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Rodolfo 🐟 Un pequeño pececillo que quería conocer el mundo, tuvo su pequeña aventura.

Por Claudia Comninos

Es famoso el reno Rodolfo de Papá Noel, pero en este caso, Rodolfo es un pequeño pececillo, muy curioso y aventurero, que quería conocer el mundo. Uno de los divertidos cuentos de pececitos para niños escrito por Claudia Comninos, y sugerido para niños y niñas pequeños.

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Rodolfo

Rodolfo, el pececito aventurero - Cuento

Era una hermosa mañana en el lago, el agua se movía suavemente como meciendo a todas las criaturas que vivían en él. Rodolfo era un pequeño pejerey que vivía junto a su familia en el lago. Le encantaba salir y mirar rápidamente el paisaje.

Soñaba con poder ir a visitar el hermoso volcán que se veía a la distancia y poder volar como los pájaros. Su imaginación lo llevaba a las colinas vecinas y más allá de las montañas, le gustaba conversar de eso con sus hermanos; pero ellos no lo escuchaban. Bajo el lago había cosas más interesantes que hacer, le decían.

Fue así como Rodolfo se alejaba de ellos y subía a la superficie vez que su madre se distraía a mirar el cielo azul. Ese día en particular algo le llamó la atención a lo lejos y trataba de afinar su visión como uno lo hace cuando quiere descubrir algo a la distancia.

Como él era curioso, agitó sus aletas y colita y subió lo más rápido que pudo, ¡¡¡era un bote!!!. Él había visto muchos; pero Mamá siempre decía, hijos nunca se acerquen a un bote, porque en ellos hay humanos y ellos nos pescan y atrapan con sus redes y sus enormes cañas de pescar, seduciéndonos con manjares; pero nosotros no podemos ir porque nunca más volveremos.

Rodolfo, que era aventurero por naturaleza, no escucho a su madre ya que su curiosidad era más grande, este bote no tenía ni redes ni cañas, lo que si le llamaba la atención era la figura de un pequeño humano quien batía sus manos en el agua y hacia un extraño, pero delicioso ruido que lo llenaba de alegría.

Este pequeño humano estaba con otro más grande. Rodolfo pensó, mamá nunca nos había contado que existían de distintos tamaños y, la verdad, no se ven tan peligrosos y feroces como los demás peces los describían, creo que han exagerado pensó.

Él siguió observando la figura del pequeño, ese día el lago estaba cristalino y se podía ver un poco hacia abajo, cuando de repente, el pequeño niño que, para que ustedes sepan, se llamaba Jorge vio a Rodolfo. Su carita cambió a la de entusiasmo y sorpresa.

- Papá, papá, un pececillo.

Su padre miró cerrando un poco los ojos para poder enfocar mejor y logró divisar a Rodolfo. ¡¡Oh!!, es un pequeño pejerey, habían muchos en el lago; pero este era más osado de lo nunca había visto.

Ambos, padre e hijo se quedaron mirando a Rodolfo quien no se movía y sólo movía sus pequeñas aletas suavemente. Luego de un rato, Rodolfo se da cuenta que ellos no eran peligrosos, es más, estaba convencido que todas las historias no eran más que exageraciones de todos los peces que no querían que los pececillos subieran a la superficie.

Así fue como el bote se fue moviendo y alejando lentamente. Jorge llegó entusiasmado corriendo.

- ¡Mamá, mamá! -gritaba en cuanto pisó el borde del lago.

- ¿Qué pasa mi pequeño marinero? -preguntó su madre.

- Hemos visto un pececillo, y él me miró a los ojos. Era lindo, lindo y quiero que sea mi amigo -gritaba mientras corría batiendo sus bracitos alrededor de su mamá.

- Está bien Jorge -reían sus padres-, ahora es hora de ir a casa a comer.

Rodolfo también quedó emocionado, sólo que él no pudo contarle a nadie, porque el regaño que se ganaría sería de aquellos.

La familia de Jorge vivía en la ciudad y en esos días estaban de vacaciones, Rodolfo pensaba en el niño humano y cuándo podría verlo nuevamente.

El papá de Jorge lo sacó nuevamente a pasear. Esta vez llevó una pequeña red y una pequeña pecera. Jorge había hablado tanto del pececito, que le pidió a su padre si podían ir a buscarlo, total ellos en casa tenían un bello acuario.

