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Barquitos de papel. ¡Yo sabía que tenía razón, que el Sol se movía!

Por Silvia Beatríz Calderón. Cuentos infantiles en capítulos

Barquitos de papel es un hermoso cuento en capítulos para toda la familia cuya autora es Silvia Beatriz Calderón. Según las palabras de su autora:

El cuento «Barquitos de papel» fue escrito en primera persona desde la visión de un niño de 4 a 6 años aproximadamente. En los relatos se presentan percepciones, vivencias, emociones e ideas propias del mundo infantil, lo cual implica una visión mágica del mundo que contrasta con la idea de realidad del resto de los personajes.

Además se intenta mostrar un concepto del mundo físico (“el movimiento del sol”) construido por el niño a través de sus sentidos que es el lazo de unión de los diferentes relatos. El intento por demostrar dicho concepto en su entorno más cercano le plantea diferentes obstáculos cognoscitivos que el niño resuelve de diferentes maneras.

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Barquitos de papel

Barquitos de papel - Cuento en capítulos

– I –

Miré al lado mío y vi pasar un árbol corriendo, una ventana, después una puerta y otra y otra ventana más, la tapia cubierta por la enredadera de la casa de Elvira

Todas las mañanas cuando voy a comprar el pan a la vuelta de mi casa noto que todas las casas de la cuadra corren y pasan al lado mío, hasta que llego a la panadería que siempre está quieta, ¡a lo mejor tiene fiaca!

Pero todo es diferente cuando acompaño a mi mamá a hacer las compras, las casas, las plantas, los portones… nunca corren, sólo caminan a nuestro lado.

Yo creo que así como mi mamá me dice a mí siempre:

– «¡No corras te vas a caer! ¡no corras te vas a transpirar todo!» -.

Les debe haber dicho lo mismo a las casas, a los jardines, a las bicicletas y a todas esas cosas que están en las veredas de mi cuadra. Y ellos le hacen caso, igual que yo, cuando voy con ella.

– II –

Claudio dice que yo estoy equivocado y se ríe pero yo pienso que él me quiere confundir y aunque él sea mi hermano más grande y lea las enciclopedias: ¡no puede ser verdad que el Sol esté quieto!

Yo le quiero mostrar pero él me dice que está ocupado, que tiene que hacer los deberes. Yo lo tiro del pulóver pero él no quiere acompañarme al patio para que yo le muestre que no tiene razón.

Yo le digo que si uno se queda en el patio un rato laaargo, sin moverse nada, nada, ni un poquito para rascarse la nariz, se va a dar cuenta que el Sol se mueve, pero él se ríe y no viene.

¡Yo creo que a él le encanta hacerme renegar!

– III –

Los otros días fuimos a la casa de mi abuela con mi hermano porque mi mamá tenía que ir a la peluquería.

Es relindo ir a la casa de mi abuela. Entramos por la zapatería que está al lado, donde trabaja mi abuelo. Ahí hay un mostrador grande donde a veces yo juego a que vendo.

Pero lo más lindo de ir a la casa de mi nona es que ella siempre nos prepara el té con todas las cosas ricas que me gustan y que mi mamá no compra en mi casa.

Lo mejor es que yo le pongo mucho dulce de leche a cada tostada, pero mucho, mucho, hasta que las puntas de los dedos quedan pintadas de marrón – yo después me los chupo, no me limpio con la servilleta – y ella no me reta ni guarda el dulce de leche. Saca una cuchara grande y pesada del cajón de la cocina, la mete en el tarro y come dulce de leche ¡así! Y me pregunta si yo quiero.

Es requetelindo ir a la casa de mi abuela.

– IV –

«Ayer» es una palabra que quiere decir que es un día, pero que ya pasó. ¡Pero no hace mucho! Que pasó hace poquito, por ejemplo quiere decir que pasó antes de que uno se despierte cuando está durmiendo.

Eso dice Elvira y yo le creo porque ella le pregunta a su papá que es médico. Mi mamá siempre dice que el papá de Elvira es muy buen médico y que sabe mucho porque a Claudio le descubrió el sarampión cuando el doctor Marcos decía que era una gripe.

– V –

Yo siempre digo «mañana» pero como ahora se que se dice «ayer». «Ayer» estábamos con mi hermano en la placita del ombú que está cerca de mi casa. Cuando estaba jugando ¡me acordé!: le voy a mostrar a Claudio que el Sol se mueve. Entonces corrí y se lo dije pero él no me dio bolilla porque como es más grande dice:

– «¡Después, después me mostrás!» -y sigue hablando con sus amigos de las figuritas.

