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Sinfonía del monólogo en dos partes, por Graciela Flain. Reflexiones de la vida

Reflexiones de la vida

Sinfonía del Monólogo en Dos Partes. Reflexiones. Reflexiones de la vida. Pensamientos. Reflexiones cortas. Frases.

Primera Parte

Hace tiempo que no escribo. Tal vez escribir sea una manera de salir de mi misma.
Y en los últimos tiempos, he sentido más bien ganas de estar adentro.
Siento una gran desorientación externa y por ende interna, como si nada importase mucho.
Los días transcurren uno tras otro. Hago cosas, cumplo compromisos, aunque ninguna de estas actividades está hilvanada por el entusiasmo.
Es como si de pronto algo dentro de mí estuviera dormido, oculto. O como si me hubiese abandonado. Como si me hubiese ido de viaje de mí mismo y todavía no regrese.
Tal vez esto tenga alguna relación por la falta de meditar, de conectarme como antes.
Y aunque esto no es un descubrimiento, a pesar de saberlo, hay como fuerzas desencontradas. Y toda intención se disuelve en la rutina del cotidiano.

Puede sonar un poco depresivo, pero ya pasé por esta etapa.
Más bien estoy semidormida y me doy cuenta que no es la de un sueño tranquilo.
Despierto muy temprano en las mañanas y me levanto porque la mente comienza a visualizar cualquier cosa.
Entonces me pongo en marcha como se dice, y le doy de comer a la mente para que me deje tranquila.
Viviendo en lo cotidiano, por momentos siento que suceden cosas, que aparecen señales.
Como si caminando por una calle viera un cartel que me indicara que salga de ese sitio.
Son instantes en que me doy cuenta de la existencia de otra realidad que está por encima. Una suprarealidad.

Pero continúo por la calle que iba caminando y todo sigue igual.
Esta actitud no impide que haga cosas, pero les quita un poco de brillo, de trascendencia.
Aún así, en este tiempo he realizado tareas interesantes.
Esto es lo que pasa cuando hace tiempo que no escribo. Al final largo el rollo y lo peor... que hay más.
Pero creo que ya fue demasiado monólogo escrito. Espero que sirva de algo.

Segunda parte

Creo en mí. Creo en mis formas, en mis caminos. En esos que duelen pero que rinden frutos.
Creo en el sendero de la verdad, en el sendero difícil.
Creo en mi alma, en mis palabras, en mis frases, en mis manos y mis brazos y en mis miradas.
Creo en quien soy y por lo tanto en quien, a pesar de las derrotas, no tengo intenciones de dejar de ser.
Creo en mi sueño, en el magnífico sueño que seguiré construyendo hasta que no me queden más fuerzas para creer.
Creo en mi historia, en mis pasos y en mi experiencia.
Creo en mis ganas de dar y creo en un mundo maravilloso que espera recibir mi gota de cariño.
Creo en la amistad, en los besos, en la lluvia y en las sonrisas.
Creo en mi esfuerzo por crecer, en mis ganas de crecer. Creo en la vida, y en la magia con la que toca todas las cosas.
Creo en el destino y en un futuro de recompensa para quienes afrontan el desafío de ser fieles a sí mismos.
Creo en mí... sobre todo creo en mí.
Cuando caigo, cuando no tengo fuerzas, cuando el viento sopla y mis alas ceden, sigo creyendo en aguantar y en volver con todas mis fuerzas para continuar y para seguir creyendo y seguir caminando, y seguir viviendo.
Creo en los sentimientos que pueden hacer de cada día un sol distinto y por supuesto... creo en el amor.
Y en ese modo indescriptible de estar parado ante la vida. En esa manera intrépida de hacer transcurrir el tiempo, en esa forma tan peligrosa y a la vez tan excitante de tener el corazón siempre abierto.
Gracias por saber mi credo.

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