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El viejo y el tren. Si nos resistimos al cambio, como podremos saber qué plan maravilloso tiene Dios para nosotros.

Por Carmen María Rondón Misle. Cuentos con valores

El viejo y el tren es un hermoso cuento con profundas enseñanzas sobre el olvido en la vejez y la dura realidad, principalmente occidental, de convertir a los «adultos mayores» casi en objetos desechables, como si la vida terminase con la juventud y los jóvenes o adultos nunca fueran a estar en el lugar de los ancianos. A recordar que la vida es un círculo donde «Todo vuelve». De la colección cuentos con valores de la escritora venezolana Carmen María Rondón Misle.

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El viejo y el tren

El viejo y el tren - Cuento con valores

Hace mucho tiempo en un pueblo llamado Victoria existió un viejo que manejaba un tren, los niños del pequeño poblado esperaban ansiosos su silbato después que partía. Cuchuuuu, cuchuuuu… se escuchaba a lo lejos la llegada del viejo tren.

Ese día llego antes que sonaran las campanas que llamaban a misa.

– «Es Cuchú… ya llegó… apúrense vamos» -el niño saltó de la cama despertando a sus hermanos que dormían todavía.

En otras casas los niños soltaron los desayunos o los que se alistaban para ir a la escuela todos salían corriendo al encuentro de sus amigos, el viejo y el tren.

– «Cuchuuu, cuchuuu…» cada niño gritaba de emoción hasta llegar a la estación del tren que terminaba de arribar a Victoria. El viejo y el tren se alegraban de ver a sus amiguitos recibirlos, sus almas se regocijaban de verlos con sus risas infantiles.

Cuando se desocupaban de sus deberes escolares, los llevaba a pasear en su locomotora. Los niños se sentían felices, luego se sentaban un claro de la tupida vegetación y merendaban mientras su abuelo Rigo les contaban de sus historias, muchas eran verdad pero otra eran inventaban o ambas.

Las que más le gustaba era sus aventuras cuando se embarco en «La Linda» un viejo barco pesquero, para olvidar un amor. La joven más bella del pueblo lo había rechazado por no tener dinero, pensó que quizás el mar le traería la buena fortuna, pero al regresar después de muchos años ella se había casado con otro de buena posición. De nada le valió tantos años de trabajo duro y de que casi pierde una pierna cuando lo mordió un tiburón, a quien le debe su cojera.

Al regresar le ofrecieron, por medio de un amigo, el trabajo de ayudante en la estación. Al tiempo aprendió el oficio de maquinista y pocos años después le fue asignó el flamante tren que llegaba a estrenarse en la ciudad. De eso hacía ya más de treinta años, muy pocos usaban el tren, habían más autos y estaciones de autobús.

Los niños habían bautizado al tren Cuchú desde hacía años los abuelos, y los padres quizás de esta generación con quien compartían ahora, y quiénes se deleitaban con sus historias.

Cuando los chicos se marchaban, Rigo se quedaba solo en su casita con la única compañía de su perro Cholo y de su inseparables compañera la luna, o Milusha como la había nombrado después de una noche en medio de su soledad y tristeza por el rechazo de Laura. Pero eso era pasado, hoy estaba agradecido porque era bendecido, conoció a una buena mujer, se casó, no tuvo hijos y por eso tomaba a cada niño como si fuesen esos nietos que nunca tuvo.

Su inocencia infantil, cada rostro rosado o moreno que lo miraba con tanto amor como si fuese su abuelo, era un regalo de Dios y por eso daba gracias al universo. Su perro y su amigo el tren, que siempre soñaba e imaginaba que le hablaba. También de los momentos que compartía con sus compadres, que lo invitaban casi todos los domingos después de misa a almorzar, a pasar el día con ellos. Luis era un buen amigo compadre y quien le había conseguido este empleo en la estación.

Siempre estaba agradecido, sin embargo, eran los niños y el tren, y claro su amigo Cholo los que le daban la razón para seguir viviendo. El lunes llegó más temprano que de costumbre, tenía una extraña sensación y necesitaba estar cerca de la estación. Quería lavar a Cuchú pero fue detenido antes de llegar al andén donde estaba su amigo, lo miro de lejos mientras su compañero le llamaba…

– «Eeeh Rigo te espera Nacho en la oficina».

