Amigos: Otros Ángeles que también Dios puso en nuestro camino

Amigos: Otros Ángeles que también Dios puso en nuestro camino. Liana Castello. Escritora argentina. Reflexión sobre los  amigos.

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“Todos somos ángeles de una sola ala, la única manera que tenemos de volar es abrazándonos unos a otros » (autor anónimo)

¡Qué hermosa frase para definir la amistad! Ya sabemos, los seres humanos somos sólo eso, seres humanos, pero en el amor que sentimos hacia el otro, en la protección que le brindemos, en cómo compartimos su vida y lo ayudamos a que ésta sea mejor, ¿no estamos oficiando un poco de Angelitos?

“Dios creó a todos los Ángeles simultáneamente antes de crear al hombre y se sirvió de ellos para la creación del mundo, un proceso que se repite a cada instante ante nuestros ojos.
Una vez plasmada la creación de la Tierra, en cuya tarea Dios fue asistido por sus Ángeles, El les dio la misión de guiar y proteger a su máxima expresión: el hombre. Si leemos el Salmo 91, encontraremos allí expresado esto: “Por El, los Ángeles están sobre ti, para estar contigo en todos los caminos. Ellos deben llevarte en sus manos, para que no tropieces contra una piedra” (1)

De corazón creo que un verdadero amigo se parece a un Angel. En primera Instancia porque Dios lo puso en nuestro camino, porque acompaña nuestro andar, nos escucha, nos alienta, no nos deja solos. Cada amigo a su manera, con su estilo, su forma. No hay dos amigos iguales.
Así como hay distintos tipos de Ángeles, hay distintos tipo de amigos, todos amados, todos y cada uno de ellos, fundamentales para transitar la vida.
Están aquellos amigos que, como los Serafines hacen con el Creador, están más cercanos a nosotros, pegaditos a nuestra vida, haciéndola más hermosa, llenando de alegría con sus “coros celestiales”. Otros, en cambio, son los que nos sostienen y transmiten su energía, como los Querubines.
Otros, nos apaciguan, nos calman, nos hacen ver las cosas de manera más tranquila, así como los Tronos manejan el impulso de la vida y de su Creador.

Están los que nos acompañan a un médico, se acuerdan de preguntarnos cómo nos sentimos, pasan una noche junto a nosotros en un hospital si hiciera falta, cual si fueran Dominaciones. Nos sanan sólo con su amor, su cuidado y su compañía incondicional.
Hay otros que son energía pura, que nos llevan y nos traen, que no dejan que nos caigamos jamás, que nos impulsan a no quedarnos, que nos transmiten su amorosa energía espiritual, tal como hacen Las Virtudes.
También están los que a capa y espada nos defienden, como los Poderes y Potestades, los que luchan junto a nosotros una causa, los que la pelean a nuestro lado. Los que toman como propio nuestro problema e intentan junto a nosotros resolverlo. Aquellos que no permiten que nos rindamos, que nos levantaran una y mil veces si nos dejamos caer.
Y están los que dan una manito siempre, los que, como los Principados, parecería que están esperando que surja una necesidad para decir presente, para ayudarnos en lo que necesitemos.
Por último, están los Arcángeles, intercesores entre Dios y los seres humanos. También hay de esos amigos. Aquellos que nos dan la palabra justa, que nos acercan el tan esperado consuelo, esos que seguramente, con su amor están mediando entre Dios, nuestra tristeza o dolor y nosotros.

Como ya vimos, hay muchos tipos de amigos, no todos son iguales, ni todos se compartan de la misma manera.
Con algunos nos une la historia, el colegio, una vida juntos. Otros son amigos que no han compartido toda nuestra vida, pero sí mucha de ella. Están los amigos nuevos, aquellos que por distintas circunstancias de la vida, Dios los ha puesto en nuestro camino. También hay amigos de sangre, si tiene la suerte, como en mi caso, de sentir a los hermanos también amigos.
Y no con todos los amigos hacemos lo mismo. Con algunos nos sentamos largas horas frente un café a desnudar nuestra alma, con otros compartimos una divertida cena, otros nos enriquecen profundamente con sus palabras, nos enseñan con sus ejemplos de vida, nos hacen ser mejores.

Y hasta hay amigos, a los que no hemos visto jamás personalmente, aquellos a los que uno ha conocido gracias a la cibernética, pero que en esa comunicación fluida, repito, enriquecen nuestras vidas, y también con ellos se crea un vínculo maravilloso.
Hay otros que nos han abandonado para siempre físicamente, pero es sólo eso, físicamente. Tanto ellos, como nosotros sabemos que están y estarán por siempre a nuestro lado y también a ellos les podemos hablar y también ellos, a su manera, nos hablan.
Otros, ha decidido mudarse lejos y cuando uno pasa el primer dolor, el de la aparente distancia, también entiende que ese amigo seguirá estando. Ya no nos sentaremos en el mismo café, pero la amistad perdura.
Uno de los sentimientos más hermosos y desinteresados que el ser humano puede sentir, es justamente la amistad.
Un amigo es también un hermano que no nos han dado nuestros padres, el que elegimos libremente para que nos acompañe en nuestro camino.
La amistad es maravillosa porque no hace falta ser parecido al otro para generar un vínculo estrecho. También en las diferencias nos enriquecemos, aprendemos, crecemos.
Asimismo, como todo vínculo, es algo que debemos cultivar, enriquecer, acrecentar, no dejar que se marchite ni con el tiempo, ni con la distancia, se mida en kilómetros o no.

El ser humano no ha nacido para estar solo, no es la mejor manera de vivir, por eso, volviendo a la frase del principio me gusta pensar que –en alguna medida- todos somos ángeles de una sola ala y que necesitamos abrazarnos al amigo para poder no sólo volar, sino crecer, aprender a ser felices, a ser mejores.
Demos gracias a Dios, todos los días de nuestra vida, por estos seres que, alados o no, nos acompañan incondicionalmente y sin los cuales, no tengo dudas, la vida no sería la misma.

Fin

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