El padre de Jorge le dijo que esos pececillos no eran lo mismo que los del lago, estos no resistirían salir de ese lugar, y le hizo un trato. Como el papá de Jorge era marinero, anotó los puntos donde recogerían al pececillo y luego lo dejarían en el mismo lugar para que volviera a su hábitat.

- ¡¡¡Muy bien!!! -saltó de alegría Jorge, casi dando vuelta la pequeña embarcación.

- ¡Uy uy uy!, ¡pequeño, tranquilo!, -exclamó el padre de Jorge.

Fue así como partieron en busca de ese tan especial pececillo.

Según los cálculos de su padre, estaban en el área donde habían divisado al tan famoso pez. Mientras tanto, en el fondo del lago, como todos los días a esa hora, Rodolfo y sus hermanos jugaban, las madres de los pequeños peces hablaban como hablan nuestras madres mientras nosotros jugábamos en el parque, porque aunque no lo crean, todas las madres del mundo son iguales.

En ese entonces, algo motivó a Rodolfo a ir a investigar nuevamente, no se si era una intuición o un presentimiento, pero era como un llamado, batió su colita y se embarcó hacia la superficie. Cuál sería su sorpresa nuevamente al ver la pequeña embarcación. Su pequeño cuerpecito vibró de emoción, apuró su aleteo y llegó a la superficie. Mientras subía no veía al pequeño humano, se quedó debajo mirando, y entonces vio al otro lado que el agua se movió. Uyyy, si que mueve fuerte sus aletas este humano, pensó Rodolfo, si las sigue moviendo me va a costar llegar.

Mientras, Jorge le decía a su papá:

- ¿Cuándo va a llegar, papá? ¿Cuándo?, -ansioso de que Rodolfo apareciera.

- No lo sé hijo, tampoco sé si lo volveremos a ver, este lago es muy grande.

- Pero quiero que sea mi amigo papá -frunció el ceño con decepción,

- Ten paciencia -exclamó su padre-, disfruta el paisaje, mira el bello volcán, parece que estuviera fumando.

Jorge siguió mirando el agua sin batir sus manos, con su cabecita apoyada en sus bracitos, se quedó suspirando. Rodolfo llegó de repente, apareciendo debajo de la embarcación. De pronto Jorge lo vio y saltó nuevamente de alegría. Vaya, este niño si que es expresivo, pensó Rodolfo, mientras nuevamente la embarcación se movía peligrosamente.

- Hijo, ¿qué haces?, -gritó el padre con miedo en sus ojos.

¡Es él, es él!, -gritaba.

- Schuuu no hagas tanto alboroto pequeño, lo vas a asustar.

Ambos se acercaron al borde de la embarcación suavemente, pero Rodolfo no tenía miedo, estaba entusiasmado mirando a los dos humanos y aleteaba y movía su colita tratado de mantenerse mirando hacia arriba. Fue entonces cuando el padre de Jorge toma la pequeña red y la sumerge en el agua.

Guau, que es esto, pensó Rodolfo quien siente que lo levantan, pero en vez de estar asustado no podía creerlo estaba volando y sintió el viento es su cuerpo. El padre de Jorge se demoró tan poco en el traslado que Rodolfo no alcanzó a sentir la falta de aire.

De pronto se ve en la embarcación, en una cosa que nunca había visto, que lo atrapaba; pero dejaba que viera todo. Podía ver el lago desde arriba, ¡¡al contrario de estar asustado estaba en su gloria!!

No se acordó de nadie mientras se movía la embarcación, solo estaba embelesado con todo lo nuevo mientras Jorge no dejaba de mirarlo. "Si que eres lindo", conversaba sin parar. Rodolfo miraba el volcán, había escuchado de él por historias de aquellos que lograron escapar de las redes de los humanos; pero esto es incomparable.

Pronto la barcaza se detuvo. Rodolfo miraba para todos lados ¡¡¡qué emoción!!! pensaba, mientras el padre de Jorge tomaba la pecera. Se mecía suavemente con cada paso que este daba.

- Vaya vaya, ¿qué tenemos acá -dijo sonriente la madre de Jorge- sino un pequeño pejerey?

- Si, si -aleteaba y corría Jorge, como era de costumbre cuando se emocionaba-, trajimos a mi amigo a conocer nuestra casa.

- Pero recuerda Jorge, sólo será un par de días, estos peces no son como los que tienes en casa, son para ser libres en el lago.

- Siiii, siii -seguía corriendo Jorge-, vamos papá, llevemos a fuera al pececito, lo voy a llamar Plateado por su color.

