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Por Maria Teresa Di Dio. Cuentos de invierno

Todo estaba muy tranquilo hasta que llegaba Don Ventoso. Como era muy travieso y le encantaba hacer enojar a las personas, siempre desparramaba las latas, la ropa tendida, y las hojas del patio.

Esa tarde era muy fría, una tarde gris de invierno. Nadie pero nadie quería salir a buscar leña para encender el hogar, y por eso Don Ventoso jugó un rato más con todo lo que encontró, los juguetes de los perros, las botellas de gaseosas del patio trasero y cuando se cansó de hacer líos en el patio de Marcelo... se fue a buscar un barrilete que se lo llevó tan alto que tocó las nubes grises de pronto la nieve comenzó a caer lentamente...

Dejando todo blanco, las calles, veredas, y techos, pero allí estaba el humo de las chimeneas y el viento travieso se ocupó de hacerlo girar locamente una para el sur, otra para el norte, este y oeste, de pronto lo empujó para adentro de la casa haciendo toser a todos que se enojaron con Ventoso.

Que se fue hasta el mar y le voló la espuma a las olas, como no estaba cansado se fue a sacarle las plumas a las gaviotas, que gritaron enojadas: ¡¡¡Don Ventoso que mal que te portás!!!

Allí se dio cuenta que se había portado muy mal, y se calmó lentamente convirtiéndose en una brisa suave y fría que comenzó a mecer los copos de nieve que caían aquella tarde de invierno en mi ciudad.

Fin

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