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Acampando en lo alto ∗ Comprendieron el sufrimiento y la desesperación del animal atrapado en una trampa…

Por José jair Nieto González. Cuentos con valores para niños y adolescentes.

En el relato «Acampando en lo alto» del escritor Jair Nieto, somos transportados a un emocionante viaje de una pareja que decide aventurarse en las majestuosas montañas de los Farallones de Cali. Enmarcado por el trasfondo de la vibrante Ciudad 2000 en Cali, la historia nos presenta a Olga y Antonio, un matrimonio que busca desconectar de la rutina y explorar la naturaleza en lo alto de las montañas.

Con un relato lleno de detalles pintorescos y sensaciones palpables, somos guiados por el proceso meticuloso de preparación, desde la selección de la comida hasta la elección del lugar perfecto para acampar. La descripción vívida de los Farallones y su belleza panorámica nos invita a contemplar junto a los personajes las vistas de la ciudad, sus cerros y ríos, mientras nos sumergimos en la experiencia de acampar en medio de la naturaleza.

Sin embargo, el giro emocionante ocurre cuando, en un momento inesperado, Olga y Antonio encuentran a un águila atrapada en una situación precaria. «Acampando en lo alto» no solo es una narración de una escapada aventurera, sino un recordatorio de nuestra responsabilidad hacia los seres vivos con los que compartimos el planeta. Con un toque de realismo mágico, la historia nos sumerge en un vívido paisaje donde la empatía y la conexión con la naturaleza se convierten en los protagonistas.

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Acampando en lo alto

Águila - Acampando en lo alto - Cuento

Vivían en Ciudad 2000 en una comuna de Cali, -nuestra salsera ciudad-, muchos años de matrimonio, un solo hijo y profesional.

Resolvieron salir a acampar en lo alto de la ciudad, los Farallones de Cali, cadena montañosa tutelar nuestra, que nos separa del Océano Pacífico, situado a dos horas por carretera en el bello puerto de mar, Buenaventura. El día anterior habían alistado lo necesario: ropa deportiva, carpas, sleeping, comida, bebidas etc.

Olga muy precavida llevaba champus con hielo, chontaduros, frutas diversas y carnes de pollo y res desmechada, de tal manera que fuera fácil hacer arepas con todo o empanadas mixtas, y la misma carne pero sazonada y hojas de bijao para servirla.

Salieron a las 5am, por la Avenida Simón Bolívar, pasaron por el Centro comercial Unicentro y agarraron la Cañas gordas y por esta autopista llegaron al pueblito Pance. Dejaron el carro allí y tomaron la trocha a pie; lograron coronar el alto de Pico de loro y allí se sentaron a descansar y contemplar a Cali, desde lo alto; divisaron sus cerros Cristo Rey y las Tres Cruces; los altos edificios; la cinta que la atraviesa desde el sur-occidente al norte, que es el Río Cali, que pasa buscando al Río Cauca, donde le rinde sus aguas.

Subieron un poco más arriba y en una pequeña explanada, armaron la carpa; tomaron champus y más tarde comieron galletas con café de un termo que llevaban para la ocasión. Pelaron unos chontaduros y se los comieron con sal. El espectáculo de una noche de luna y una gran pléyade de estrellas, unidas a la luz propia de la ciudad era de verdad inigualable y así se prepararon a dormir.

Nada más despertarse y preparar café para el desayuno, oyeron un graznido y un aleteo como de un animal en apuros y al dirigirse al sitio desde donde venían los ruidos, vieron a un águila que se quedó enredada entre las espinas de una mata de moras y un cerco de alambre de púas y luchaba en vano por librarse de estas cadenas, en cuanto se arrimaron el animal se quedó quieto y los miraba con ojos suplicantes.

Antonio le dijo a Olga:

Mami, cuidado, el pico y las garras del águila son fuertes y peligrosas-.

Pero que hacemos -respondió ella-, como le ayudamos.

Antonio volvió a la carpa y trajo un saco de lana y con el envolvió la cabeza y tapó los ojos del animal, mientras lo tranquilizaba hablándole en un tono muy bajo, mientras Olga sacaba púas metálicas de la pata del animal y la libraba también de las espinas del arbusto de mora, enseguida limpió la herida y la vendó, acto seguido Antonio con cuidado llevó el agüilla a un cuenco de agua y el animal bebió, Olga sacó carne desmechada y colocándola sobre hojas de bijao, se separó para que Antonio llevará el ave a comer.

Después de eso le quito el saco y la soltó, la joven águila los miró con desconfianza, pero volvió a comer, en seguida inició una carrera corta y emprendió el vuelo.

Sus colores café y amarillo, su gran pico y sus ojos saltones, quedaron grabados en el celular de Olga al igual que sus hermosas alas de un metro o más de envergadura. El animal pasó por dos veces frente a ellos como despidiéndose y después remontó hacía las alturas.

Antonio y Olga siguieron en sus labores, entre ellas abrir un hueco en la tierra, llenarla de hojas de bijao, meter allí la carne de pollo y res sazonada, con papas, yuca y guiso, enseguida los taparon y prendieron la fogata encima por dos horas y media, pasado este tiempo destaparon y se sirvieron un suculento almuerzo de carne y verduras al tapao.

Estaban en esas cuando ¡Oh sorpresa!, el águila retornó con su pata vendada y empezó a comer los restos del almuerzo, alzó el vuelo y volvió de nuevo y a la tercera vez, vino acompañada de dos hermosos aguiluchos, y a una distancia prudente, les presentó a los acampadores, su familia.

Ellos no podían creerlo, pero si comprendieron el sufrimiento y la desesperación del animal atrapado en una trampa lejos de sus aguiluchos.

En muchas ocasiones los animales necesitan la ayuda, el apoyo del ser humano, ellos son nuestros hermanos menores, no los desatendamos, brindemos con mano abierta por la comida y el bienestar de ellos. Así como Olga y Antonio, debemos ser compasivos con ellos, lo merecen.

Fin.

Acampando en lo alto es un cuento del escritor José Jair Nieto González © Todos los derechos reservados.

Sobre José Jair Nieto González

José Jair Nieto González - Escritor

José Jair Nieto González nació el 15 de marzo de 1947 en Armenia, en el departamento de Quindío en Colombia. Jair estudió en Sevilla y Cali, ambos del departamento de Valle del Cauca.

Es tecnólogo del Sena Colombiano y trabajó 35 años en una empresa privada. Actualmente es pensionado.


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