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Las manos bellas es una interesante historia escrita por Ethel Catherina de San Juan Zubia Aguilar.
Había una vez……………………..
Este cuento empieza como todos, y es que alguna vez tuvo que ocurrir.
En una comarca muy lejana, vivía un acaudalado señor, con su esposa y su única hija Elisa.
La esposa, era conocida por su aversión a los mendigos, los detestaba. Un cierto día llego a sus puertas, una vieja harapienta, cansada y hambrienta,
–dame de comer-
Le imploro
Al verla, la mujer se apartó con un gesto de repugnancia, pero la anciana insistió:
–Dame pan, y te concederé un deseo-
Algo hubo en sus palabras, que la mujer vaciló y la dejó entrar, allí ordeno que le dieran de comer.
Más tarde, pensó en divertirse, riéndose de la anciana y la hizo traer a su presencia
-Bueno –
Entonces le dijo, me dices que puedes concederme un deseo, pues bien…….. ¿Qué te pediré? ¿Dinero?…………me sobra…….soy bella y tengo amor,……….. -humm-
– algo fácil-
Quiero que mi hija, tenga los ojos más bellos del mundo
– ¡Sea!- dijo la anciana y se desvaneció.
La mujer salió a buscarla pero no la encontró, sintiéndose burlada
cuando , vio la silueta de su amada hija, se le acercó con una gran sonrisa, la miró a la cara y se quedó extasiada ,sus ojos eran dos brillantes perlas incrustadas con las más preciosas esmeraldas, rodeadas de largas pestañas de oro refulgente ,pero fue lo último que vio, le pareció sumirse en un profundo sueño ,mientras tanto ,Elisa su hija ,la veía endurecerse y convertirse en una estatua de yeso ,no comprendía lo que sucedía, trataba de moverla ,de sacudirla ; pero era inútil llamó a gritos, pidiendo ayuda y todos los que la miraban ,quedaban igual, enyestos, duras estatuas de yeso, Eliza lloraba y lloraba, notó que sus lágrimas se trasformaban en pequeños diamantes.
Fue al jardín, al ver el agua de la fuente, dejo de fluir, solo blancos hilos de plata discurrían por la fuente, se cansó de llorar y cubrió sus ojos con una venda, ya que su padre que estaba de viaje pronto llegaría.
Angustiada sin poder comprender lo que sucedía Elisa contó a su padre lo ocurrido, ambos se abrazaron y lloraron amargamente
Desde aquel día, aquella hermosa comarca se ensombreció, árboles secos y tortuosos crecieron en rededor y todo se cubrió de telarañas y niebla.
Un día, mientras el padre de Elisa paseaba por su jardín, otrora bello y frondoso, contemplando los rosales secos, espinosos, y los pasillos polvorientos, se le apareció la anciana, con quien empezó este relato, lo miro directamente y le dijo: -yo sé cómo curar a tu hija- dime, la inquirió él.
-Deben posar sobre sus ojos las manos más bellas, dijo la anciana,
¿Cómo? ¿Qué? No comprendo, le decía él, pero la anciana desapareció, la buscó y rebuscó por todos lados pero no la encontró.
Al día siguiente, mandó proclamar en todas las comarcas vecinas, que acudieran todos aquellos que creyesen tener las manos más bellas, ofrecía la mano de su hija y la mitad de sus bienes, los que conocían a aquel acaudalado señor sabían que era mucho, ya que la muchacha también era muy bella.
Es así, que a las puertas del palacio de Elisa, hubo largas filas de hombres de todas las edades, había médicos, pintores, cantantes, arquitectos, alquimistas y hasta aquellos que nada hacen, solo cuidar su apariencia. Todos con manos primorosamente cuidadas, pero nada sucedía, nadie curaba Elisa, su padre se sumía en la melancolía y ella también perdía la esperanza.
Transcurrieron semanas y semanas y cada vez eran menos los concurrentes. Un día ,Elisa se sentó en el jardín ,sintiendo el calor del sol ,llevaba como siempre la venda en sus ojos, para no dañar a nadie más, se le acercó un hombre que por su voz, le pareció joven, charlaron mucho, y fue sucediendo así, día tras día.
Elisa esperaba ansiosa que llegara la hora para conversar con su misterioso amigo, sonreía, como hacía mucho había dejado de hacerlo y se sentía feliz, hasta que llego aquel día en que él le dijo; ¡te amo Elisa! Ella dijo ,yo también ,la beso y ella acarició su rostro ,luego quiso coger sus manos y era muy ásperas, Elisa se turbo y él le dijo ¡perdóname ¡ solo soy un labriego de tu padre no merezco tu amor, yo siempre te admiré y solo me acerque ,cuando tu no podías verme ,se abrazaron y lloraron juntos ,y cuando él quiso retirarle las vendas para enjugar sus lágrimas, ella se apartó asustada y se echó a correr, a tientas y sin querer abrir sus ojos avanzo, sintió entonces como nunca el deseo de mirar, volver a ver el mundo, se quitó las vendas y abrió los ojos, vio los árboles ,las flores, el cielo azul y las aves volando , muy cerca estaba su amado, lo reconoció por su voz ,tuvo miedo, pero el continuó acercándose y nada malo ocurrió ,se abrazaron y rieron, locos de alegría ,Elisa se había curado.
El padre la entrego en matrimonio, a su joven labriego, que con la dote dejó de ser pobre y así Elisa y su amado fueron felices.
Las manos bellas es una interesante historia escrita por Ethel Catherina de San Juan Zubia Aguilar.

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