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Por Julia Gutiérrez. Cuentos infantiles con valores

La mínima expresión es la historia de una pequeña niña a la que no le faltaba nada y, sin embargo, se dio cuenta que lo único que necesitaba era el amor de sus padres adoptivos. Es un maravilloso cuento corto de la escritora y periodista española Julia Gutiérrez.

La mínima expresión

La mínima expresión - Cuento con valores
Imagen de Tarishart

Habían dedicado tanto, tantísimo tiempo a sí mismos, a su carrera, a su trabajo, a viajar… que cuando quisieron darse cuenta, Nati y Luis ya se habían hecho demasiado mayores para tener hijos. Si fuera por su edad… ¡Ya casi eran abuelitos! Aunque realmente eso no importaba tanto, porque vivían en el país del Bienestar, y allí la vida era tan buena… ¡buenísima!… que muchas personas se jubilaban a los cien años. Por eso decidieron que todavía no era demasiado tarde para adoptar un bebé.

Sin embargo, no era tan fácil lograrlo. En general, en los países desarrollados, las personas no tenían tiempo de tener niños, y por eso quedaban muy poquitos en el mundo. Después de años intentando localizar a una criatura sin papá y sin mamá, la última posibilidad que les ofrecieron en la Agencia de Adopciones Frustradas fue la de viajar hasta un remoto lugar para conocer a Mínima. Se trataba de una niña huérfana que nadie quería adoptar porque no se ajustaba a los cánones estéticos del momento –algo de vital importancia para aquella sociedad perfecta-.

Nati y Luis eran generosos de corazón, así que no lo dudaron y emprendieron el viaje. Cuando la vieron por primera vez se quedaron asombrados. Era tan, tan, tan pequeña… ¡pequeñísima!…, que apenas llegaba hasta sus rodillas. ¡Y eso que ya había cumplido los 10 años! Para ellos era una niña perfecta, así, tal cual era, y lo único que les preocupó fue su salud.

Así que en cuanto estuvieron de vuelta en casa, visitaron a muchos médicos para que les aconsejaran sobre el tema del crecimiento. Todos coincidieron en su diagnóstico: estaba milagrosamente sana, aunque lo más probable es que ya no creciera más. Su corta estatura se debía a la reacción de un extraño alimento que probablemente había tomado desde que nació. Ahora ya no se podía hacer nada para cambiar su metabolismo, por lo que el crecimiento se había estancado…, casi con total seguridad…, para siempre.

A Nati y a Luis no les importó aquella circunstancia y se volcaron en ella por completo. Querían ofrecerle mucho, mucho amor, todo ese amor que tenían dentro, en sus corazones. Los nuevos papás hacían todo lo que podían para que la niña no se sintiera rechazada por ser bajita, y también para que olvidara las miserias y penurias por las que había pasado, allá en su país sin fondos monetarios. Fue por eso cayeron en el error de comprarle cualquier capricho que se le antojaba. Esa actitud tan desprendida tuvo muy pronto sus repercusiones. Mínima se volvía cada vez más antojadiza y consentida. Ya tenía 20 videoconsolas, un parque de atracciones en el jardín, piscina en su habitación… ¡Y hasta un huevo de chocolate del tamaño de un edificio! Pero no se conformaba con nada y a cada momento pedía algo nuevo.

Así y todo, se puede decir que todo iba más o menos bien… ¡Hasta que llegó una cosa horrorosa que empezó a ocupar portadas de periódicos y titulares de telediarios! La crisis.

El país del Bienestar entró en guerra con el Estado del Malestar y en aquella batalla los padres de Mínima se quedaron sin trabajo. En poco tiempo, sus vidas cambiaron por completo. Ya no tenían dinero para nada.