Cuando se hizo de noche apareció mi mamá por la placita llamándolo a Claudio y entonces cuando ella le gritaba:

– «¡Es la última vez que te vengo a buscar, si no venís, no vas a salir mañana!» –.

Yo me di cuenta y aproveché a decirle:

– «¿Viste que el Sol se mueve? Porque ahora no está… está la Luna… ¿viste?» -. 

Pero como Claudio no me escuchaba entonces me planté y no me moví del medio de la plaza, al lado del ombú. Mi mamá me fue a buscar y me tiró del brazo mientras me decía:

– «¡Vamos!» -.

Y como ella tiene mucha fuerza y me puede llevar a donde quiera, yo corrí y le grité:

– «¡Mamá, decíle a Claudio que yo tengo razón, que él no sabe nada… !» -.

Pero mi mamá parece que no entendía porque no le decía nada a Claudio, me gritaba:

– «¡Vení para acá!» -.

Entonces mi hermano me dijo que yo tenía razón. Entonces yo dejé de correr y nos fuimos a mi casa. Al final me ligué un reto.

¡Yo sabía que tenía razón, que el Sol se movía!

– VI –

Yo a veces pienso que a la bicicleta de mi hermano no le gusta que yo la use porque siempre que la saco, cuando él está en el colegio, se me traba el pedal.

Mi mamá me dice que es porque yo no sé usar los «cambios». Le acomoda unos cables y la guarda. Yo no sé, pero a mí me parece que yo nunca la uso igual, que siempre «cambio».

Para mí que mi hermano antes de ir a la escuela le dice a la bicicleta que no se deje usar por otro y que le cuente si yo la uso. Porque apenas llega a mi casa, entra por el garaje, ve la bicicleta y grita:

– «¿Quién me usó la bicicleta?» -.

Y aunque mi mamá le dice que no fui yo, él siempre sabe que fui yo y se enoja conmigo, me dice que no me va a llevar a la placita a la tarde, que me voy a joder hasta que aprenda que yo no le tengo que usar la bicicleta.

Y como yo sé que cuando lloro, mi mamá lo reta y le dice que hay que compartir, que somos hermanos y que me tiene que llevar a la placita: yo lloro.

– VII –

Ayer cuando me fui a la casa de Elvira me di cuenta que su casa no corría como cuando voy a comprar el pan, estaba quieta. Entonces le pregunté a ella por qué hoy su casa no corría, si estaba enferma.

Ella me dijo que las casas de verdad no corren que ¡cómo van a correr si no tienen pies! Que algunas casas de los dibujitos pueden correr pero la de ella, que es una casa de verdad, no corre. Entonces me di cuenta que nunca me había fijado.

Elvira dice que las cosas que corren son las que tienen piernas y pies como yo, como blanca, su gata.

Yo me fijé mucho en todas las cosas y mañana cuando la vea de nuevo le voy a decir que no es así, que el auto de mi papá, mi bicicleta y la de mi hermano no tienen pies pero es como si corrieran.

– VIII –

Hoy vino Ángela que es una amiga de mi mamá, cuando llegó y me vio, me dijo:

– «¡Cómo pasa el tiempo, qué grande estás!» -.

Entonces cuando ella se fue yo le pregunté a mi mamá qué quiere decir «cómo pasa el tiempo».

Ella dice que es cuando pasan los días, las noches, los cumpleaños, las Navidades y muchas cosas más, y, que somos más grandes, entonces se dice «cómo pasa el tiempo», porque la gente no puede creer que todo eso pase tan rápido y que hayamos crecido mucho de la última vez que nos vieron.

Yo le dije que es lo mismo que me pasa a mí con Claudio que no cree que el sol se mueve… que pasó el día, se escondió y llegó la noche, y así van pasando los días.

Ella me abrazó fuerte… muy fuerte, se rio y me dio un beso grandooote.

– IX –

El sábado, que es el día que mi hermano va a jugar al fútbol al club independiente, fui a la casa de Elvira.

Cuando llegué me encontré con el papá que estaba cortando el césped en el jardín de enfrente de la casa. Entonces él me dijo:

– «Si buscas a Elvira, no está, se fue con mi esposa a la carnicería pero si querés esperala porque no se va a demorar» -.

Mientras él pasaba la cortadora estuvimos hablando y palabra va, palabra viene, le conté que el sol se mueve, que las cosas corren y cómo la gente no lo puede creer porque no mira…

Él paró la cortadora y se sentó conmigo en el escalón de la puerta de la casa y me dijo que le explicara bien cómo era eso del Sol. Como yo creo que él es tan buen médico y sabe mucho pensé que me iba a dar la razón o me podía decir por qué Claudio no me llevaba el apunte.

