Saltar al contenido

Mis pechos desnudos
acarician al niño
que nos trajo la vida.

Se nos vuelve traviesa
juega, grita, llora y ríe.
Es traviesa como las olas
es tierna como la rosa
salpicada de aromas indescriptibles
camina y brinca,
así es la vida.

Nos prestó ese niño
que acarició mi pecho
saboreando el manantial de encanto
donde sació su hambre,
crió alas nuevas
y se marchó, calladamente
con la vida.

Voces, juegos, sueños,
brotaron de ese niño.
Quisimos amamantarlo con mi pecho
pero ya era otro,
Acarició mi pecho,
y bebió la vid de la vida …
y ya era otro.

Volvió a acariciar mi pecho y tomó el cáliz de
la vida,
se cruzaron unos a otros
jugando a ser hermanos
¡y encontraron que se querían!
Nosotros, mirando,
absortos en nuestro juego
¡no vimos cuánto crecieron!

Nos apresuramos por calmar sus llantos
pero Dios, Dios nos tendió su mano,
y nos abrazó, tocando nuestras almas, …
Y nos abrazó … y nos abrazó,
tocando nuestras almas.

Fin

Califica esta entrada

Por favor, ¡Comparte!



Por favor, deja algunos comentarios

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *