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Tu amiguita la electricidad 💡 Y ese aparatico les sirvió a esos niños para inventar otro uso para la electricidad.

Por Samuel Gutiérrez Ospina. Historias para adolescentes y jóvenes.

¡Descubre un relato sorprendente lleno de audacia y diversión pero con mucho peligro en «Tu amiguita la electricidad» de Samuel Gutiérrez Ospina! Ambientado en una casa de Buenaventura, este cuento lleva a los lectores a un emocionante viaje por la infancia de unos intrépidos niños que encontraron una manera única de jugar con la electricidad. Sin los límites de los libros de texto, estos jóvenes aventureros se adentran en un mundo peligroso pero emocionante, donde descubren la magia y la emoción de la electricidad de una manera que ningún científico podría imaginar.

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Tu amiguita la electricidad

Tu amiguita la electricidad 💡 Otro uso para la electricidad - Cuento

Desde tiempos inmemoriales se tenía un concepto de algo que solo se conocía como estática. Pero fue el británico William Gilbert en el siglo XVI, quien la bautizó como electricidad, del griego, elektron o ámbar, al descubrir que este ámbar ejercía atracción sobre objetos pequeños al frotarse. Benjamín Franklin, en el siglo XIX, la descubrió en el rayo, con su famoso experimento de la cometa. Otros científicos fueron agregando más descubrimientos y posibilidades de ella. Volta invento la batería o sea la electricidad metida en una cajita, y así otros le agregaron, valores, escala de medidas, usos, nuevas ciencias. En cambio, unos niños le descubrieron una manera de jugar con ella, peligrosilla pero divertida y corajuda.

Tenían una casa, en Buenaventura, que lo mejor de ella era su cocina, porque además de ser eso, era como un patio, donde jugaban botellón, vuelta a Colombia en una pista trazada con carbón, “la lleva” entre las mesas y asientos, y montaban triciclo. Allí, la mamá tenía su mesa de planchar, su radio para oír radionovelas, a Monseñor Valencia con sus edificantes, Buenos días y Buenas noches, y a Lides Renato Batalla, locutor, con sus noticias y cuentos para niños.

¿Y que necesita tener una mesa de planchar? Pues la plancha, y ¿dónde se enchufa la plancha?, pues en el enchufe, toma corriente, benjamín, como lo quieran llamar. Y ese aparatico les sirvió a esos niños para inventar otro uso para la electricidad.

No se le ocurrió a Gilbert, Franklin, Volta, ni a Faraday con su electromagnetismo.

Tampoco a James Maswell y su física cuántica, George Ohm que le dio su nombre al ohmio, unidad de resistencia eléctrica, André María Ampere la unidad de la corriente eléctrica o amperios, Luigi Galvani la electrofísica del sistema nervioso.

Estos se fueron por las ramas, muy alto, con descubrimienticos ahí, de medio pelo, ¿Pero ellos? esos niños fueron mejores, más audaces, optaron por la diversión, no por quebraderos de cabeza como esos señores. Eso si era machera. Solo se necesitaba un dedo y unas manos entrelazadas entre sí. Coraje y mucho. Pero también unos cuantos amperios de «tontera» y burrada. Se reconoce. Pero si no tiene su alguito de peligro, no vale. Inventaron pues, como jugar con ella.

Sencillo. Hacían una cola o cadena, los hijos de Doña Matilde, y algún amiguito atrevido como ellos, todos cogidos de las manos.

¿Listos? ¿Nadie se acobarda? La madre para el que se suelte. ¡Nos fuimos! Y esa era la consigna.

El más valiente, metía el dedo índice en el benjamín, o en el porta bombillo, sin bombillo, y pasaba ese corrientazo como una culebrina brinconsita y sabrosona que, al avanzar era cada vez más fuerte, y el último, se soltaba porque se soltaba, pues la corriente a esa altura, lo tiraba al suelo.

¿Por qué? Porque no sabían que, si el último tocaba la pared, la electricidad se descargaba por ahí y bajaba a tierra o lo que se llama, polo a tierra. No había escapatoria. Ese último puesto solo era para los duros, pero del culo y del alma, porque el suelazo que se daba era bravo. Y lo más jodido era que repetían una y otra vez, pero espaciado. Sacudían las manos vigorosamente dizque para descargarse, y de nuevo a pegarse otro corrientazo.

Que irresponsables eran, y desobedientes, porque lo hacían a las escondidas cuando no estaba la mamá por ahí. Porque ella decía que, con ese juego, alguien podía terminar, con el cerebro chamuscado o tieso como una varilla, y si se salvaba, hasta epiléptico, con tembladera y botando espuma por la boca. Y ni así dejaban de hacerlo.

Pero se divertían en el filo de un machete. Porque eso era.

Fin.

Tu amiguita la electricidad es un cuento del escritor Samuel Gutiérrez Ospina © Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial sin la expresa autorización de su autor.

Advertencia: El cuento «Tu amiguita la electricidad» es una historia llena de aventura y diversión, pero debemos recordarte que jugar con la electricidad es peligroso y puede causar graves lesiones y hasta la muerte. La electricidad es un recurso valioso, pero solo debe ser utilizada con responsabilidad por adultos. No intentes reproducir las actividades descritas en el cuento en la vida real, ya que esto puede tener consecuencias serias. ¡La seguridad es lo primero! Disfruta del cuento, pero recuerda que la electricidad es un tema serio que debe ser manejado con precaución y conocimiento.

Sobre Samuel Gutiérrez Ospina

Samuel Gutiérrez Ospina - Escritor

Por jugadas del destino, y en plena violencia política, año 1950, nació en el Puerto de Buenaventura, hijo de un manizalita y una armenita.

«¡Qué bueno ha sido ser porteño!»

El obispo Valencia Cano, quiso tener clero nativo y fue uno de los elegidos para ir al seminario. El sueño duro poco. Terminó el bachillerato y fue a Cali, porque quería licenciarse y ser maestro. Otro deseo fallido.

Sus cuatro hijos son profesores universitarios y de colegio de Bachillerato. Lo lograron por él, para cumplir su deseo. Su esposa da clases de manualidades y él trabaja con chicos como promotor de lectura.

Se graduó en el SENA técnico en Relaciones Industriales, y se dedicó a tender puentes con sus semejantes. Se convirtió en vendedor profesional.

Samuel Gutiérrez Ospina siempre ha estado ligado a los libros y la escritura ha sido una permanente compañera de vida. Caminar, mochiliar, montar bicicleta son sus pasatiempos.

Por su esposa, conoció a Historias en Yo Mayor y fue posible así, contar las historias que ya tenía escritas, y escribir otras.

Otro cuento de Samuel Gutiérrez

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