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Pequeños orgullos, logros humildes

Pequeños orgullos, logros humildes. Liana Castello, escritora argentina. Reflexión sobre los pequeños logros de la vida.

El pasado 8 de diciembre, cuando coloqué el último adorno en el arbolito de Navidad, me detuve a mirarlo y sentí algo muy parecido al orgullo. Se veía hermoso, cuidadosamente decorado, con mucho esmero y aún más amor. Cada adornito, especialmente elegido, engalanaba su figura y su presencia hacía más bello mi hogar.

Me quedé pensando en que esa tarea mágicamente realizada junto a mi familia me hacía sentir orgullosa y eso trajo a mi mente otras tantas cosas, en apariencia pequeñas, que me hacían sentir igual.

El orgullo es algo que no siempre es bueno y que lejos de hacernos crecer, nos empequeñece como personas y nos alejan de los demás. Sin embargo, bien visto, y sobre todo bien sentido, el orgullo es una hermosa sensación.

No siempre es necesario un gran logro para sentirnos orgullosos de algo. Recibir un título, tener un hijo, conseguir un buen trabajo son cosas que nos hacen sentir más que bien.

Sin embargo, hay otras cosas en la vida, sin duda en mayor cantidad, pequeñas y simples que nos hacen sentir orgullosos. Una comida que a todos les ha gustado, una manualidad que quedó hermosa, una planta que,-gracias a nuestros cuidados, creció espléndida, son algunos ejemplos. Superar un miedo, vencer una dificultad, aprender algo, amigarnos con una tarea que debemos hacer y no nos gusta, dominar un defecto, son triunfos que nos hacen más felices y mejores.

En este orgullo bien entendido, está en afán de superación, las ganas de mejorar, de aprender, el no bajar los brazos. Es bueno celebrar estos logros, es hermoso mirar algo que hemos hecho y admitir que nos ha quedado muy bien.

Este orgullo, nada tiene que ver con la soberbia, no es altivo, no quiere demostrarle nada a nadie, es una sensación interna, una alegría para el alma, nada más, nada menos.

Tal vez nos sea más sencillo enojarnos con nosotros mismos cuando las cosas no nos salen cómo queremos, pero ¿qué pasa cuando sí salieron cómo deseábamos?

No es pecado sentir la alegría de algo que nos ha salido bien, no está mal disfrutar de esos pequeños logros. Por el contrario, creo que la felicidad que encontremos en hacer bien las cosas, nos ayudará a crecer, a superarnos día a día, a saber que podemos dar más. Y quizás nadie se entere de nuestro logro cotidiano y estará bien que así sea, pues este orgullo humilde, valga la contradicción, es silencioso y personal.

Bastará tal vez, con dedicarnos una hermosa sonrisa frente al espejo y continuar nuestro día.

Fin

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