Por Liana Castello. Ilustración de Anna Burighel. Cuentos cortos y reflexiones sobre la demencia senil.
Cuando no me recuerde y ¿Dónde estás? son dos cuentos sobre demencia senil de la escritora argentina Liana Castello. Cuentos sobre enfermedades para jóvenes y adultos.
Y, aunque nuestra intención no es profundizar sobre un tema tan serio y complejo, para poner en contexto los cuentos, veamos qué es la demencia senil.
¿Qué es la demencia senil?
La demencia senil es una pérdida de las funciones mentales lo suficientemente graves como para afectar las actividades y la vida diaria de las personas mayores y su relación con otras personas. Estas funciones incluyen: ✅ la memoria, ✅ habilidades del lenguaje, ✅ la percepción visual, ✅ la solución de problemas, ✅ problemas con el quehacer diario, ✅ la habilidad de enfocarse y ✅ prestar atención.
Aunque es normal la pérdida gradual de la memoria a medida que se envejece, la demencia es un trastorno serio que interfiere con la vida diaria. Son enfermedades neurodegenerativas en las que las células del cerebro dejan de funcionar o mueren.
Algunos de los síntomas más comunes de la demencia, lo que depende del área del cerebro afectada, incluyen el experimentar olvidos frecuentes (el síntoma más frecuente y uno de los primeros en aparecer), problemas con la capacidad de pensar, resolver problemas y razonar.
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Cuando no me recuerde
Los años traen muchas cosas y se llevan muchas otras también. Mi madre tenía ya muchos años vividos y vividos intensamente. Su vida fue una vida de trabajo, de familia, de lucha. Seguramente, una vida como la de la mayoría de las madres.
El destino quiso que la mayoría de mi vida la viviese con ella y eso nos hizo muy unidas. No sé quién dependía más de quién. A pesar de tener yo mi propio hijo, ella se había convertido en mi niña. Los años, muchos, sus dolores, muchos también, hicieron de mi madre un ser al que debía cuidar todo el tiempo y yo lo hacía con el mayor de los amores.
Sabido es que el paso del tiempo hace que los roles se intercambien y quienes antes cuidaron de nosotros, son ahora seres que necesitan que nosotros los cuidemos. Necesitan mucho amor, que les demos seguridad –la misma que nos daban ellos antes- que calmemos sus temores y por qué no, que los aferremos a la vida.
No me pesó jamás cuidar de ella, por el contrario. Entendía que esas eran las reglas de la vida, lo tomé hasta como un privilegio el tener la posibilidad de cuidarla, porque eso significaba que estaba conmigo todavía a pesar de su edad y de la mía. Un día olvidó un nombre y no me preocupé, otro día olvidó otro. A los pocos días no estaba segura de dónde estaba, ni con quien.
Lo que en principio tomé como algo pasajero, el olvido, se instaló en ella y a partir de allí era poco lo que recordaba. Yo le hablaba, como siempre lo hice y aún más. Le repetía las rutinas, le relataba qué haríamos, quién vendría, qué habíamos hecho, hasta que un día me encontré recordándole quién era yo y cómo se llamaba ella.
Mi madre se perdió entre dolores y recuerdos, entre presentes y pasados, entre quienes estamos y los que ya hace tiempo que partieron. Si bien sé que no es la única, si bien sabía que esto podía pasar en algún momento, nunca imaginé que sería tan duro. No es lo mismo calmar un dolor físico, dar una sopa de a cucharadas, pasar una pomada, hacer un masaje que tener que decirle a tu madre que eres su hija y contestarle algo cuando te confunde con su propia madre.
El olvido es cruel pues en él no está lo vivido, ni el amor que nos une a la otra persona, se va la historia, desaparece lo compartido y eso duele, duele tanto... Sé que esto no tiene retorno, que tal vez algún día una pequeña chispa le haga recordar por un momento quién soy, que quizás algún sonido le traiga algún recuerdo feliz o que tal vez esto jamás suceda.
Sin embargo, así como siempre estuve para calmar sus dolores físicos o ayudarla a caminar o a comer, aquí estaré con ella aunque deba repetirle mi nombre infinitas cuantas veces.
