El viaje de Pérez 🥑 Se busca Ratón Ago. Su niño, Santiago, pronto perderá un diente. Si lo ven, comunicarle que se lo necesita con urgencia en la Oficina del Ratotón.

En "El viaje de Pérez", Claudia Ávila Vargas nos regala una encantadora historia donde el Ratón Pérez recibe una misión urgente en Ciudad Ratón. Con humor y ternura, la autora narra las aventuras de Pérez mientras navega los desafíos de una casa llena de sorpresas y felinos traviesos. El carismático ratón se enfrenta a situaciones cómicas y peligros inesperados, todo por cumplir su promesa. La magia de esta historia radica en la conexión especial entre el ratón y el niño Santiago, mostrando que cada pequeño acto de valor y amistad puede transformar la vida de quienes nos rodean. ¡No te pierdas este fascinante cuento!

El viaje de Pérez

¡Santiago, querido amigo!

¿Cómo iba a saber yo que tan pronto volveríamos a vernos? No ha pasado ni un mes y ya se corre el rumor en Ciudad Ratón: ¡pronto perderás un canino! La noticia viaja de oreja a oreja entre los roedores, hasta han colocado un cartel anunciando el gran acontecimiento.

El cartel dice:

Se busca Ratón Ago
Su niño, Santiago, pronto perderá un diente.
Si lo ven, comunicarle que se lo necesita con
urgencia en la Oficina del Ratotón.

Algunos ratones se ríen de mi fotografía, pero yo me veo guapísimo, maravilloso, radiante.

Recuerdo chinito, que en Ciudad Ratón, cada uno de nosotros somos como nuestro niño nos imaginé, como nos hubiese dibujado. A decir verdad yo me siento muy afortunado al ver mi reflejo en los charcos de agua y notar que soy lindísimo, tienes potencial en esto de las artes.

Pero bueno acá estoy, traté de llegar lo más pronto posible a tu casa. Esta aventura ha sido muy graciosa, tenía un poco de temor por volver por Mermelada, tu gata, pero noooo, para nada, si lo que me sucedió hoy fue todo un espectáculo.

Me topé con Coco, tu otro gato. ¡Qué nombre tan inadecuado para él! Debería llamarse Cocoon, está bien gordito. No lo conocía, no es el mismo del que hace unos años debía escapar. Nos encontramos hocico a trompa y, en lugar de tratar de atraparme, decidió abrazarme, lanzarme al suelo y acomodarme como si fuera un juguete. Dormimos un ratito, luego me ronroneó Prrrrrrrrrr al oído sus problemas de colesterol. Acá entre nos, Santiago, el problema de Coco es que come demasiado en las casas de la vecindad.

Le di algunos secretos para empezar a ejercitarse, pero no fue más que mencionarlo y, al ver que tu mamá servía comida a Mermelada, se fue directo al plato. Eso sí, me llevó en su boca balanceándose de una lado al otro, como si pensara que yo era un muñeco. ¡Jajajajaja!

Claro, traté de escapar, en el momento preciso que escuché que de nuevo tu mamá me llamaba, - ¡Pérez, ¿estás por ahí?, hoy es día de caninos, Pérez! Gritó a todo pulmón. En esas Coco dejó de comer, se atrapó en sus dientes y me echó sobre la vasija del agua, aproveché para nadar un rato.

Andando en esas, pasaba Emmanuel, tu hermano, me vio y gritó, yo grité con él, Coco salió corriendo, Mermelada como una fiera se abalanzó a atraparme y tu, pasaste corriendo huyendo de tu mamá, que estaba con un hilo dental tratando de colocarlo en tu boca para jalar tu canino. ¡Fue un caos total!

Aproveché ese momento de confusión para correr y esconderme tras la nevera. Sentí por mucho tiempo temblar mi cuerpo. Por supuesto tu premio se cayó de la maleta: Esta vez te traje un aguacate. No sé por qué no puedo darte un dulce o una moneda como a los otros niños, pero bueno, allá en Ciudad Ratón dicen que debe ser así.

En un pequeño descuido de Mermelada, corrí a toda velocidad y subí al baño del segundo piso. Ahí estaba tu mamá, armada con un hilo dental, mientras tú te tapabas la boca con la mano. Entonces, con la determinación de un odontólogo en una misión, agarró el cepillo de dientes y comenzó a cepillarte con energía, ¡vaya susto me dio! Lo hacía con tanta fuerza que parecía que quería sacar una perla de una ostra.

Y, efectivamente, con un crujido apenas audible, el canino se desprendió y tu mamá lo tomó triunfante en su mano. Lo lavó con esmero, te lo mostró y, con la voz de una heroína victoriosa, gritó:

― ¡Pérez, este premio debe ser grande! ¡Este canino es hermoso! Mi chinito tenía su diente bonito. Pérez, te lo dejo en la bolsa. ¡No demores, voy a sacar a los gatos!.

Luego, mientras tú garabateadas el escrito que me dejas con esmero, yo me escondí tras la camiseta abandonada en las escaleras por Emmanuel. Desde mi escondite, espiaba tus movimientos, esperando pacientemente a que terminaras de escribir. ¡Ay, qué curiosidad me daban tus palabras! Tus garabatos son como misteriosas runas, que me recuerdan mis propias batallas con las letras cuando era niño.

En Ciudad Ratón, necesitaré un traductor para descifrar tus escritos, pero hay algo en esos trazos que me llena de nostalgia. Me hacen recordar las veces que, con mis diminutas patas, intentaba escribir y todos me decían que no lo lograría. Pero aquí estoy, después de nueve años, escribiendo con orgullo.

Santiago, tú también lo lograrás. Dejaremos mudos a aquellos que dudan de ti. Si yo, un ratón con dislexia, disgrafía y con déficit de atención, puede dominar el arte de las palabras y las letras, ¡cómo no lo harás tú! Tus esfuerzos resonarán como una melodía victoriosa, y juntos celebraremos tu triunfo sobre las letras, demostrando que no hay obstáculo insuperable para un corazón valiente.

Mientras deslizaba tu carta y el precioso diente en mi maleta, me invadía una sensación de orgullo y gratitud. La voz melodiosa del Señor Rodo, resonando en cada rincón de Ciudad Ratón, había convertido nuestras aventuras en leyenda. Con cada palabra suya, los ratones del lugar conocieron nuestras peripecias, y fue así que Anení, la ratona de mis sueños, decidió salir conmigo.

Así que si lees este texto Señor Rodo, Gracias amigo humano, este ratón te lo agradece. Me has vuelto una figura pública.

La aventura de hoy, llena de carreras y escondites, de cepillos de dientes y gatos hambrientos, será una historia que hará reír y soñar a todos los ratones. Y mientras el Señor Rodo tal vez de nuevo narra nuestra aventura con su voz envolvente en su canal. Tú con cada trazo y garabato seguirás inspirando a todos a creer en lo imposible.

Así que, Santiago, mientras tú duermes con una sonrisa y un huequito donde estaba tu canino, yo me encamino de vuelta a Ciudad Ratón. Llevando contigo no solo un diente, sino la promesa de que tus esfuerzos, tus letras y tus sueños serán siempre valorados. ¡Hasta la próxima aventura! Mi huecudo amigo.

P.D.: Te dejo tu aguacate 🥑, esta vez en la mesa del comedor y la factura del trueque.

¡Chauu!

Fin.

El viaje de Pérez es un cuento de la escritora Claudia Ávila Vargas © Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial sin la expresa autorización de su autora.

El viaje de Pérez, por Rodo Barone

Sobre Claudia Ávila Vargas

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