– «Esta bien, voy enseguida…» -se preguntó qué quería su amigo y jefe.

Con los años tenía pocos buenos compañeros y amigos en la estación, los más jóvenes casi siempre se reían y no lo respetaban, llamándolo «viejo loco», pero Rigo no le hacía caso… Al llegar a la oficina Nacho lo miró largamente suspiró, luego habló con una voz grave.

– «Rigo, me temo que no te tengo buenas noticias, no quise decírtelo antes que te fueras para no estropearte tu viaje… bueno, en fin…» -se aclaró la garganta.

– «Sabes que vienen tiempos modernos, todas las cosas cambian y pues, se decidió que Cuchú, quiero decir, ese viejo tren va a ser demolido y tu estas despedido» –Rigo abrió los ojos y lanzó un grito ahogado, pero se contuvo.

– «Nacho no puede ser, Cuchú es mi amigo y esto es lo único que tengo para mantenerme.

– «Lo sé amigo, lo sé, pero son ordenes de arriba. Sin embargo, por ti no te preocupes acá estamos abogando por ti, si no logramos una pensión, al menos tendrás para defenderte con trabajitos que te daremos…».

– «Caridad… ¿Qué te pasa? Nacho, soy un hombre entero y trabajador, crees que porque soy un viejo, soy un traste que pueden demoler como hacen con Cuchú o con todo lo que no sirve, un auto, un mueble… Es una falta de respeto al las personas mayores, todavía seguimos siendo personas ¿Sabías? Merecemos respeto y consideración» -dijo furioso y manoteando en la cara de su jefe.

– «Tienes razón amigo, estoy de acuerdo, veré que puedo hacer…».

– «Y, por favor, deja de mirarme con lastima Nacho. Me ofendes, el ser viejo no me hace perder la dignidad…».

– «Discul…» –Rigo no lo dejo terminar, salió molesto de su oficina. Afuera caminó unos pasos y se seco las lagrimas de rabia, decepción y tristeza.

– «Rigo lo sentimos, pero cuenta con nosotros…»

– «Si Rigo, estamos contigo».

Rigo solo podía asentir con la cabeza. Tenía un nudo en la garganta, y miro aquellos que siempre se burlaban de él, que no pudieron dejar de soltar la carcajadas cuando escucharon que sus amigos también lo consolaban por la suerte que correría su amigo el tren.

El viejo se dirigió donde Cuchú que lo esperaba tranquilo. Él lo escuchaba a través de sus pensamientos, sabía que de una forma mágica e inexplicable el tren podía comunicarse con él a través de los sueños y de su mente. No sabía si era real, pero sentía paz cuando escuchaba su voz relajada y tranquila, siempre con palabras sabias.

El viejo maquinista y la locomotora del tren

Se le quedó mirando, se apoyo en él y lloró suavemente recordando las palabras de Nacho «son tiempos modernos». Era duro de aceptar, pero de alguna forma sabía que este día llegaría, pero no pensó que sería tan duro. Más tarde se reunió con los niños en el claro donde le contaba sus historias de aventuras, solo que esta vez era una historia muy triste.

– «No abuelo, no puede ser. No pueden demoler a Cuchú, es nuestro amigo».

– «Si abuelo, no puedes permitirlo».

– «Mis niños queridos, sé cómo se sienten perder a un amigo, siempre es duro y triste pero hay que ser fuertes, no depende de mí lamentablemente».

– «Pues entonces depende de nosotros» -contestó firme Carlitos, siempre tan valiente, era el mayor del grupo y el más osado.

– «Carlitos, no quiero que te metas en problemas y metas a tu hermano y demás amiguitos».

– «Tranquilo abuelo, creo que tengo una idea».

– «¿Qué idea? Carlos cuida…» -no lo dejo terminar.

– «No te preocupes abuelo» -así lo llamaban a pesar de que ninguno era su verdadero nieto, pero los quería como tal, así como siempre quiso y cuidó a todos los pequeños que lo acompañaban.

