Tema de la semana: Mendicidad. Otro tipo de maltrato infantil.
Por Liana Castello
Escritora de cuentos infantiles
Miembro especial de la comunidad EnCuentos
Si bien ya habíamos hablado de mendicidad en la columna sobre el trabajo infantil. Con tristeza creo que habría que detenerse un poquito en ésta, que tal vez, sea la cara más visible o más común de este tipo de maltrato.
Se entiende por Mendicidad la situación donde los niños o niñas se ven obligados a la realización continuadamente de actividades o acciones consistente en demandas o pedido de dinero en la vía publica, este tipo de Maltrato se encuentra muy relacionado con la Explotación Laboral ya que son asignados a los mismos con el objeto de obtener un beneficio económico, sin tener que realizar, los adultos, ninguna otra tarea (Fundación Amparo).
Se han vuelto parte del paisaje urbano. Son parte de la realidad. Están en todas partes, calles, subtes, negocios, a toda hora del día, bajo un sol abrasador o bajo la lluvia más cruel. Son los niños pobres de nuestro país. Aquellos que se ven despojados de su mundo infantil para formar parte del mundo adulto.
Sin embargo, por triste que sea, estos pequeños se adaptan al mundo de los grandes. Van solitos por la ciudad, la recorren, la conocen quizás más que nadie, la exprimen en vivencias, hasta la deben querer, pienso a veces.
Las calles son su casa, el cielo su techo, frías y sucias baldosas su cama y diarios sus cobijas.
Recorren sus dominios con absoluta seguridad, se agrupan en “ranchadas”, como les dicen ellos, saben dónde obtener un colchón para la noche, qué panadería les dará las medialunas que no lograron vender. Conocen el valor del dinero, lo piden, lo mendigan, lo manejan, lo negocian.
Qué pena infinita que sus dominios no sean el patio de una escuela, que no se agrupen en aulas, que no duerman en una camita por humilde que sea. Qué tristeza que la vida les robe lo más hermoso y aquello que jamás vuelve, una infancia de niño aunque parezca una redundancia, que en este caso no lo es.
Cuando uno los mira, y más con mirada de padres, cierta culpa se apodera de nosotros. Pensamos qué podríamos hacer por ellos, qué deberíamos hacer por ellos.
Es una pregunta con muchas respuestas, no todas las respuestas están en nosotros, hay cosas que como ciudadanos rasos, sin poder, no podemos hacer, sin embargo, hay otra que sí.
No esquivarlos cuando nos encontramos con ellos, ya bastante tienen con que los esquive el poder, los gobiernos de turno para los cuales ellos son una prioridad.
Podemos ofrecerles una sonrisa, algo de comer, en vez del dinero que ellos están esperando y que, seguramente le será dado a otra persona para otros fines. Podemos colaborar con comedores, fundaciones, gente seria que en verdad se preocupa por devolver a estos niños lo que tan injustamente les fue arrebatado: la niñez y por qué no la dignidad. UNICEF en un gran ejemplo de lucha por el bienestar de nuestra infancia, podemos sumarnos a su lucha.
UNICEF también nos propone “sacar del papel” los derechos de los niños y hacerlos valer. En otras palabras, que no queden con meros enunciados, sino que, entre todos, logremos que se hagan valer.
“La Convención sobre los Derechos del Niño fue adoptada por la Asamblea de las Naciones Unidad en 1989, ratificada por 191 países y en 1990 se ratificó en nuestro país, a través de la ley 23.849. En Agosto de 1994 fue incorporada a la Constitución de la Nación. A partir de ahí, nuestro país asumió el compromiso de asegurar que todos los niños y niñas tengan todos los derechos que se encuentran en la Convención”. (UNICEF).
Repasando algunos de los principios enunciados en la Convención antes citada, nos encontramos por ejemplo con el principio nro. 6, en el cual, en unos de sus párrafos dice: “…La sociedad y las autoridades públicas tendrán la obligación de cuidar especialmente a los niños sin familia o que carezcan de medios adecuados de subsistencia…”
En el principio nro. 7 se habla de la educación, algo a lo que los niños que pasan sus días mendigando en la calle no pueden acceder: “El niño tiene derecho a recibir educación, que sea gratuita y obligatoria, por lo menos en las etapas elementales. Se dará una educación que favorezca su cultura general y le permita en condiciones de igualad de oportunidad, desarrollar sus aptitudes y su juicio individual, su sentido de responsabilidad moral y social, y llegar a ser un miembro útil de la sociedad…”
Un compromiso que, como tantos otros, no se cumplió. Miles de niños siguen vagando, mendigando, viviendo en condiciones de extrema pobreza, de peligrosidad, ayunos de todo cuidado.
Pero volvamos a nosotros, siempre, algo se puede hacer desde el pequeño y gran lugar de cada uno.
Algo fundamental es enseñarles a nuestros hijos a mirar a estos niñitos con cariño y no con indiferencia, promover que ellos desarrollen una conciencia solidaria por el que menos tiene.
No estará en nosotros cambiar las políticas sociales, pero seguramente si de verdad aprendemos a mirar con el corazón a estos niños, cual si fueran nuestros hijos, si en cada uno de esos piecitos sin zapatos, podemos ver a ese chiquito que merece exactamente lo mismo que nosotros les damos a nuestros hijos, algo importante cambiará.