Yo tomaré su mano cuando no me recuerde, acariciaré su rostro aunque no sepa quién soy, secaré sus lágrimas cuando no sepa ni siquiera quién es ella, porque yo sí sé quién es y quién ha sido.
Porque en mi memoria y en mi corazón este amor está intacto, porque yo recuerdo y con eso basta.
Porque no olvidé todo lo que hizo por mí.
Porque la amo y la seguiré amando y acompañando, incluso cuando el olvido y la confusión parezcan los triunfadores de la batalla.
Como en ese cuento que mi madre me contaba de pequeña, donde un príncipe encantado rescataba una princesa y la conducía feliz y segura a su palacio, yo la rescataré con amor, mucho amor… cuando no me recuerde.
Fin.
En segundo orden, ¿Dónde estás? es una historia real, y casi una reflexión, sobre la demencia senil y sus consecuencias, escrita también por Liana Castello.
¿Dónde estás?
A veces miro a mi madre y me pregunto quién es y, sobre todo, dónde está. La vejez le jugó una mala pasada. Se llevó una parte de su memoria, mezcló su pasado y su presente, haciendo incierto su futuro.
Demencia senil, dicen los médicos; un gran dolor, digo yo.
Hay enfermedades que dañan el cuerpo, y otras que lastiman la mente y, en parte, el alma.
Mi madre está internada, y todos los días voy a visitarla.
Antes de entrar, no puedo evitar preguntarme a quién voy a encontrar, y no siempre parece ser mi madre.
Muchas veces no sabe quién soy, ni cómo me llamo. Otras, cree que yo soy su madre, otras, su hermana. Va y viene en el tiempo, entre recuerdos, fantasías y realidades.
Trato, casi siempre infructuosamente, de traerla conmigo, de recordarle no solo quien soy yo, sino también quién es ella.
Es muy doloroso ver a alguien, a quien tanto amamos, perdido, vagando por mundos a los que no podemos acceder y que, presumo, no son nada agradables.
Hay momentos en los que me agrede, y, si bien me duele el alma, sé que no es ella quien lo está haciendo.
Suelo pensar que hubiese sido preferible que su cuerpo enfermase y no su mente. En un cuerpo enfermo, aun en los más castigados, uno puede seguir siendo uno mismo, nuestra esencia puede mantenerse intacta. El cuerpo de mi madre goza de buena salud, pero ella tampoco es consciente de ello.
No puedo hacer más que acompañarla, no es poco, pero no alcanza para que regrese de verdad a mi lado.
Me siento sola, como si ella ya no fuese parte de este mundo. No soy una niña, lejos estoy de serlo, pero me he dado cuenta de que no hay edad para necesitar a una madre y yo quisiera que ella estuviese conmigo.
La extraño, pero sé que la extrañaré aún más cuando se haya ido definitivamente y que mi desamparo será aun mayor.
Entonces, cada vez que esa sensación de desamparo me alcanza, tomo su mano y la aferro a la mía.
Algunas veces, solo algunas, ella me mira, me reconoce y sonríe.
Solo en esas ocasiones no me pregunto dónde está, simplemente, porque, en ese preciso momento, está conmigo, con todo lo que eso significa.
Fin.
Cuando no me recuerde y ¿Dónde estás? son dos cuentos de la escritora Liana Castello © Todos los derechos reservados.
Sobre Liana Castello
«Nací en Argentina, en la Ciudad de Buenos Aires. Estoy casada y tengo dos hijos varones. Siempre me gustó escribir y lo hice desde pequeña, pero recién en el año 2007 decidí a hacerlo profesionalmente. Desde esa fecha escribo cuentos tanto infantiles, como para adultos.»
Liana Castello fue, durante varios años, Directora de Contenidos del portal EnCuentos. Junto con este sitio, recibió la Bandera de la Paz de Nicolás Roerich y se convirtió en Embajadora de la Paz en Argentina en 2011.
“Respecto de los cuentos para niños puedo escribir cortos y largos, en rima o prosa, lo que todos tienen como hilo conductor, es el mensaje que trato de transmitir. Siempre pienso en un valor para transmitir a la hora de escribir y esto puede ser a través de una historia corta o de un cuento largo.”
Si quiere conocer más sobre esta impresionante escritora, puede leer su biografía Aquí.
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