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Por Francisco Antonio Peña Perez. Cuentos de bebés

Silencio roto es un bello y divertido relato del escritor español Francisco Antonio Peña Perez. Cuenta la historia de un niño que es adoptado por un grupo de mujeres que atienden un negocio y que, entre cliente y cliente, se dedican amorosamente a cuidar y educar al pequeño.

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Silencio roto

Silencio roto - Cuento de bebé

Una gran noche de invierno, justo al comenzar de la misma, a eso de las nueve más o menos en el tradicional transcurrir de esta bendita casa sumergida en la clandestinidad, casi de forma anómala, dejó de llover y la noche se envolvió sorda. Esas típicas noches en la que todo por muy lejos que este se escucha. De repente en el transcurrir de dicha tranquilidad… Suena el timbre de la puerta, Abre tu Miriam, yo no puedo decia pasándole la responsabilidad a otra de las chicas que allí se encontraban, pues tu Adela… Yo estoy ocupada, y así sucesivamente, nadie coincidia en ese momento con tan simple petición; esta bien dijo Nuria, parece que el negocio esta a pleno rendimiento, yo misma abrire.

Abrió deprisa y cual fue su sorpresa cuando después de hacer un barrido visual alto y comprobar que no había nadie, medio defraudada, bajo su mirada al suelo… «¡CHICAAS!»… Exclamó vociferante y con matiz imperativo, «¡Venid, venid rápidamente!».

Todas acudieron de inmediato, preguntándose, «¿Pero qué pasa ahora?…»

Todas quedaron sorprendidas cuando ante sus pies, una pequeña voz destelleante por momentos, que parecía salir de lo que se deducía era una pequeña canasta de esas en la que antiguamente se trasladaban a los bebes, parecía haber acaparado toda su atención. Todas quedaron mudas, impactadas ante tal acontecimiento, todas reaccionaron casi al unísono y apresuradas para recoger la canastilla. Corriendo la metieron para adentro y al mismo tiempo rogaban diciendo… Dios mío, por Dios, que todo salga bien, pero quién ha podido hacer algo así. Alarmadas y revolucionadas al mismo tiempo dejaron paso a Nuria que al parecer era la que llevaba la voz cantante en la casa y esta empezó a destapar con gran ansiedad a la criaturita que allí parecía esconderse…

«¡OH!… Dios mio, que preciosidad, mirad chicas, es un niño, jajajajajajaj». Todas empezaron a reír de alegría y alivio al comprobar que todo parecía estar bien, y… mientras se lo pasaban de unas a otras, maravilladas por tal regalo y en medio de tanta alegría, Nuria exclamó… «¡Esto no puede ser!». «¿Qué quieres decir?», contesto Miriam, aclárate redundaban todas. Nuria que, no por tener una profesión tan peculiar, dejaba de ser inteligente, les planteó que ellas tenían un negocio totalmente incompatible con tan delicado acontecimiento y que lo correcto era llamar al sacerdote del lugar, o a algún convento de las cercanías, ya que era muy difícil, debido a su trabajo, darle una adecuada educación.

Adela, sin quitarle la razón, sugirió que era la primera vez que podían hacer algo diferente y que Dios las había bendecido tal vez con aquella oportunidad y que con ellas no les faltaría de nada. Las palabras de Nuria parecían haber calado en el corazón de todos y decidieron dejarles muy bien preparada una de las habitaciones para alojar y cuidar allí al niño.

Carmen otra de las internas que allí se alojaban, fue la primera después de ya haber habilitado la habitación, que quiso encargarse el primer día del niño y todos sus cuidados, y… con cierta despectividad y arrogancia femenina, dijo a todas… «Bueno, me toca». Subió las escaleras hacia el primer piso, y justo antes de entrar en el dormitorio y, después de comprobar que no la observaba ninguna de sus compañeras, se desmaquilló, se acicaló su melena de una forma más natural y con una sonrisa casi maternal, entró en la habitación. De fondo se escuchaba el timbre que sonaba en la planta baja, mientras una de sus compañeras decía… ¡UN CLIENTE!

Carmen estuvo todo el día cuidándole, mimándole y disfrutando de él, como si de un hijo verdaderamente se tratara. Pero cada vez que salía o entraba, sin que la viese nadie, cambiaba su imagen.

