La escritura en el cerebro
La escritura en el cerebro. Estudios e investigación.
Como otras habilidades, la capacidad de escribir se aloja en nuestro asombroso cerebro. Pero lo cierto es que a diferencia de otras habilidades naturales como caminar, la escritura es una habilidad adquirida por la Humanidad que la ha desarrollado. Por eso, resulta fascinante aprender más sobre la escritura en el cerebro.
Se tienen datos de que la escritura ha aparecido entre nosotros hace unos cinco mil quinientos (5,500) años. Los estudios científicos, en la escala evolutiva, han fijado unos cincuenta mil (50,000) años para la comunicación lingüística, es decir, para el ejercicio del habla o la utilización de la lengua entre los humanos. Lo que nos muestra el dato es que durante unos 30.000 años la oralidad era la única fuente de lenguaje, es decir que sólo se conservaba aquellas palabras que podían conservarse en la memoria colectiva.
A partir de estos hechos el neurocientífico Stanislas Dehaene ha desarrollado en 2014 a partir de la neuroplasticidad del cerebro, la teoría del “reciclaje neuronal”. Esto significa que naturalmente el ser humano no viene dotado para leer y escribir, pero cuando la evolución social y cultural lo requirió, el cerebro fue capaz de readaptar algunas áreas para dar lugar al despliegue de estas habilidades. Así surgieron primero dibujos y luego con figuritas en forma de cuñas, jeroglíficos e ideogramas hasta llegar, más adelante, a la escritura silábica y la alfabética.
Aunque son múltiples las áreas del cerebro implicadas en el proceso de la escritura y la lectura, Dehaene ha logrado delimitar un área específica que ha sido “reciclada” para el aprendizaje y dominio de la lectura y se trata del área temporoocipital ventral izquierda que es la que se usa para identificar rostros y objetos (casas, sillas), observado mediante registro de neuroimágenes. Desde luego, esto solo puede verse en los cerebros alfabetizados.
Escribir puede parecernos algo automático y simple, pero a nivel cerebral es un procedimiento sumamente complejo por la multiplicidad de áreas que implica, fundamentalmente cuando se escribe a mano por cuanto exige una motricidad fina. Prueba de ello es que a los niños y niñas les lleva de dos a tres años escolares escribir y leer medianamente bien, y para ser lectores y escritores hábiles aún algunos años más. Una ilustración muy clara del esfuerzo que hace el cerebro al escribir lo representa el Homúnculo de Penfield. Por ejemplo, para aprender a escribir a mano se debe utilizar la corteza premotora superior izquierda y el área frontal ocular; para la ortografía se requiere la participación del giro angular; para la escritura al dictado se utiliza el surco temporal inferior izquierdo; para el aprendizaje de los componentes léxicos y semánticos de la escritura se emplea también el giro angular; para los componentes periféricos y motores se precisa de las redes neuronales localizadas en tres zonas: el surco intraparietal, el lóbulo parietal superior y la corteza dorsolateral premotora superior izquierda.
Se ha establecido en años recientes que los procesos centrales de la escritura están asociados al giro fusiforme izquierdo, al giro temporal inferior, al giro frontal inferior, al giro supramarginal y al giro angular.
Como vemos, es un complejo proceso, una vez más nuestro cerebro nos maravilla con sus capacidades, en este caso leer y escribir lo que permite a algunos realizar sublimes obras de arte y a muchos otros disfrutarlas y apreciarlas.