El valor de los espacios verdes en la infancia
Los niños son curiosos, y los adultos deben acercarles las herramientas para que puedan salir a conocer el mundo.
Si bien los medios electrónicos pueden ser una alternativa válida, la Tierra nos provee de muchos otros que son más cercanos, accesibles a todos y naturales.
En la actualidad, los espacios verdes son cada vez menos. Muchas plazas fueron transformadas en grandes playones grises que hoy denominan plazas secas, pero que son una barrera más entre el verde y los niños. A esto se suma que ya casi no se juega en las veredas; los pequeños arman mundos con materiales sintéticos, juegan con consolas y tienen rutinas que potencias sus características individuales. Es importante saber si a nuestro hijo le cuesta socializar, pues habrá que ayudarlo a salir de ese encierro.
Pero hay múltiples posibilidades que se encuentran puertas afuera, solo basta con salir a buscarlas. Explorar, investigar y descubrir son acciones que atrapan a los niños, y hasta pueden ser sorprendidos. Es tarea de los adultos abrir esas puertas, mostrarles los caminos que hasta ahora no transitaron y que pueden ayudarlos a reconocer nuevas características propias. Hay otras formas de jugar, de divertirse y de conectarse.
¿Cómo conectarse con el mundo exterior?
Practicando deportes, participando de actividades culturales en espacios abiertos, viajando, organizando un campamento, compartiendo en un picnic, remontando barriletes, andando en roller y hasta en la bicicleta. Las opciones son miles.
Acercarse a la naturaleza no requiere grandes esfuerzos ni planes muy rebuscados. Si uno mira atentamente, a nuestro alrededor hay opciones para explorar. El jardín de la casa, la plaza, el parque, la orilla del río. También es posible ir al zoológico, una granja, pasear en una lancha y llegar a una isla del Tigre. Estos lugares nos ponen en contacto con la tierra. Ir con una lupa buscando bichitos, descubrir caracoles, ver el vuelo de las mariposas, sentarse a observar aves, hacer actividades de jardinería. Luego, todos los acontecimientos pueden ser dibujados en un libro y armar un seguimiento. Otros, pueden sacar fotos de hojas, armar un vivero virtual, planificar una huerta. Hasta los bebés pueden experimentar texturas al tocar los distintos tipos de suelos.
En contacto con la naturaleza los niños observan, reflexionan, sacan conclusiones. Con sus papás acompañando, pueden charlar sobre lo que vieron, despejar dudas, y hasta plantear nuevos temas.
El contacto con la naturaleza es natural, y muchas veces hasta es bueno para dejar de lado miedos, pues nos enfrenta con nuestros miedos, y nos obliga a enfrentarlos.
Por Vanina Figule, Directora de Métodos Educativos de la Asociación Scouts de Argentina (www.scouts.org.ar).