Por Jair Nieto González. Cuentos de perros para niños.
La mascota es un cuento de Jair Nieto González, un nuevo colaborador de EnCuentos, que narra la historia de un pueblo pobre y pequeño donde los niños tenían poco espacio para jugar. Un día apareció en el pueblo un perro fiel, leal y amoroso que los niños del pueblo adoptaron. Era un perro callejero que se volvió correlón e hiperactivo y al que le pusieron de nombre "Loquillo".
Un día uno de los niños se cayó en un hueco profundo y los otros corrieron al pueblo a pedir ayuda. El cuento es una historia corta pero conmovedora sobre la amistad y la lealtad entre un perro y unos niños que luego rebautizaron al can. ¿Cuál será el nombre que le pusieron?
Pero primero veamos dos términos que utiliza el autor en el cuento, que seguramente serán poco conocidos para muchos de nuestros lectores. ¿Qué es un sancocho? y ¿Qué es el aguapanela?
¿Qué es el sancocho?
El sancocho es un plato típico y muy popular en varios países de América Latina, especialmente en aquellos de influencia hispana y caribeña. Es un guiso o sopa espesa que combina diferentes ingredientes, como carnes, vegetales y tubérculos, cocidos lentamente en un caldo sabroso.
La receta del sancocho puede variar según la región y los gustos personales, pero suele incluir carnes como pollo, res, cerdo o pescado, así como plátano, yuca, papa, ñame, zapallo y otros vegetales. Se sazona con hierbas y especias, como cilantro, ajo, cebolla y comino, entre otros condimentos, que le otorgan su característico sabor.
El sancocho es considerado un plato reconfortante y nutritivo, ideal para disfrutar en días fríos o como comida principal en reuniones familiares y festividades.
¿Qué es el aguapanela?
El aguapanela es una bebida tradicional y muy popular en varios países de América Latina, especialmente en Colombia. También se conoce con otros nombres en diferentes regiones, como "panela" o "papelón" en otros países de habla hispana.
Se elabora a partir de la panela, que es un tipo de azúcar integral no refinada. La panela se obtiene al evaporar y cristalizar el jugo extraído de la caña de azúcar. El aguapanela se prepara disolviendo la panela en agua caliente, hasta que se disuelve por completo, obteniendo así un líquido dulce y ligeramente espeso.
El aguapanela se consume tanto caliente como frío, dependiendo de las preferencias personales y del clima. Algunas personas le añaden un toque de limón o de jugo de naranja para darle un sabor cítrico y refrescante. Esta bebida es apreciada por su sabor dulce y reconfortante, y es considerada una fuente de energía natural debido a los nutrientes presentes en la panela, como minerales y vitaminas.
Luego, si te gusta este primer cuento de Jair, por favor, deja algunos comentarios (✍🏼), califica esta breve historia con estrellas para que otros la encuentren en el sitio (⭐) y compártela con algunos niños y adolescentes, a través de las redes sociales o baja el cuento en formato PDF y comparte por correo electrónico, Whatsapp o Telegram (🙏🏼). ¡Gracias!
La mascota
Érase un pueblo pobre y pequeño. Los niños tenían poco espacio para jugar. Lo hacían en las calles cubiertas de polvo en verano y barro en invierno. También disfrutaban la parte sur del pueblo donde empezaba el camino hacía el río. Las tardes a sus orillas eran fabulosas, ahí comían lo que les enviaban de casa y luego subían al cerro tutelar.
Un día apareció en el pueblo un gozque café, era un chandoso, pero así tuvieran más pedigrí las palomas del parque que él, los niños del pueblo, lo adoptaron. Era un perro fiel, leal y amoroso. Tenía unos tristes ojos azules; se veía que había vivido, literalmente, una vida de perros. Les temía a los adultos y en cuanto veía que lo iban a acariciar, se tendía como esperando un golpe.
Al principio era tranquilo y andaba reposado a la par de los niños; no tenía nombre y como se volvió correlón e hiperactivo, le pusieron "Loquillo".
