era mejor que Sean Connery, ni Jorge Luis Borges ni Enrico Carusso.

Imploro la ayuda de usted, querido lector. No sé si estemos a tiempo de salvar a este hermoso niño de una adultez infeliz. ¿Cómo hacer que Miguel sea él y solo él?

A mis cincuenta años, edad en la que debería saber todas las respuestas como padre, me encuentro desorientado y confundido. Miguel tiene ahora catorce años. No quiero perderlo. Por favor, dígame qué hacer. Envía sus sugerencias a EnCuentos (N. del E.: puede utilizar la sección de comentarios), se lo suplico. Amo a mi hijo.

Fin.

Ser uno mismo es un breve cuento del escritor Francisco Javier Arias Burgos © Todos los derechos reservados.

Sobre Francisco Javier Arias Burgos

Francisco Javier Arias Burgos - Escritor

Francisco Javier Arias Burgos nació el 18 de junio de 1948 y vive en Medellín, cerca al parque del barrio Robledo, comuna siete. Es educador jubilado desde 2013 y le atrae escribir relatos sobre diversos temas.

“Desde que aprendí a leer me enamoré de la compañía de los libros. Me dediqué a escribir después de pensarlo mucho, por el respeto y admiración que les tengo a los escritores y al idioma. Las historias infantiles que he escrito son inspiradas por mi sobrina nieta Raquel, una estrella que espero nos alumbre por muchos años, aunque yo no alcance a verla por mucho tiempo más”.

Francisco ha participado en algunos concursos: “Echame un cuento”, del periódico Q’hubo, Medellín en 100 palabras, Alcaldía de Itagüí, EPM. Ha obtenido dos menciones de honor y un tercer puesto, “pero no ha sido mi culpa, ya que solo busco participar por el gusto de hacerlo”.

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