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Con su timidez encubierta, diminuta sonrisa,
todavía con perfume de sol, se asoma la noche.

Luce algo sonrojada y tal vez hasta muy atolondrada,
saboreando recuerdos de instantes cercanos,
cuando apenas cruzaron miradas ella y su amado.

Quejumbrosa murmura para sus adentros;
¿Por qué él, no se queda a disfrutar de mis encantos…?,
¡qué me importa los que quieren dormir, los enamorados!,
¿es qué acaso no se dan cuenta…, que estoy intranquila?

Presurosos han acudido estrellas y magos
a consolarla para quitarle el embrujo del enamoramiento
de un amor imposible , pues nunca habrá un romance perfecto
entre la noche y el día , aunque de por vida vivan juntos.

Fin

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