Rigo miró de lejos a su amigo el tren, se fue acercando poco a poco, le sonrió mostrando una dentadura desgastada y manchada a causa de la edad y el tabaco.

Comenzó a hablar en voz baja, sabía que él no le contestaría directamente pero si a través de su pensamiento.

– «Hola amigo mi… ¿Cómo te va?… ¿ya sabes?…».

– «Si lo sé, acá tus compañeros no son muy discretos, ni hablan en voz baja».

– «Lo siento mucho Cuchú… yo…».

– «Tranquilo querido amigo, todo estará bien, es la ley de la vida».

– «¿No te da miedo morir?».

– «No, la muerte es solo una transición a otra vida, somos solo caparazón, lo que llevamos dentro es lo que importa, nuestra energía pura. Lo que llamamos cuerpo es nuestra concha. La que se deteriora y al final muere es nuestra alma, la que nos determina como seres vivientes aún después de dejar esta vida, y porque no en la que sigue. La oportunidad de obtener sabiduría a través de todas nuestras experiencia pasadas y venideras…».

Rigo se quedó boquiabierto de la sabiduría de su amigo, y sintió un profundo dolor porque pronto lo perdería y a la vez un respeto por sus sabias palabras.

– «Rigo, quita esa cara de asombro…» -dijo burlón Cuchú.

– «Es que me parece increíble que te expreses así ante esta realidad cruel. De nosotros los hombres, tan determinados a juzgar y decidir por los demás. Todo lo que es viejo ya no sirve, hay que apartarlo, tirarlo o esconderlo, ya no eres útil según su criterio, y no lo acepto. A ti te van a demoler, a mi me botan, sólo porque a ellos les parece que somos demasiados viejos para trabajar».

– «Puedo entender tu decepción amigo, los seres humanos tienden a juzgar por las apariencias, y no comprenden que, porque veas algo que esté descontinuado, no necesariamente es inútil».

– «Tu y yo estamos descontinuados jajajaja» -rio a carcajadas, mientras los demás trabajadores lo veían burlones y sus amigos preocupados de cómo ayudarían a alguien a conservar su empleo si se comportaba como un loco.

– «He trabajado toda mi vida y a pesar del dolor y la tristeza, he tenido muchos logros, es verdad, pero al final solo me queda esto, mi trabajo, los niños y tú, amigo. Y ahora ellos vienen y deciden que es lo mejor para mí. Dónde estaban ellos cuando yo me enferme, cuando estaba solo y necesitaba un amigo, o cuando apenas tenía para comer. La sociedad, el gobierno, la familia, las personas en general, te apartan como a un coroto viejo. Quizás no podamos realizar las mismas actividades de antes o como antes, pero no por eso debemos ser relegados Cuchú«.

– «Estamos de acuerdo en eso, Rigo, pero ustedes mismos tienen que exigir ese derecho a la sociedad. Porque esa misma gente que te aparta tendrá el mismo trato en unos años, y vuelve todo como un gran círculo vicioso. Entonces les toca a ustedes y a otras personas más jóvenes que comprendan su situación, hacer valer sus derechos y preparar el camino a una vida digna y llena de respeto para con sus desgastados pero no cansados cuerpos en esta vida… Aahhh amigo, la vida es bella, yo la viví a plenitud y cumplí mi función».

– «¿Te resignas Cuchú? ¿Sin luchar?».

– «Estoy luchando ahora. Al conversar contigo te estoy estimulando a que en mi honor y recuerdo luches por tu posición y no te des tu por vencido. Tú has viajado, conociste el mar».

– «Que me dejó cojo».

– «Te enseñó a valorar tu pierna. Amaste incondicionalmente».

– «Y fui traicionado».

– «Y conociste lo dulce amargo del amor. Y luego a Dulce María, tu esposa, que te dio amor y dicha más su bella compañía».

– «Hasta que se fue y me dejó solo».

– «Pero estuvo contigo hasta el último momento en que dejó esta vida, y luego encontraste paz en los niños».

– «Pero no son mis nietos».

– «Pero son tu regalo de Dios a tu soledad, la fantasía que te da mi amistad, tu amigo imaginario, tu amigo Cuchú el tren».

– «Si, pero me vas a dejar».

