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Cosas de hermanos 💑 Cuando le diagnosticaron esa enfermedad con nombre raro mis papás se asustaron…

Por Francisco Javier Arias Burgos. Cuentos sobre enfermedades.

En «Cosas de hermanos«, un cuento conmovedor y lleno de amor fraternal, seguimos la historia de una valiente niña llamada Juliana. Su hermanito mayor, Maximiliano, sufre de una enfermedad grave y solo Juliana tiene la llave que podría salvar su vida.

El relato nos adentra en el mundo íntimo de Juliana, en su amor incondicional por su hermano y en su determinación silenciosa para someterse a una operación que podría cambiar sus vidas para siempre. A través de la voz de Juliana, nos enfrentamos a sus emociones contradictorias, desde la incertidumbre hasta la fortaleza que encuentra en su amor hacia su hermano y en su papel como su salvadora.

No sé si la tristeza cabe en esta página. Les confieso que lo escribí con mucha dificultad. Sé que hay temas menos dolorosos, pero no todo es alegría.

Francisco Javier Arias Burgos

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Cosas de hermanos

Cosas de hermanos - Cuento

No tienen por qué susurrar. En este cuarto del hospital el silencio tiene las voces de mi papá y de mi mamá grabadas en cada rincón. Podrían discutir el asunto en otra parte; en el consultorio del médico, por ejemplo, o en la casa, con mis abuelos y los tíos que tanto me quieren. La voz más serena es la del médico que me atiende desde hace algún tiempo y que siempre me regala una golosina o una fruta cuando lo visitamos. Mamá llora y papá se desespera un poco tratando de calmarla, de darle ánimo.

Soy yo quien debería estar llorando, no sé si de alegría o de tristeza. Pero no puedo llorar. No en este momento, delante de ellos. Cuando salgan, terminado el tiempo de la visita, tal vez llore un poco, o tal vez me ría. Ellos no tienen idea de lo que pienso de la operación. Nunca me lo han preguntado. Pero sé que soy el único recurso que les queda para que Maximiliano, mi hermanito mayor, pueda crecer y que se le cumplan sus sueños. Él quiere ser astronauta o científico, me ha dicho, y yo me río, porque sé que lo que le gusta es el fútbol. El pobre se cansa a los dos minutos. Yo sé por qué.

Cuando le diagnosticaron esa enfermedad con nombre raro mis papás se asustaron más que esa vez que, montados en una bicicleta, Maxi pedaleando y yo en la barra, nos fuimos contra la camioneta del abuelo. El médico les dijo que Maxi tenía una Beta no sé qué. Recuerdo que mi tío Carlos, el bromista de la familia, les dijo que solo conocía el Betamax. No sé en qué terminó la pelea que se armó, o no lo recuerdo. El tío Carlos no volvió a hacer chistes sobre el nombre ese.

A los nueve años nadie se imagina que pueda ser importante. Tal vez lo sean el presidente, un inventor o un doctor. Pero a esta edad la vida es solo juego, risas y llantos, pataletas y abrazos. Y el colegio. Allí paso momentos increíbles, a pesar de los regaños que por mi temperamento inquieto y rebelde me gano de sobra. Maximiliano tiene un carácter muy distinto, con una seriedad inusual en un niño de once años. Yo soy su antítesis. Pero no descubrí el por qué hasta después de mucho tiempo.

Mis papás no me permiten acompañarlos al hospital en el que le hacen las transfusiones que lo mantienen vivo, y de las que llega directo a la cama. Me dicen que son exámenes de rutina, que son controles de no sé cuántas cosas. Pero a mí me quedó sonando la palabra esa de la que el tío Carlos se burló.

Fue el doctor Google el que me explicó que la única manera de salvar la vida de mi hermanito era por medio de un trasplante de médula ósea. No entendí ni pío en ese momento, pero mi curiosidad me impulsó a profundizar en el tema. Fue así como descubrí la razón de mi llegada al mundo. Soy la única persona compatible para esa operación que intentará salvar la vida de mi hermano, de mi cómplice de travesuras. Eso dijeron los exámenes, a los que me sometí sin protestar.

Creo que sé más sobre esa enfermedad que mis propios padres. El tema se me convirtió en una obsesión, pero jamás lo discutí con Maxi. Tal vez a él se lo dijeron con todo detalle, y tal vez él, que tanto me quiere, lo calló. Lo que no me gusta es ver a mis papás y a mis abuelos tan tristes. Sé que me aman y que el gusto que me dan en todo les nace del corazón. Pero el dilema en el que están ahora sumergidos los atormenta, y me atormenta a mí también.

Ellos saben cuánto amo a mi hermanito. Maximiliano es mi héroe, el que me ayuda con mis tareas escolares, el que comparte todo conmigo. Es mi amigo. Espero que los médicos que harán el procedimiento tengan éxito y que después de la operación Maxi pueda hacer muchos goles y me los dedique. Estamos juntos en esto, aunque nunca hayamos hablado del asunto. ¿Para qué? Solo estoy devolviéndole el amor que siempre me ha brindado.

No tengo miedo; es más bien incertidumbre. Estoy segura de que él tampoco siente miedo. Me siento tranquila y lista para la cirugía, esperando el ingreso al quirófano. Ustedes no tienen idea de la cantidad de términos médicos que he aprendido.

El anestesiólogo es un hombre mayor y no parece un médico. Tiene cara de profesor de matemáticas, pero me habla con dulzura. Me pide que cuente de diez a uno y me duermo cuando llego a cuatro, creo. Fue la última cara que vi.

Ahora, en esta nueva dimensión, todo luce distinto. No abrazaré más a Maxi, ni a mi papá, ni a mi mamá. Pero estaré siempre con ellos. Sé que mis abuelos y mis tíos llorarán un poco, pero también sé que cuando Maximiliano haga un gol mirará hacia el cielo y gritará con todas sus fuerzas… ¡Para vos, Juliana!

Fin.

Cosas de hermanos es un cuento corto del escritor Francisco Javier Arias Burgos © Todos los derechos reservados.

Sobre Francisco Javier Arias Burgos

Francisco Javier Arias Burgos - Escritor

Francisco Javier Arias Burgos nació el 18 de junio de 1948 y vive en Medellín, cerca al parque del barrio Robledo, comuna siete. Es educador jubilado desde 2013 y le atrae escribir relatos sobre diversos temas.

“Desde que aprendí a leer me enamoré de la compañía de los libros. Me dediqué a escribir después de pensarlo mucho, por el respeto y admiración que les tengo a los escritores y al idioma. Las historias infantiles que he escrito son inspiradas por mi sobrina nieta Raquel, una estrella que espero nos alumbre por muchos años, aunque yo no alcance a verla por mucho tiempo más”.

Francisco ha participado en algunos concursos: “Echame un cuento”, del periódico Q’hubo, Medellín en 100 palabras, Alcaldía de Itagüí, EPM. Ha obtenido dos menciones de honor y un tercer puesto, “pero no ha sido mi culpa, ya que solo busco participar por el gusto de hacerlo”.

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