¡No lo podía creer cuando él me dijo que mi hermano tenía razón!

Él dice que el sol no se mueve, que está quieto, que los que nos movemos somos nosotros. Que es igual que cuando la cortadora pasa por el césped, que como ella no sabe que se mueve cuando uno la enciende, cree que el pasto todos los sábados se mueve de la enredadera a las margaritas, pero, en realidad el pasto no se mueve, ella se mueve cuando uno la enciende.

Como yo no dije nada él agregó que lo que pasaba es que yo, igual que la cortadora, no sabía que la tierra se movía y por eso creía que el sol se movía todos los días.

Yo no le dije nada porque justo llegó Elvira.

No sé, si es como él dice (que la Tierra se mueve) entonces la cortadora tiene razón cuando cree que el pasto se mueve de la enredadera hasta las margaritas todos los sábados.

– X –

A mí me parece «que el sol se mueva» es una cosa que no se puede decir a los grandes, como las malas palabras, porque cuando los grandes las escuchan se te quedan mirando, te retan o se ríen. Pero distinto a las malas palabras, porque no te retan, hacen cosas raras, como mi mamá que se rio y me dio un beso, o como el papá de Elvira que dejó de cortar el césped y me dijo un montón de cosas.

– XI –

Los otros días fuimos a visitar a mis primos y entonces le pregunté a mi tío que si era cierto lo que decía el papá de Elvira: que la Tierra se mueve. Entonces él me preguntó por qué quería saber y yo le conté lo de Claudio.

Él me dijo:

– «¡Vamos a la cocina!» -.

Ahí sacó de arriba de la heladera una naranja y del cajón de los cubiertos, una cajita. Me agarró de la mano y me llevó a su pieza. Prendió una lámpara que tiene él, que uno la puede doblar para que alumbre adonde quiera. Puso la naranja arriba de la mesita de luz frente a la lámpara, le clavó un escarbadientes, y me dijo que pensara que el foco era el sol, la naranja la Tierra y yo el palillo.

Mi tío me explicó que la Tierra donde estamos parados, en la que nosotros caminamos es muuuy grande, que no la podemos ver toda entera pero que si pudiéramos verla toda entera veríamos que es así, como una naranja.

Yo le dije que es como el mostrador del abuelo, que cuando estoy al lado no veo qué hay arriba. Él me dijo:

– «Sí, ¿viste que cuando vos te subís a la banqueta ves qué hay arriba del mostrador?, si vos te pudieras ir arriba, bien lejos, hasta las nubes, verías que la Tierra es redonda» -.

Yo le conté que cuando me subo al ombú de la placita la veo a Elvira chiquititita y él me dijo que es lo mismo.

Me dijo que ese escarbandientes es como yo cuando estoy parado en el patio que veo que el sol se mueve. Hizo girar la naranja y me dijo que así pasa todos los días, que en realidad el sol no se mueve, que como nosotros estamos en la tierra que gira, cuando estamos del otro lado de la luz del foco no vemos el Sol y entonces es de noche, hasta que la naranja se da vuelta y lo volvemos a ver y es a la mañana temprano hasta la tardecita que volvemos a quedar del otro lado, y es de noche.

En eso llegó mi tía a la pieza para mostrarle a mi mamá una ropa que le iba a dar para mí, si es que me quedaba bien, y le preguntó a mi tío:

– «¿Qué hacen acá?, los chicos están en el patio» -, mi tío le dijo que hacíamos un experimento.

Entonces yo me fui a jugar al patio con mis primos.

A mí me gusta hacer experimentos con mi tío, porque él siempre me explica fácil, no es como el papá de Elvira o mi mamá que se ríe.

… ¡Yo no sé que le voy a decir ahora a Claudio! …

Fin.

Barquitos de papel es un cuento en capítulos de la escritora Silvia Beatríz Calderón © Todos los derechos reservados.

¿Nos olvidamos, a veces, de nuestra sombra?

Oliverio Girondo - Escritor

«¿Nos olvidamos, a veces, de nuestra sombra o es que nuestra sombra nos abandona de vez en cuando?…
¿será posible que hayamos vivido junto a ella sin habernos dado cuenta de su existencia?
¿la habremos extraviado al doblar una esquina; al atravesar una multitud?
¿o fue ella quien nos abandonó, para olfatear todas las otras sombras de la calle?… «

Oliverio Girondo

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