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La suerte del pescador 🎣 «Soy el espíritu del río, quien premia y castiga las buenas y malas acciones de los pescadores».

Por Alberto Suárez Villamizar. Historias cortas.

La suerte del pescador es una breve historia de un pescador a quién las cosas no le estaban saliendo bien, sin embargo, se le presentó la que quizás era la oportunidad de su vida. ¿Sabrá el pescador aprovechar esta magnífica posibilidad que tiene? Es un cuento para reflexionar, del escritor colombiano Alberto Suárez Villamizar, recomendado para adolescentes y jóvenes. ¿Qué enseñanza crees que nos deja el cuento? Puedes comentarnos.

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La suerte del pescador

La suerte del pescador - Cuento
Ismael Arroyo Valdés, CC BY-SA 4.0, via Wikimedia Commons

Había llegado muy lejos en su recorrido río arriba, y a pesar de su dedicación e insistencia, la pesca había resultado infructuosa. Cansado y pensativo tomó un descanso en aquella orilla a donde nunca antes había llegado.

¿Qué he de hacer para dar de comer a mi mujer y mis hijos? Se preguntaba desolado. No era posible que habiendo iniciado desde temprano su jornada, y que habiendo lanzado innumerables veces sus redes, no capturara los peces que le permitieran con su venta en el puerto, sostener a su familia.

En los últimos días la pesca había escaseado, y el de hoy era otro más. Era cerca de la media noche cuando se aprestaba a emprender el regreso, fue a montar su canoa cuando se sorprendió con la presencia de un ser extraño…

Buenas noches -se apresuró a saludar al desconocido.

Buenas noches -respondió el extraño. Veo que no ha tenido suerte en su pesca.

Así es –respondió el «negro José», como era conocido en el mundo de los pescadores y del puerto.

No se preocupe, hoy le quiero ayudar -dijo el desconocido-. Usted es un buen hombre y le daré la oportunidad de su vida.

¿De qué se trata, y quien es usted? -preguntó con desconfianza el negro José.

Yo soy el espíritu del río, soy quien premia y castiga las buenas y malas acciones de los pescadores. Hoy he visto su dedicación y quiero ayudarlo –dijo el desconocido, y alcanzó al pescador una pequeña libreta de apuntes y una pequeña caja de fósforo o cerillas diciendo:

En esta libreta encontrarás cuatro pistas para hallar una cueva llena de riquezas, a la cual llegarás resolviéndolas. En la caja encontrarás cuatro cerillas, enciende una para leer cada pista. Resuélvelas una por una en su orden. Al hallar la cueva, si lograras hacerlo, toma esta bolsa y recoge en ella lo necesario. Debes salir del bosque antes de que aclare el día o lo perderás todo. Buena suerte. -dijo el desconocido y despareció en la oscuridad.

El «negro José» tomó la bolsa, la libreta y la caja de cerillas. Estaba nervioso y confundido, ya había escuchado sobre la existencia de «el espíritu del rio». Siendo un hombre de aventuras se decidió a emprender el reto.

Encendió una cerilla y pudo leer en la primera hoja de la libreta:

Pista #1: TMuchas tiene el rio, y el camino también, en esa será la vencida si lo intentas otra vez, en esa te bajarás y por la derecha seguirás”.

Lo leyó y repitió las palabras. Recordó sus años de juventud y su afición por los crucigramas ¡Si eso es! Rápidamente trabajó su cerebro: en esa será la vencida, se dijo para sí y la T está resaltada.

Esa es -dijo lleno de alegría- la Tercera será la vencida, y muchas tienen el rio y el camino, ya lo sé: curvas. Es decir la tercera curva del río.

Subió en la canoa y contó las curvas del río, y se bajó en la tercera curva en la margen derecha. Una vez allí continuó con la libreta y encendiendo la segunda cerilla leyó:

Pista #2 PCerca la hallarás y el salmo recordarás: para que no tropieces con ella sus ángeles mandará… sentado en ella a la izquierda mirarás

La P estaba en negrilla, y recordó el Salmo 91;

Oh si, se trata de la Piedra.

Caminó unos pasos y a pesar de la oscuridad muy pronto la encontró, se sentó en ella, miró a la izquierda y encendió otra cerilla para leer en la libreta.

Pista #3 OEsa estrella a los magos llevó, en camino del que en Belén nació. En ese sentido cien pasos darás y así muy cerca estarás

Muy pronto la resolvió:

Si la estrella de Oriente, esa es la solución.

Caminó de acuerdo a la indicación, cien pasos en esa dirección, y una vez que se detuvo encendió la última cerilla y leyó:

Pista #4 ABuena sombra le cobija a quien aquel se arrima. Continua y no desista, esta es la última pista

Rápidamente analizó y resolvió la pista:

El Árbol, esa es, ¿pero cuál de todos? -escudriño en la oscuridad y por fin lo encontró, un frondoso árbol de robusto tronco.

Sintiendo el fuerte palpitar de su corazón y con gran emoción se dirigió hacia el árbol, dio unos pasos a su alrededor y pudo ver una especie de entrada secreta en el tronco del árbol, la cual no dudo un instante en trasponer. ¡Sí, esa era la cueva! Quedó sorprendido de ver tanta riqueza representaba en monedas de oro y piedras preciosas.

Tomó la bolsa que le había entregado el espíritu junto a la libreta y la caja de cerillas, y empezó a recoger monedas, diamantes y esmeraldas, logrando llenarla muy pronto. Pero pensó que debía recoger más, y despojándose de sus pantalones y su camisa hizo una especie de bolsas, las cuales igualmente lleno con las joyas del lugar.

Emprendió el camino de regresó, pero debido a lo pesado de la carga, no lograba avanzar con rapidez. Ya se encontraba cerca de su canoa cuando fue alcanzado por los primeros rayos del sol del nuevo día. Cayó pesadamente en la arena, y allí fue encontrado horas más tarde por algunos pescadores que sorprendidos al hallarlo semidesnudo y, rodeado de muchos insectos, le prestaron ayuda.

Nunca nadie supo lo que le pasó aquella noche, pero en los días siguientes no volvió a sus labores de pesca y lo vieron llegar silencioso y pensativo al puerto portando una vestimenta vieja de marinero, descalzo, y luciendo una barba desordenada y una sucia cabellera.

Cargando un viejo catalejo con el que pasaba muchas horas observando el horizonte, como a la espera de un barco. Luego, se dirigía a la capitanía del puerto y preguntaba sobre la llegada del buque «Calipso», – del cual nadie daba razón- en el cual según él le habían enviado una remesa desde algún país lejano.

Luego se dirigía a la oficina de correos y enviaba misivas dirigidas al capitán de dicho buque, las cuales pacientemente sellaba y simulaba postear la encargada de dicha oficina. Ese se convirtió en su diario quehacer de los últimos años: esperar pacientemente la llegada de aquel navío y su respectiva remesa.

Fin.

La suerte del pescador es un cuento del escritor Alberto Suárez Villamizar © Todos los derechos reservados.

Sobre Alberto Suárez Villamizar

Alberto Suárez Villamizar - Escritor

Alberto Suárez Villamizar nació el 27 de enero de 1958 en la ciudad de Bucaramanga, departamento de Santander, Colombia. Cursó sus estudios de enseñanza básica media hasta finalizar en 1976, en Bucaramanga. Actualmente trabaja con empresas de ingeniería civil que se dedican a la construcción y mejoramiento de vías.

“Escribo por Hobby, y mi mayor satisfacción es que mis escritos lleguen a todas aquellas personas amantes de la lectura”.

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