En una granja cercana, vive un gallo al que hace un tiempo no le gustaba levantarse temprano. Era tan, pero tan perezoso que le habían puesto de apodo: “el gallito dormilón”. Y como para hacerle honor a dicha fama, mientras los demás animales del lugar se levantaban al alba a trabajar, comer o jugar, él dormía todo el día en un rincón del gallinero.
Pero cuando bajaba el sol y todos querían descansar, el gallito se despertaba, se estiraba un poco, comía algo por aquí y por allá, salía del gallinero, inflaba su pecho a más no poder y mirando a la luna… ¡cocorocóóóóóó! ¡cocorocóóóóóó! Cantaba toda la noche.
Todos estaban furiosos, hasta el granjero, que tenía ganas de decirle a su esposa que lo cocine para el próximo almuerzo.
Sin embargo, no hizo falta, porque una noche cuando estaba en pleno recital, todos los grillos de los alrededores vinieron en patota a hablar con él. Le dijeron que ellos eran los artistas nocturnos exclusivos y que con esos alaridos no hacía más que robarles protagonismo, interrumpir sus serenatas y ahuyentarle las enamoradas.
El gallito dormilón los miró con desprecio y dando tres pasos más allá con sus patas callosas, se alejó del montón ignorando los reclamos. Y cuando iba a inflar su pecho para seguir cantando, lo que se infló hasta reventar fue la paciencia de los grillos, que llenos de rabia le cayeron encima y le dieron tal zurra, que las plumas del pobre ave quedaron por toda la granja.
Fue recién entonces cuando el gallito aprendió la lección y no le quedaron ganas de trasnochar. Ahora se levanta tan temprano a cantar que cariñosamente todos lo llaman: “el gallito madrugador”.
Fin
El Gallito dormilón es uno de los cuentos de animales del escritor Richard Job Forcael sugerido para niños a partir de seis años.