– «Y te quedará el recuerdo de haberme conocido, y de haber disfrutado de nuestra amistad, y aunque ya nos estemos acá tal vez un día nos veamos en otra vida».

– «Y, ¿cómo sabré…?».

– «Los ojos son el reflejo del alma, y ellas se reconocerán al vernos amigo mío. Pero, por ahora, esta vida es la que cuenta y quiero que, aunque te vayas de acá, no veas ni pienses que tu vida terminó por que los demás lo creen así. Lo importante es lo que tu creas de ti mismo, de tu voluntad y fortaleza, tienes mucho corazón, espíritu y deseo por la vida».

– «Rigo, hay personas que te quieren, te necesitan y aún falta personas por conocerte y disfrutar de tu maravillosa compañía. Busca algo siempre que hacer, tus aficiones, lo que quizás nunca hiciste por estar siempre ocupado en tu trabajo y tus responsabilidades. Aprovecha el tiempo de Dios que es perfecto».

Rigo lloró de melancolía, miró su vida, la revaluó y se sintió de verdad agradecido y bendijo cada momento malo y bueno, cada experiencia, y sintió un gran alivio resistirse y aferrarse a las cosas que a veces no te dejan ver que tenemos muchas otras posibilidades en la vida si abrimos nuestra mente y no nos resistimos al cambio. Cómo podremos saber qué plan bueno y maravilloso tiene Dios para nosotros.

Pasaron varios días y todo parecía normal, hasta que una mañana casi al amanecer lo despertó una multitud alborotada. Al asomarse a la puerta, con los ojos todavía somnoliento, los padres trabajadores de las estación y la policía lo abordaron enfurecidos preguntando por sus hijos que llevaban horas perdidos.

– «Abuelo» -habló primero José y luego otros papás, y mamás se agregaron a las preguntas y acusaciones.- «Estamos asustados, desde esta madrugadas nuestros hijos han desaparecido, y no podemos hallarlos».

– «¿Cómo?, no puede ser» -.

– «Si, además Cuchú también ha desaparecido».

– «Tranquilos, los buscaremos, no se han podido ir muy lejos, manejar a ese viejo tren no es fácil».

Más tarde los niños fueron encontrados, no era difícil ya que un tren no era nada fácil de ocultar, aunque ellos se las ingeniaron para camuflajearlo con ramas caídas. Estaban dormidos, habían madrugado y estaban agotados. No fue nada fácil llevarlo a los matorrales, aunque seguía dentro de sus rieles, cosa que facilitó que lo encontraran.

Al verse descubiertos los niños gritaron -«eeeehhh nos encontraron vamos…». «Muévanse» -gritó afanado Carlitos, el autor de la escapada. Se lanzaron encima de los guardias en caballito, a sus padres que trataban de sostenerlos les escabullían, pero aún así, fueron controlados y llevados fuera del pequeño bosquecito, donde se habían intentado esconder para salvar a su amigo Cuchú de la demolición.

De pronto todo quedó en silencio, los niños escuchaban una voz lejana que se acercaba, era Cuchú.

– «Niños tranquilos, mis pequeños tranquilos, yo estaré bien, respeten a sus mayores y recuérdenme con mucho cariño, siempre estaré agradecido por todos lo que hicieron hoy por mí» -para asombro de todos los niños y Rigo, no fueron los únicos que escucharon al viejo tren.

Todos voltearon y vieron cuando se alejaba por la vieja ruta, empujados por los trabajadores, que había sido clausurada, y tomar camino a la estación que quedaba dentro de la misma área…

– «Yo iré a un lugar maravilloso, agradezco su amor y sus aventuras, todos ustedes fueron mis más alegres y fieles seguidores. Tanto sus padres como ustedes siempre se sirvieron de mi para sus juegos y aventuras, para sus sueños y fantasías, y yo estoy agradecido de eso».

Rigo y todos los que habían jugado alguna vez con Cuchú escucharon sus últimas palabras de despedida.

– «Dios, cómo pudimos olvidarlos…» -comentó uno de los padres.

– «Si, es verdad, nosotros también fuimos como ellos y quizás hubiésemos hecho lo mismo».

