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Angeles y gatos. Liana Castello, escritora argentina. Cuentos para padres.

– No puedo ayudarlo, no sé cómo –Lamentaba el ángel en voz alta.

-¿Por qué dices eso? Somos ángeles, hemos venido a proteger a las personas. ¿Sientes que no estás cuidando bien a tu protegido?

–Preguntó desconcertado su amigo, ángel también. .

-No es eso, no se trata de protección.

-¿Y de qué se trata entonces? – Preguntó aún más desconcertado el ángel amigo.

-Sé que lo protejo bien, que lo cuido, pero me preocupa otra cosa. Es como que no puedo llegar a su alma, su ostracismo me preocupa. No quiero esa vida para él.

-Tal vez sea la vida que tu protegido quiera vivir, no podemos torcer la voluntad de las personas.

-Lo sé, pero me gustaría que fuese más feliz, que se permitiese demostrar sus sentimientos.

– Es un hombre bueno por lo que puedo ver.

– Claro que lo es, por eso mismo me apena que le sea tan dificultoso relacionarse. Hay algo en él que no le permite demostrar lo que siente y que le impide ver lo que los demás sienten por él.

– Te ha tocado un caso difícil parece.

-Así parece, pero no me resigno, debe haber una forma de abrir la cerradura de su alma, tiene que haber un modo de llegar a él.

– Siempre lo hay. ¿Tiene familia?

– Si la tiene y la ama profundamente, pero no tiene vínculos sencillos y sé que sufre por eso. Se jacta de no necesitar de nadie y su corazón pide a gritos que lo quieran. Ama, pero no lo demuestra o lo demuestra a su modo y a veces, no es suficiente.

– Creo que tengo la solución. Ponle un pequeño gato en su camino.

El ángel preocupado miró sorprendido a su amigo, sin entender qué podía solucionar un gato en materia de almas.

-No estoy loco, sé lo que te digo. Ponle un pequeño gato en su camino. Déjalo que lo tenga frente a frente, que lo vea indefenso, que sepa que necesita su abrigo y cariño. No se resistirá.

-¿Un gato? – El ángel no terminaba de entender.

– Es una criatura de Dios también. Mira, no siempre se llega a destino por el mismo camino, si es duro con las personas, podría ser blando con los animales.

-¿No sería mejor un perro?

– En este caso creo que no. El gato no lo molestará mucho. Ambos harán su vida, no se molestarán y sólo se buscarán cuando precisen uno del otro. No deberá sacarlo a pasear, no requiere mucho cuidado por lo que no interferirá con las actividades de tu protegido. Un gato no está encima de nadie, busca por momentos el contacto, pero es un ser independiente, eso le gustará, verás que congenian.

-¿Tu crees?

-Yo creo, siempre creo, por eso son un ángel.

-¿Y si lo ve y no se conmueve? ¿Y si lo deja librado a su suerte?

– Tiene un alma buena y noble, no lo hará ¡Vamos ponle el pequeño gato en su ventana! Verás cómo con esa criatura puede abrirse sin miedos, ni reparos y si lo hace con ella, pronto lo hará con las personas. Déjalo comprobar que un gato no muerde y mucho menos las personas que lo aman.

El ángel se convenció y sacó de la calle y del abandono a un pequeño gato. Lo miró bien: era perfecto, no muy pequeño lo cual haría más fácil el cuidado y tampoco muy grande, Increíblemente se veía saludable y cuidado, eso ayudaría a tomar la decisión que tanto esperaba de su protegido.

Suavemente lo alzó en sus brazos y con más suavidad aún, lo dejó en la ventana del cuarto.

-Ahora te toca a ti – Dijo el ángel al gato- llora por favor, pero no fastidies, pide ayuda. Si es necesario insiste, presumo que no será fácil.

El gato miró al ángel y no necesitó mayores explicaciones. Necesitaba un hogar, pero sabía que había un hombre que necesitaba mucho más que eso.

-Ahora a esperar –Dijo el ángel a su amigo ¿Tú qué crees que pasará?

-Yo creo, con eso basta.

El hombre estaba trabajando en su escritorio cuando oyó el llanto del pequeño gato. Miró por la ventana y ahí lo vio. Parado en dos patas pidiéndole algo ¿Qué quería? –se preguntó y práctico como era, supuso que el gato sólo quería comer. Saco por la ventana un tazón con leche y se fue.

El pequeño gato tomó agradecido la tibia leche, no fuese cosa que su futuro dueño se ofendiese, pero no tenía ni hambre ni sed. Volvió a pararse en dos patas y a llorar.

-¡Bueno basta! –Le gritó el hombre varias veces y con cada grito, el corazón del ángel se marchitaba un poco más.

-Espera, por favor. Dale tiempo –Le decía su amigo.

Al caer la noche, el obediente gato seguía en la ventana. Cada tanto volvía a llorar esperando conmover a ese hombre que tan duro parecía.

De pronto, el vidrio de la ventana se abrió y se escuchó la voz del hombre que, para felicidad de su ángel, dijo:

-Bueno ven, sólo por esta noche -Lo tomó en su brazo y entró a la casa.

El ángel guardián sonrió aliviado pero aún no estaba del todo tranquilo.

-¿Sólo por esta noche? –Dijo en voz alta.

-Tranquilo, es su forma de darle la bienvenida –Contestó su amigo.

A partir de esa noche y todas las noches el ángel vigiló el sueño de su protegido, pero ya no era el único. Un gato feliz y agradecido dormía a los pies de la cama.

Fin
©Copyright Liana Castello 2012
Todos los derechos reservados

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