Otro día fue Miriam, y otro Nuria, y otro Adela, y así todas reaccionaban de igual manera a la hora de interactuar con el niño. Pues de alguna manera, ninguna quería que el niño las viese como realmente eran en el día a día y alzaban al máximo de esta manera su nivel maternal y de educación, pero sin que ninguna de las otras lo supieran.

Todas se morían porque les tocara cuidar del niño al que decidieron llamar Samuel, en medio del sonido de aquel timbre y sus clásicas respuestas de, un cliente.

No le faltaban a Samuel detalles de ningún tipo. Ni juguetes, ni ropa, nada; absolutamente de nada a pesar de ninguna saber quién podría haber comprado aquello que no le pertenecía a sus inspiraciones propias, pero un afable conformismo de tal resolución las embargaba, pues todas disfrutaban con la felicidad de Samuel.

A veces cuando no había clientes se lo llevaban al salón de la planta baja y así disfrutaban todas un poco más de él y en una casi plena armonía, con los meses, decidieron bajarlo a una habitación de la planta de abajo y así poderlo tener más a su alcance. Tanto para cuidarlo, como para disfrutar más a menudo de él en caso de escaso negocio.

Samuel iba creciendo y, aunque aún no hablaba, era muy zalamero y risueño.

Ya hacía un año de haber rescatado a Samuel y decidieron entre cliente y cliente prepárale una pequeña fiesta de cumpleaños en el salón.

Todas estaban super arregladas, pero esta vez parece que se pusieron de acuerdo, casi por monotonía, en ni siquiera apreciarlo en las demás. Empezaron la fiesta, y entre carantoñas, besos, achuchones y demás, hubo un momento en el que todas, sin excepción, quedaron petrificadas y viendo como todos sus esfuerzos clandestinos por su educación, quedaron anulados. Cuando en un momento de tranquilidad, sonó el timbre y tras unos segundos de silencio, Samuel dijo sus primeras palabras, ¡UN CLIENTE!

Fin.

Silencio roto es un cuento corto del escritor español Francisco Antonio Peña Perez © Todos los derechos reservados.

Sobre Francisco Antonio Peña Perez

Francisco Antonio Peña Perez - Escritor

«‘Silencio roto’ es un relato que inventé hace ya algunos años, junto a otros como ‘La camiseta’, tengo varios que ya os iré mandando, dentro del tiempo disponible que me vaya quedando, pues soy agricultor, de esos que se lo hacen casi todo. Me refiero a autosuficiente, es decir: mecánico, electrónico, fontanero, etc, etc. También poseo habilidades paranormales que solo dedico a aquellas personas que en el caminar de la vida, me va poniendo, de alguna manera, el Supremo.»

«Tuve una infancia difícil, bueno no ha dejado de serlo a los 54 años que ya tengo cumplido. Estoy felizmente casado y tengo dos maravillosos hijos que alientan mi vida con muchísima mas intensidad. Me encanta velar por la felicidad de los niños y fomentar los valores en las personas, para que así sean aún mejores. Soy creyente y ejerzo a mi manera, pues Dios esta en cualquier sitio y no solo en ciertos lugares marcados por el hombre. Creo en la justicia divina y en la del Cesar como tal, y colaboro en todo lo que puedo en el levantamiento de las posibilidades de mi pueblo.»

«Tengo sangre gallega, pues mi padre biológico era de Mondariz, Pontevedra, y sangre de Huelva, de donde era mi madre. Mis padres adoptivos lo fueron desde mis cinco años, ellos fueron los que me enseñaron los valores que hoy poseo y con ello espero no defraudarlos, aunque gracias a mis dotes, me consta que no. Ellos eran de Mairena del Alcor, y de Aznalcóllar, lugar donde resido desde los cinco años. Tengo lágrimas que contar, aunque ya hayan pasado que con el tiempo ya entenderéis, y mi meta principal es antes de irme de este mundo, que este sea mejor de lo que yo me lo encontré, y dotar a mis hijos de los valores necesarios para considerarse buenos humanos.»

«Me encanta escribir, lo vengo haciendo desde hace mas de 40 años, y en mis escritos suelo reflejar, desde el por qué de las cosas, hasta las injusticias del vivir. Desde luego, siempre dejo un lugar especial para los latidos del corazón, pues no entiendo un escritor que no alabe al amor. Un fuerte abrazo codazo, y aquí estaré a vuestra disposición…»

«Hoy soy yo, pero… recuerda que mañana puedes ser tú.«

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