– «Así es… no podemos dejar que demuelan, así como así, a nuestro amigo de aventuras».

– «Pero que podemos hacer… en la estación ya fue desechado…».

– «De hecho no fui al único que desecharon» -agregó Cuchú, que los escuchaba aunque estaba un poco lejos… Pero la energía de sus corazones le hacía llegar sus palabras, mensajes telepáticos que emanaban de él, para hacerse entender solo por los que habían sido parte de sus fantasías. Así que los otros padres o madres, que no formaban parte de esto, no entendía y los miraban como si se hubiesen vuelto locos, incluyendo al jefe de la policía que ni siquiera era de Victoria.

– «Si, así es, el abuelo también fue despedido porque está viejo…» -chilló Jorge, el lindo chico moreno que formaba parte del plan de fuga.

– «Todo esto es muy triste, que irracionales somos los seres humanos» -agregó el maestro de escuela que, aunque no escuchaba a Cuchú, entendía el planteamiento de abandono al anciano, además de que su hijo si formaba parte de los pequeños fugitivos.

– «Estamos tan ocupados en nuestras vidas, que nos olvidamos de nuestros viejos, ya sea de nuestra propia familia o aquellos fuera de ella. Perdimos el respeto por todos esos seres que alguna vez nos dieron su cuidado, amor, ayuda y apoyo, y nos convertimos en unos seres tan egoístas, que es más fácil echarlos a un lado que enfrentar la realidad que algún día nos tocara a nosotros».

– «Debemos cuidar a nuestros viejitos» -agregó una dama elegante que se dio paso entre el grupo que se quedó tan callado ante las palabras del joven maestro.

Era nada menos que Laura García de Armendariz el viejo e inolvidable amor imposible de Rigo.

– «Yo estoy entre esa generación de personas mayores, adulto mayor para que suene bonito» -esbozó una sonrisa.- «Pero en verdad que desde que enviudé no he tenido más compañía que mi nieto, que me visita una vez al año, porque mis dos hijos están muy ocupados para ocuparse de esta vieja reumática, que apenas puede caminar con este muy elegante bastón, pero nada comparado con tu vitalidad, viejo amigo» -miró a Rigo con los ojos húmedo por las lágrimas que quería contener.

– «Mi nieto es el único al que le encanta venir acá, pero no tanto para estar conmigo sino con ese tren desgastado, y con Rigo, al que muchas veces envidie por la suerte que tenia de estar rodeado de tantos niños. No podía entender qué lo hacía especial, ahora caigo en cuenta que fue su amor incondicional y la manera que tiene de narrar cuentos y hacer volar la imaginación de estos niños. Gracias Rigo por hacer feliz a mí nieto, y lamento todo los inconvenientes».

– «Muchas veces hacemos daños sin querer, yo misma alguna vez te hice mucho daño. Eres un hombre especial, jamás te dije que lamento de verdad haberte lastimado, y que aunque amé profundamente a mi esposo, siempre guardé un hermoso recuerdo de nuestra amistad. Lamento no haber estado al pendiente más de ti amigo, ven acá por favor» -le alargo la mano.

Rigo dudoso miró a todos, sonrió y luego se fue acercándose lentamente.

– «Perdóname» -salieron lágrimas de sus mejillas y se abrazaron como viejos amigos.-

– «Yo propongo algo» -dijo el maestro.- «Estoy seguro que nuestro amigo acá Rigo tiene muchas cosas que aportarnos, sus aventuras y sus historias son muy adoradas por los niños, ¿por qué no lo hacemos oficial?».-

– «¿Qué quiere decir maestro?» –preguntó intrigado uno de los papás.-

– «Seguro habrán escuchado sobre los cuentacuentos».-

– «Si, claro que sí, pero que tiene en mente».

– «En nuestra biblioteca municipal hay pocas historias, y es sabido también que no hay nada más recreativo que escuchar historias narradas por otros. A quien no le gusta escuchar una interesante historia, y estoy seguro que el abuelo Rigo tiene unas magnificas. Sugiero contratarlo para que sea nuestro cuentacuentos oficial».-

Todos gritaron de alegría.

– «Gracias amigos, se los agradezco, será un honor» -los niños lo rodearon abrazando.

