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Por Liana Castello. Cuentos con valores

Un café para otro es un breve cuento de Liana Castello sobre una fantástica movida solidaria que permite a una persona invitar un café a quién lo necesite y que lamentablemente duró poco. Esperamos que iniciativas como esta sean cada vez más comunes en un mundo con tantas necesidades como el que vivimos. Cuentos con valores

Un café para otro

Un café para otro. Cuento con valores

José tiene frío, mucho frío. Camina por la calle no por que tenga dónde ir, sino para que el movimiento lo ayude a que el frío no le duela. La calle está gris y el viento se hace sentir.

Todos los inviernos son iguales, la soledad y la pobreza, como el hambre, se sienten con mucha más fuerza.

José está acostumbrado, vive en la calle hace ya muchos años. Convive con la soledad, el frío, la lluvia, el hambre y la indiferencia. Sin embargo, la costumbre –en muchas ocasiones- no hace las cosas menos dolorosas.

En su caminata hacia ningún lado, piensa muchas cosas, imagina otras, recuerda personas, situaciones y se pregunta cómo fue que llegó hasta ahí. No tiene una respuesta, sí muchas aunque ninguna le convence. José piensa para no sentir frío, para no sentir hambre.

De pronto ve una confitería y sin acercarse mucho porque sabe bien que a mucha gente no le gusta su aspecto, mira detenidamente esas tazas de café humeantes que cada persona acerca a su boca. Puede sentir ese aroma que a esa hora y con un hambre de días, le sabe al aroma del paraíso.
No se acerca, pero se queda ahí detenido, extasiado con ese aroma e imaginando el sabor y el calor de esa taza de café.

Algo lo sorprende: una persona tan pobre y sucia como él sale de la confitería. Lleva entre sus manos un tesoro: un vaso descartable con café caliente. El hombre lo va tomando de a poquito como para que ese tesoro perdure en sus manos lo más posible. José no se atreve a preguntarle si pidió ese vaso, si lo compró o si se lo ofrecieron y se va con la imagen de ese pequeño gran tesoro en sus ojos.

La mañana siguiente hace el mismo camino, siente el mismo frío, el mismo apetito, la misma soledad. Una vez más se queda a unos metros de la confitería y espera. Esta vez es una mujer humilde la que sale con vaso igual, pero además en su otra mano lleva algo para comer.

José se queda pensando, le intriga y mucho esas personas que con tanto frío como él, logran cambiar –lo que dura el contenido del vaso- una realidad de hambre y desamparo.

Se acerca a la puerta y ve impresa en el vidrio de la misma una tacita de color naranja. Siente que esa imagen está para algo, por algo, que tiene un significado y algo que ver con él. Mueve la cabeza como queriendo sacarse esa idea, como pensando que nada es para él, ni tiene que ver con él y se marcha una vez más.

La imagen de esa tacita pintada en el vidrio y de las personas saboreando ese tesoro humeante lo desvela y al día siguiente vuelve a la confitería.

Ve salir al mismo hombre del primer día, nuevamente lleva en sus manos el vaso descartable de café. Se acerca y la pregunta cómo ha hecho para tener ese tesoro en sus manos.

El hombre le cuenta algo que a José, acostumbrado a la indiferencia, le cuesta creer. Le dice que ese café que está tomando lo ha dejado pago otra persona, a quien él no conoce. No entiende, no termina de entender. El hombre le cuenta que, en algunos lugares se ha instalado ese hermoso y cálido gesto de solidaridad, alguien deja pago un café para otra persona que lo desea, lo necesita y no lo puede pagar. Alguien invita un café a un desconocido, a alguien que no ha visto, ni verá, a quien no le conoce el rostro, pero sí la necesidad.

José escucha atentamente, duda, se alegra, vuelve a dudar, pero el vaso de café en las manos de quien le cuenta esto es una realidad.

-Vé a pedir el tuyo ¿Qué esperas? –lo animó ese humilde desconocido.

José comienza a caminar hacia la confitería, sigue dudando a pesar de lo que acaba de escuchar. Se acerca con timidez al encargado de la confitería y pregunta:

-¿Hay… hay un café.. un café para …?-no termina la frase, porque el hombre con una sonrisa, pregunta: “¿un café pendiente? y agrega: “Cómo no ¿cómo lo desea con o sin leche?.

José se ruboriza, ya no recuerda cómo le gusta más el café, pero lo pide con leche porque hace mucho que no toma, tal vez desde pequeño.

El hombre prepara el café con leche en ese vaso que José vio tantas veces y éste lo mira extasiado y aún sin poder creer que es para él. Se lo entrega y José lo toma como si fuese a un bebé, con el mismo amor y el mismo cuidado.

Cierra los ojos, huele el aroma y se lo lleva a la boca despacito muy despacito. Siente en sus manos el calor del vaso y ese café humeante y exquisito va penetrando tanto en su cuerpo, como en su alma.

José es feliz, en ese momento es feliz. Comienza a caminar con ese vaso en la mano que es mucho más que una bebida caliente. José piensa, como otras veces, pero esta vez su pensamiento es distinto.

Con su vaso en la mano y por primera vez en su vida, José sabe que otro ha pensado en él, y en todos los tantos “josés” que hay en la cuidad.

Alguien a quien no conoce ha pensado en su frío, en su apetito, ha pensado en él y este pensamiento lo alivia, le acaricia el corazón endurecido.

Ahora sabe que no está tan solo, que hay alguien a quien no conoce que le invita un café. Todos los días José hace su misma caminata, pero ahora sabe a dónde va, tiene un destino que huele al paraíso y por sobre todas las cosas, entibia su alma.

Fin.

Un café para otro es un breve cuento publicado por la escritora Liana Castello en EnCuentos. Quiere publicar literatura infantil y juvenil gratis en Internet, puede utilizar el siguiente formulario.

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