Influencia del marco social en la recuperación de un adicto.
Somos seres sociales, en nuestro cotidiano nos desarrollamos en contacto con otras personas que conforman el entorno con el que nos vinculamos.
A su vez, debemos resolver múltiples demandas, tanto laborales como afectivas, enfrentar duelos amorosos, relaciones de pareja tormentosas, superar crisis financieras o traumas del pasado. Muchas veces ante tanta exigencia nos vemos congelados, sin reacción ni palabra para poder encontrar una solución, solo percibimos un presente confuso que tapa todo el bosque.
Esto genera un estado de ansiedad permanente, que se exterioriza en conductas compulsivas. Actings, atracones, consumismo sin sentido, palimpsestos alcohólicos (estado en que el cerebro no puede ya guardar recuerdos, y la persona experimenta largos períodos de olvido mientras estuvo intoxicada por el alcohol) o en el consumo compulsivo de drogas.
Es indispensable comprender las causas de nuestra ansiedad, pues puede ser tan insoportable como peligrosa. Para salir de una adicción es necesario tomar conciencia de esa angustia y analizar en profundidad nuestra frustración. Esas causas deben ser reducidas a polvo mediante la comprensión y la confrontación lógica.
Conociendo esto, es posible ver más claro que vivimos en una sociedad en la que tres factores importantes confluyen para que las conductas compulsivas prosperen y las adicciones se multipliquen:
- Ha aumentado notablemente la tolerancia social al consumo de drogas legales o ilegales. Argentina es uno de los países de más alto consumo de drogas recetadas, ansiolítico, calmante, hipnótico.
- Ha bajado dramáticamente la percepción de riesgo que el abuso de estas sustancias acarrea, tanto en la salud propia como la de otros, tornándonos impasibles al desarrollo de estas conductas en familiares, parejas o amigos.
- Ha crecido ostensiblemente la facilidad de acceso a las sustancias utilizadas. Estas tres variables han hecho que cada día más personas transiten situaciones de sufrimiento en poblaciones socialmente adaptadas, que usualmente no acceden a los centros tradicionales de tratamiento por vergüenza social, negación o naturalización del problema.
En todos estos casos el usuario compulsivo va limitando sus posibilidades emocionales, físicas y mentales sin percibir lo que sucede, hasta que empieza a perder o poner en riesgo a familiares, amigos, trabajo, dinero y sus relaciones en general. Está anestesiado en sus emociones y limitado su capacidad de pensar.
A esto se suma que no pide ayuda hasta que el deterioro es demasiado evidente. Frecuentemente la ayuda llega de la mano de una persona cercana a él que lo induce -en algunos casos hasta lo obliga- a pedirla. Si no, aceptan un tratamiento cuando es obligado legalmente por instancias policiales o acciones judiciales.
Aun así el consumidor compulsivo no reconoce su problema de fondo, solo acepta participar para que lo dejen tranquilo lo antes posible y salvar las apariencias. Sostener las formas sociales es la tarea que más energía le consume, sumiéndolo en una situación de angustia y soledad.
Por eso, así como el entorno social puede sumergirlo en una ansiedad que lo opaque, un buen grupo de contención y ayuda podrá indicarle caminos y maneras para encarar de una manera sana su nueva vida. Es necesario no ser indiferentes ante el otro, comprender sus sufrimientos y tender una mano para lograr una comunidad más solidaria.
Por Lic. Norberto Sztycberg, director general del Programa Andrés e instructor del Arte de Vivir (www.programaandres.org.ar)