Lo querían como su abuelo verdadero, él les devolvió ese amor con su sonrisa y sus ojos inundados por las lágrimas, pero inmediatamente miró a su amigo que ya casi se perdía de vista y quien se alejaba feliz por su amigo Rigo.

– «¿Qué pasara con Cuchú, será demolido mañana?».-

– «Si, no queremos que maten a nuestro amigo» -dijo muy serio Carlitos.

– «Eso no pasará pequeño, no lo permitiremos» -le contestó seria pero con una dulce sonrisa la Sra. Laura, abuela de su amiguito Luis.

– «¿Qué tal si lo exhibimos en un museo?».

– «Museo…» -dijo un niño mirando a sus otros compañeritos.- «Es buena idea, acá en la capital de la ciudad tenemos el museo del transporte, donde se exhiben viejos medio de comunicación que formaron parte de nuestro pasado, aviones, autos, carretas…»-.

– «Y un tren quedaría excelente» -los padres, el maestro y los policías, toda la comunidad aceptó la idea, y al final Laura García agregó.-

– «Yo puedo ayudar, allí mi hijo Luis Alberto trabaja para una compañía de comunicaciones y quizás nos pueda ayudar ¿Qué te parece Luis Albero Jr… hablamos con tu padre?» -el niño asintió complacido y todos gritaron de júbilo.

Todos estaba emocionados, otros lloraban como unos chiquillos de emoción, y Rigo se enjugó las lágrimas que rodaban de hacía rato por sus arrugadas mejillas.

Una semana después Cuchú fue trasportado y despedido de la pequeña ciudad de Victoria con todos los honores merecidos. Todos los niños se despidieron de él y prometieron visitarlo siempre en el museo de trasporte. Rigo se despidió con lagrimas en los ojos y la orquesta no dejó de sonar hasta perderse en la distancia…

Rigo oficialmente se convirtió en el cuentacuentos, no sólo los niños asistían a escuchar sus relatos sino los adultos. Además de ser invitado especial en los eventos de la ciudad y venían de ciudades y pueblos vecinos a escucharlos. Por muchos años mas contó sus historia y fue nombrado además asistente del cronista del pueblo. Conocía de hacía muchos años todos los eventos del lugar y ayudó a la elaboración de libros que luego fueron publicado para futuras generaciones.

Luis Alberto Jr Almendariz se convirtió en un escritor y llevo las historias de su abuelo adoptivo al papel y se convirtieron en gran éxito. Incluso escribió una novela que titulo «El Viejo y el Tren«. Rigo se sentía feliz y agradecido caminaba ahora por la ciudad con un elegante traje. Poco después su amigo Cholo murió, mas tarde lo siguió él y el cansado Cuchú, que hacía tiempo también había abandonado su caparazón de hierro.

Ambos se reunieron con él en un hermoso y muy lejano lugar donde pasar la eternidad y quizás, porque no, a otra vida…

Fin.

El viejo y el tren es un cuento de la escritora Carmen María Rondón Misle © Todos los derechos reservados.

Sobre Carmen María Rondón Misle

Carmen María Rondón Misle - Escritora

Carmen María nació el 6 de abril de 1966 en La Victoria, estado de Aragua en Venezuela. Se graduó de Bachiller en Humanidades de la secundaria, no realizó estudios universitarios solo cursos de redacción literaria, de teatro, actuación para televisión y se formó como escritora solo leyendo, y con mucha imaginación.

Su primer cuento fue “El Burrito Inteligente” que escribió a los doce años, fue reescrito a los 30 y revisado varias veces hasta que fue publicado en EnCuentos a los 44 años, conjuntamente con cinco cuentos mas, “La cúpula de cristal”, “El maravilloso mundo de los libros”, “El futbol no tiene la culpa”, “El valle de las muñecas”, y este mismo, “El viejo y el tren”. Posteriormente escribió su novela Buenos días buen amigo y luego El Piano roto. También tiene escritos en casa Eolo varios artículos de diferente temas.

Actualmente tiene terminada dos novelas más sin publicación y, estrenándose en el género de terror, escribió un cuento llamado “La piñata” que participó en la categoría de terror del concurso Solsticio de verano.

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