- Bueno Jorge -respondió el padre.

Así fue como Rodolfo tuvo un tour por lo que que era una casa humana, no entendía nada y cada cosa era más rara que la otra. Al salir a la terraza de la casa tuvo la panorámica del lago, el volcán y todo el paisaje, vaya esto sí que es hermoso, pensó en voz alta. Jorge conversó toda la tarde con Rodolfo, está claro que Rodolfo no entendió ni una palabra; pero disfruto el parloteo del niño, mientras tanto miraba el paisaje, los árboles, los pájaros. Quisiera poder volar pensaba, si pudiera volar viajaría por el mundo y visitaría un sin fin de lugares.

De pronto cayó la noche y Jorge se fue a dormir. Rodolfo también durmió, y ambos soñaron cosas hermosas. La Luz entraba por los grandes ventanales de la casa, Rodolfo despertó con los primeros rayos del sol, todos en la casa comenzaron a despertar y obviamente Jorge llegó corriendo a ver a Rodolfo. Desayunó diciendo que hoy llevaría al pequeño pececito a pasear con él. El papa de Jorge le dice que el pececito no es un juguete, es un ser vivo que merece un mayor cuidado.

- Pero yo quiero llevarlo -susurró con pena.

- Está bien -dijo su padre-, yo te acompañaré.

Fue así como se las arreglaron y llevaron la pecera en la camioneta; pero para pesar de Rodolfo, no veía nada y lo bueno es que Jorge le volvió a dar una deliciosa comida, era para chuparse las aletitas.

De pronto el vehículo se detuvo y abrieron la puerta dejando ver una bella cascada; padre e hijo caminaron en dirección de la cascada mientras Rodolfo continuaba mirando cómo era posible que cayera tanta agua del cielo, nuevamente vio a los pájaros, habían de todos colores y también vio mariposas, eran tan bellas y tan frágiles.

Así transcurrió una hora y ya era la hora del almuerzo y regresaron a casa. El padre de Jorge le dijo que en la tarde irían a dejar al pececito a su hogar. Jorge miró con Pena; pero su papá le dijo que su familia lo debía estar extrañando. Jorge respondió levantando sus pequeños hombros y asintió.

Almorzaron y se alistaron para ir a la embarcación, está vez los acompañó mamá, los tres subieron y llegaron al punto de referencia, le dieron un momento a Jorge para que se despidiera y lanzaron suavemente a Rodolfo al agua. Que suave se siente el agua del lago, pensó Rodolfo. Se quedó mirando la embarcación mientras esta se alejaba hasta que ya no pudo verla. Fue entonces que pego un pequeño salto y se fue en picada hacia su hogar.

Su madre estaba llorando, lo había buscado por todos lados. Al verlo lo abrazó, como se abrazarían los peces, "¿dónde has estado?, ¿qué ha pasado?", murmuró entre sollozos. "Oh madre, deja que te cuente mi aventura...".

Fue así como un pequeño pececillo llamado Rodolfo, quien quería conocer el mundo, tuvo su pequeña aventura y conoció más que nadie de su familia y vecinos, y contó su historia a sus hijos y estos algún día la contarían a sus hijos, convirtiéndose en aquel pececito que soñó y logró conocer el mundo de arriba.

Fin.

Rodolfo es un cuento de la escritora Claudia Comninos © Todos los derechos reservados.

Sobre Claudia Comninos

Claudia Comninos - Escritora

Claudia nació en la Ciudad de Rosario, Provincia de Santa Fe, en Argentina. Actualmente vive en la Ciudad de Villa Constitución, también en Santa Fe.

¿Qué autores lees? Leo de todo! En especial clásicos de literatura y filosofía, desde Borges, Sábato, Cortázar, García Márquez, Galeano, hasta el insuperable Quijote de la Mancha de Cervantes. Gusto de leer también sobre zoología, que inspiran mis fábulas infantiles, geografía, psicología y ciencias.

Claudia Comninos tiene tres hijos, es abogada y se desempeña laboralmente en el ámbito del Derecho. Estudia la carrera del Profesorado de Ciencias de la Educación, cursando el 4to año. Además, estudió piano y dibujo artístico. Y hace muchos años comenzó a incursionar, no profesionalmente, en la literatura para niños, aunque suele escribir también para adultos.

Quiere conocer más sobre la vida y las obras literarias de Claudia Comninos, puede leer la entrevista que le hicimos para nuestro sitio Aquí.

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