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Carta de Caperucita Roja a los tres cerditos ✍ Queridos Sofronio, Esmeragdo y Pitolino:…

Por Francisco Javier Arias Burgos. Versiones de cuentos clásicos graciosos.

¡Hola niños y niñas! ¡Hoy les quiero contar acerca de un cuento mágico y divertido llamado «Carta de Caperucita Roja a los tres cerditos» escrito por Francisco Javier Arias Burgos! En esta emocionante historia, Caperucita Roja, también conocida como ¿Natalia Hullman?, nos relata sus increíbles aventuras mientras lleva una merienda a su abuela enferma. Pero, ¡cuidado!, en el camino se encuentra con un lobo muy astuto. ¿Qué pasará? ¿Cómo escapará de este encuentro?

Prepárense para risas y sorpresas. ¡Acompañen a Caperucita en esta carta llena de humor y descubran cómo enfrenta los desafíos! ¡No se lo pierdan y cuéntenle a todos sus amigos sobre esta fascinante y graciosa historia!

Carta de Caperucita Roja a los tres cerditos

Carta de Caperucita Roja a los tres cerditos - Cuento

Bosque Florido, febrero 29 de 2020
De: Caperucita Roja
Para: Los tres cerditos
E.S.M.

Queridos Sofronio, Esmeragdo y Pitolino:

En primer lugar, les pido que disculpen la tardanza para responder su carta. Mi mamá la tenía escondida y apenas vine a encontrarla la semana pasada. Saben bien que no le gusta nuestra amistad porque dice que ustedes no se bañan y que comen tanto que no pueden ni moverse de lo gordos que están y son un mal ejemplo para mí, porque además de todo lo anterior ni siquiera estudian y se la pasan jugando con su PlayStation. Ella insiste en que son unos vagos mantenidos, cosa que a mí no me consta.

Por si no les han contado lo que me pasó, los pongo al día. Hace como seis meses mi mamá se enteró, no sé cómo porque en la casa no tenemos teléfono fijo y mucho menos un celular, de que mi abuela estaba enferma. Le preparó una merienda que empacó muy bien envuelta en papel celofán para que yo no la sapoteara, la metió en una mochila y me dijo que se la llevara. La casa de la abuela está lejísimos y ni siquiera me dio para el bus, así que tuve que tirar infantería.

De todas maneras, ese día no tenía clases y ya había hecho todas las tareas; además podría aprovechar la caminada para hacer un poco de ejercicio. Digo yo. Y, aunque hacía mucho calor, mi mamá me hizo abrigarme bien, por miedo a que de pronto lloviera. También me recomendó usar el tapabocas para prevenir cualquier contagio. Ella es muy precavida. Además, no tenemos seguro médico.

Resignada, acepté hacerle la vuelta porque yo quería ver a la abuela de todos modos y pedirle de una vez el aguinaldo, ya que esta chaqueta que me dio hace dos años me queda pequeña y la caperuza se está poniendo rosada y los dos rotos que se le hicieron al lado derecho y al izquierdo los disimuló mi mamá poniendo parches de Pulgarcito y del Gato con botas. Quedó muy feo eso, pero yo no le dije nada. Seguramente ella tenía buenas intenciones.

Eso sí, me advirtió que no fuera a entretenerme por ahí y que no le parara bolas a ningún desconocido, cosa que me intrigó porque en este pueblo nos conocemos todos. Hay uno o dos extraños que deambulan de arriba abajo, pero son inofensivos y ya nos hemos acostumbrado a verlos. También me dijo que pusiera mucho cuidado porque en el camino, que atraviesa un pequeño bosque, hay un lobo que ya se ha comido a varias niñas. Si es cierto y no es por asustarme, yo no sé entonces qué hace la policía y por qué no le han echado mano a ese pillo.

El asunto fue que el tal lobo se me apareció como a los cinco minutos de haber empezado a caminar. Me saludó muy formal y hasta me pareció un caballero, pero me miraba con ojos maliciosos. Tal vez intuía que yo llevaba comida en la mochila o ya la había olido. Con la astucia que caracteriza a este animal me sacó toda la información que yo no debía darle y, dándome un besito en la mano, se despidió con gentileza. ¡Qué zalamero!

Cuando llegué a casa de la abuela la puerta estaba entreabierta, cosa rara porque es muy desconfiada, pero de todos modos timbré. Su voz me pareció muy cambiada, profunda y ronca, cuando me invitó a entrar, pero mi mamá ya me había dicho que ella estaba enferma, así que pensé que era una gripa. Les rogué a todos los santos que no fuera el covid porque yo no me había vacunado.

¡Tremenda sorpresa me llevé al ver a la abuela! Tenía los ojos brotados, le habían crecido las orejas, estaba toda dientona y como que hacía tiempo no se depilaba las piernas, velludas como un lulo. No tuve tiempo de coger su teléfono para llamar a la policía porque sentí que mi abuelita, la madre de mi mamá, me tragaba enterita.

¡Cómo sería el hambre que tenía la pobre! No me dio tiempo de sacar de la mochila lo que le había preparado mi mamá. Después me contaron que un señor que pasaba por ahí a cobrarle una plata que la abuela le debía se pilló todo el rollo y le dio tres garrotazos. Y de ahí nos rescató a las dos, porque fue dizque el tal lobo el de la gracia.

Así aporreado y todo le dimos una paliza de la que va a acordarse toda la vida y le dijimos que no volviera por ahí o le iría peor. Y que se cepillara los dientes porque su aliento apestaba.

Bueno, queridos, esto es todo. Espero que vuelvan a escribirme pronto. Yo seguiré insistiéndole a mi mamá para que me deje juntar con ustedes, que son tan chistosos.

Un abrazo.

De mil amores, Caperucita Roja, alias Natalia Hullman.

Fin.

Carta de Caperucita Roja a los tres cerditos es un cuento del escritor Francisco Javier Arias Burgos © Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial sin el consentimiento expreso de su autor.

Sobre Francisco Javier Arias Burgos

Francisco Javier Arias Burgos - Escritor

Francisco Javier Arias Burgos nació el 18 de junio de 1948 y vive en Medellín, cerca al parque del barrio Robledo, comuna siete. Es educador jubilado desde 2013 y le atrae escribir relatos sobre diversos temas.

“Desde que aprendí a leer me enamoré de la compañía de los libros. Me dediqué a escribir después de pensarlo mucho, por el respeto y admiración que les tengo a los escritores y al idioma. Las historias infantiles que he escrito son inspiradas por mi sobrina nieta Raquel, una estrella que espero nos alumbre por muchos años, aunque yo no alcance a verla por mucho tiempo más”.

Francisco ha participado en algunos concursos: “Echame un cuento”, del periódico Q’huboMedellín en 100 palabras, Alcaldía de Itagüí, EPM. Ha obtenido dos menciones de honor y un tercer puesto, “pero no ha sido mi culpa, ya que solo busco participar por el gusto de hacerlo”.

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