Tuvieron que dejar de vivir en su gran chalé para irse a un departamento diminuto, y en lugar de montar en su carrazo… ¡iban en autobús! Mínima estaba asustada. Haría lo que fuera con tal de no volver a ser pobre. Así que una noche que no podía dormir se escapó de casa para ir a buscar a otros padres ricos.

No tuvo que deambular mucho por ahí, ya que pronto encontró quien la auxiliara. La recogió Calixta, una mujer modernixta, con gustos minimalixtas, amigos surfixtas… Pero tan caprichosa… (o caprichosixta) que al poco tiempo se cansó de Mínima y la cambió por un ornitorrinco futurixta.

Después se fue a vivir con unos amigos famosos de Calixta, que tenían sus antojos… y quisieron llevársela con ellos. Se llamaban Angelita Jolín y Brap Tic. Tampoco fue fácil acostumbrarse a la vida que le proponían. A diario tenía que ir al salón de peluquería, a un desfile de modelos, a una entrega de premios… Tenían tan poco tiempo para estar juntos, que solo la abrazaban cuando era necesario para una sesión de fotos.

Extrañaba muchísimo a Nati y a Luis: las palabras bonitas que le decían, sus preocupaciones para que estuviera bien, la forma en que acariciaban su cabello… Ahora se daba cuenta de que ellos sí la querían, y lo hacían sin esperar nada a cambio. Ya no se acordaba de los juguetes o de las cosas que había tenido, sino de las historias que le contaban antes de irse a dormir, de los besos que le daban, de cómo la llevaban de la mano, orgullosos de tenerla con ellos…

Mínima estaba cada día más y más desanimada Ya no le importaban los regalos, ni tener una tienda de juguetes para ella sola, ni nada de nada. Lo único que quería era volver a estar con Nati y Luis. Estaba tan apenada que se le habían quitado las ganas de comer y se estaba quedando, ahora sí, en la mínima expresión. ¡Hasta parecía todavía más pequeña!

Pero lo que Mínima no sabía es que sus papis no habían dejado ni un solo día de buscarla, estaban dispuestos a lo que fuera por recuperar a su pequeña. Habían seguido su pista a través de la prensa y de las redes sociales, donde constantemente subían imágenes de ella. Y así consiguieron dar con ella y un día se presentaron en su casa, tal vez solo para visitarla… Mínima estaba abstraída, con su ya habitual expresión de tristeza, mirando por la ventana, mientras reflexionaba sobre los acontecimientos pasados… cuándo a lo lejos reconoció las siluetas de sus padres, que llegaban caminando, ¡a saber desde qué distancia! Salió corriendo hacia ellos. Lloraba y reía de felicidad, abrazada a las piernas de sus padres.

Mínima seguía siendo muy, muy pequeña de tamaño, pero había crecido en su interior.

Fin.

La mínima expresión es un cuento que nos envió la escritora y periodista española Julia Gutiérrez para publicar en EnCuentos.

Sobre Julia Gutiérrez

Julia Guitérrez Nuñez - Periodista y escritora

Julia Gutiérrez Núñez nació en Valladolid (España) y es periodista, escritora y bailarina. Desde hace casi cuatro años está radicada en Quito (Ecuador) donde ha estado vinculada con el sector editorial como correctora de estilo y creadora de planes de literatura infantil y juvenil.

Es licenciada en Periodismo y Comunicación Social y en su país de origen trabajó en prensa especializada en el área de Economía y Salud.

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2 comentarios en «La mínima expresión»

  1. Foto del avatar

    El cuento lo leí a mis hijas de 8 y 10 años y les pareció muy bonito, aprendieron que no se tiene que dar todo lo que quieres solo las necesidades…

    La chiquita dice que no tiene que obligar a nuestros padres a que nos compren cosas.
    El amor esta en la familia, en la amistad.

  2. Foto del avatar

    Lo pequeño parece que no existiera, y sin embargo siempre está presente. Conozco esta historia de hace tiempo, y aún así, siempre la leo como una novedad… Muy inspirada.

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