Una vez pasó un veterinario por el pueblo, y varios vecinos aprovecharon para preguntarle la razón por la cual Loquillo se había vuelto así, saltarín y correlón. El hombre lo examinó y preguntó:
- ¿Que come el animal? -
Ninguno de los adultos lo sabía. Los niños no querían hablar. De pronto una de las niñas dijo:
- No hay dinero para comprarle nada; le damos lo que comemos: café, sancocho, arroz con frijoles.
- Esa es la razón -dijo el doctor- la cafeína lo pone alegre ¿no hay forma de cambiársela? ¿Por ejemplo, darle solo aguapanela?
- No doctor -dijo la niña- no se puede porque le da sentadera-.
- ¿Y eso qué es? -dijo el médico-.
- Pues, sentadera -contestó la niña.
Los niños reían con la cara tapada y el médico entendió que el animal se enfermaba del estómago. Le regaló una desparasitada, les dijo que siguieran igual con el perro y se despidió.
Al día siguiente, los niños fueron a jugar al cerro. Al bajar uno de ellos se fue a un hueco profundo. Los otros desesperados corrieron al pueblo a pedir ayuda. Se quedaron con él, una niña mayorcita a la qué le decían "Capitana", y también Loquillo, el perro.
Avisaron a los adultos y a cuanto campesino había por allí, pero todos estaban ocupados. Solo acudieron el inspector de policía y, desde luego, los padres del niño.
Para subir al cerro había un camino amplio y no era muy empinado, por lo que para ellos no significaba mucho sacrificio, pero no se podía decir lo mismo del inspector que medía 1.80 metros y pesaba 110 kilos. Sin llegar a la mitad del camino ya iba ahogado, sudoroso y cansado.
No habría ido si no fuese por la gravedad del problema. Niños y adultos empujaban al inspector del voluminoso trasero y hacían votos al cielo porque no se les fuera a rodar, pues su gordura podría provocar un alud.
Llegaron por fin al lugar del problema. Loquillo saltaba y saltaba como queriendo decir ¿en qué ayudo? Los padres del niño gritaban angustiados qué por aquel hueco no cabía nadie y si alguien cupiera debía ser en extremo delgado, pues era imposible ancharlo sin tapar al niño con la tierra. Había amenazas de lluvia.
Metieron un lazo y le gritaron al chico, pero nadie contestó. El lazo se enredaba y no llegaba hasta él. ¿Qué hacer? De improviso la Capitana dijo:
- Amarremos al perro con el lazo y bajémoslo por el hueco para que lo lleve.
Así se hizo. El perrito bajó tranquilo. Parecía que entendía la misión que le encomendaban. A medida que el animalito bajaba, al niño le caía tierra en la cara, tosía, lloraba, hasta que el perro llegó; desde arriba no oían nada.
El niño agarró la cuerda y desde afuera empezaron a templar; el perro gemía de dolor, pues pese a que habían hecho un nudo corredizo, por la estrechez del conducto y el peso del niño, el animal sentía presión en sus costillas.
El inspector parecía un buda recostado a un árbol desde el cual halaba la cuerda, mientras los niños le ayudaban y hacían coro. Por fin Loquillo salió y un campesino cogió el lazo por debajo de la barriga del perrito y este descansó; mermo la chilladera, sacaron al niño sano y salvo, magullado y con laceraciones, pero Loquillo estaba en peores condiciones, con dos costillas rotas y una pata fracturada.
Desde ese día, el perro caminaba orgulloso junto a los niños y estos le cambiaron el nombre; desde entonces se llamó "Salvador".
Fin.
La mascota es un cuento del escritor Jair Nieto González © Todos los derechos registrados.
Sobre José Jair Nieto González
José Jair Nieto González nació el 15 de marzo de 1947 en Armenia, en el departamento de Quindío en Colombia. Jair estudió en Sevilla y Cali, ambos del departamento de Valle del Cauca.
Es tecnólogo del Sena Colombiano y trabajó 35 años en una empresa privada. Actualmente es pensionado.
Otros cuentos sobre perros
Más cuentos de perros para niños.
Si te gustó la historia de "La mascota", por favor, deja algunas palabras en los comentarios (✍🏼), califica el cuento con estrellas para que otros lo encuentren en el sitio (⭐) y comparte con algunos amigos y conocidos a través de las redes sociales, puedes utilizar los botones que están a continuación (🙏🏼). ¡Gracias!