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Tardes de fútbol — ¡Bueno “Chonto”, a la próxima es mejor que se vaya de arquero, y así no la “embarra” más, ya lo sabe!

Por Alberto Suárez Villamizar. Historias cortas sobre el fútbol.

«Tardes de fútbol» de Alberto Suárez Villamizar nos transporta a una humilde barriada donde la emoción de jugar con un verdadero balón de fútbol es un lujo inesperado. La llegada entusiasta de «Chonto» despierta emociones, pero su torpeza en el juego contrasta con la destreza de los jugadores locales. A través de divertidas anécdotas y estrategias para lidiar con las limitaciones de «Chonto», el cuento explora la pasión compartida por el fútbol y cómo las disparidades de habilidad pueden generar risas y camaradería en una sencilla cancha improvisada. Una divertida historia para niños y adolescentes en la que al «pata dura» (tronco, paquete, trapo, maleta 🤣🤣🤣) se lo manda a jugar de portero al arco.

Tardes de fútbol

¡Hola muchachos, vamos a jugar! —saludaba eufórico “Chonto” al apearse del bus de transporte urbano, mientras levantaba su mano exhibiendo una mochila en donde portaba un balón de futbol totalmente nuevo, además de vestir un llamativo uniforme de futbolista y calzar unos impecables zapatos deportivos.

Tardes de fútbol - Cuento

Para nosotros, los habitantes de este humilde sector, que solíamos disputar nuestros clásicos futboleros con la “pelota de trapo” y los pies descalzos, el hecho de poder patear un verdadero balón de futbol se convertía en una atractivo que nos llenaba de emoción.

Listo “Chonto” —respondíamos en coro los que nos hallábamos allí— vamos a invitar a los otros “pelaos” y nos encontramos en la cancha.

Uno a uno nos reuníamos para dirigirnos a la cancha, que tan solo era un pedazo de potrero que los habitantes del sector habíamos acondicionado, sembrando unos palos que servían de portería y limpiando la maleza que infestaba el lugar.  Allí en ese lote, convertido en una polvareda en épocas de verano y un pequeño lodazal al  llegar el invierno, celebrábamos nuestras jornadas futboleras.

“Beto”, organice los muchachos de su equipo y yo organizo los del mío —me indicaba presuroso “Chonto”, ansioso de iniciar el juego.

Listo, yo juego con Enrique, Orlando, Jorge, “Maravilla” —así uno a uno iba designando los muchachos que jugarían conmigo. Por su parte “Chonto” escogía a quienes serían nuestros oponentes.

Yo no tenía ningún inconveniente al momento de escoger a mis compañeros, mientras con mi oponente ocurría lo contrario: nadie quería hacer parte de su equipo, la razón: “Chonto” era un pésimo jugador.

Pero, ¿Quién era “Chonto”?

Era un hombre cuya edad oscilaba entre los cuarenta y cincuenta años, que administraba un pequeño hotel en el centro de la ciudad, y parte de su familia, entre ellos su madre residía en nuestro sector.

Tenía una situación económica favorable que le permitía adquirir los balones de futbol que eran bastante costosos, y no estaban el alcance del presupuesto de los jóvenes residentes en el barrio, pero carecía de una buena técnica para jugar con el balón, lo que se hacía muy vistoso durante el desarrollo del partido, pues quienes nos reuníamos éramos bastante versados en el dominio del esférico. Quizás, “Chonto” en su juventud no había tenido la oportunidad de practicar el futbol, y su deficiencia durante el juego era muy notoria.

¡No “Chonto”, otra vez la “cagó”! —era el comentario frecuente entre los integrantes de su equipo, quienes se cansaban de multiplicar sus esfuerzos para suplir las deficiencias de su compañero y “capitán” de equipo.

¡Bueno “Chonto”, a la próxima es mejor que se vaya de arquero, y así no la “embarra” más, ya lo sabe! —le reclamaba alguno de los muchachos de su equipo, con el deseo de no estar en desventaja ocasionados por sus frecuentes errores.

Mientras eso ocurría con el elenco rival, nosotros nos divertíamos de lo lindo y aprovechábamos las “escachadas” de “Chonto” para anotar los goles que nos daban la victoria final, momento que en algunas ocasiones se anticipaba, pues a causa de los constantes regaños de sus compañeros, “Chonto” decidía abandonar el juego, que inmediatamente se daba por terminado, pues al retirarse, también se llevaba el balón que era de su propiedad.

Fin.

Tardes de fútbol es un cuento del escritor Alberto Suárez Villamizar © Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial sin la expresa autorización de su autor.

Sobre Alberto Suárez Villamizar

Alberto Suárez Villamizar - Escritor

Alberto Suárez Villamizar nació el 27 de enero de 1958 en la ciudad de Bucaramanga, departamento de Santander, Colombia. Cursó sus estudios de enseñanza básica media hasta finalizar en 1976, en Bucaramanga. Actualmente trabaja con empresas de ingeniería civil que se dedican a la construcción y mejoramiento de vías.

“Escribo por Hobby, y mi mayor satisfacción es que mis escritos lleguen a todas aquellas personas amantes de la lectura”.

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