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La señora. Escritora de Barcelona, España.  Cuento sobre las personas con Alzheimer. Historias de vida.

Hace mucho tiempo, conocí a una señora. Su rostro era dulce, su pose era serena.
Me preguntó cómo me llamaba y de dónde venía. Y con mi pobre vocabulario contesté como pude.
Mi hablar era entrecortado porque no encontraba las palabras. Mis frases eran demasiado sencillas y cortas. Pero a ella no parecía importarle. Movía su cabeza asintiendo a lo que yo decía y eso me hacía sentir bien. Así que su paciencia, su dulce mirada y su eterna sonrisa me llenaron de paz.

Me dijo que las nubes vistas desde el avión son un campo lleno de ovejas. No supe muy bien si lo decía en serio o si era yo que entendía mal su perfecto inglés.
Al día siguiente volví, me senté a su lado y volvió a saludarme. Me preguntó cómo me llamaba y de dónde venía. Entonces entendí. Y con mi pobre vocabulario le dije: ‘Encantada de conocerla, Señora’.
Hace mucho tiempo, conocí a una señora. Su rostro era dulce, su pose era serena.

Dedicatoria

‘La Señora’ es un cuento de Oyakudachi que nos habla de la serenidad y dulzura con la que algunos enfermos de Alzheimer viven sus días. Basada en una vivencia real en la que el temor a mi parquedad con el lenguaje y la pobreza de mis palabras resultó ser irrelevante para mantener una plácida conversación con una señora inglesa que residía en la misma familia que yo. Yo tenía 24 años y ella unos 70. Un bello intercambio de papeles, en el que fui yo quien, recién llegada a un país extranjero, tenía problemas de expresión, de comunicación, y encontré en ella la serenidad, dulzura y comprensión que necesitaba para superar mis dificultades. Desde mi ignorante juventud ni siquiera advertí nada, ni tan siquiera cuando me habló de los rebaños de ovejas que se veían en mis primeras fotos de nubes tomadas desde el avión. Sólo al día siguiente, cuando tuve que repetir toda la conversación fue consciente de sus circunstancias. Aunque para ser sincera, las conversaciones con ella durante aquel mes de verano fueron siempre tan agradables que creo que ese verano aprendí cosas más importantes ‘de mi abuela inglesa’ que la lengua inglesa que había sido el motivo de mi viaje.

Fin

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