Buscar el sitio, lugar y fecha es imprecisión total. No existe ni un lugar ni una época exacta porque si la miramos como la vemos hoy, tenemos que decir que para occidente nació luego de la segunda guerra mundial; en cambio, si la miramos como literatura didascálica, moralizante y ejemplificante, diremos que su nacimiento es de la época feudal.
Sin embargo las hadas, seres maravillosos que pueblan muchos cuentos, los ogros, y los animales hablantes ya existían en épocas feudales. Habían nacido y crecido en Oriente.
La literatura infantil, que a mí me gusta denominar para niños, tiene varios nacimientos. Tomemos como ejemplos los cuentos clásicos tradicionales que pueblan el mundo infantil, a quien el psiquiatra Bruno Bettelheim dedicó el estudio: Psicoanálisis de los cuentos de hadas.
Estos clásicos nacieron en forma oral en los pueblos primitivos de épocas feudales en Europa Central. Eran leyendas pertenecientes a la orilatura popular. Como tales eran cuentos narrados para todos, no sólo para niños. Mientras hombres y mujeres reunidos en amplios espacios trabajaban, los niños estaban allí, también haciendo tareas. No eran estos niños de hoy, no iban a la escuela, y por tanto si buscamos las versiones originales de los cuentos, veremos que hay grandes diferencias con los que conocemos de las versiones recientes. Lamentablemente muchas versiones originales no se encuentran con facilidad, por eso recomiendo el sitio oficial denominado Ciudad Seva, biblioteca electrónica , donde ustedes pueden leer versiones mucho más cercanas a Cenicienta, Blanca nieves, Caperucita Roja, la Bella durmiente, La Sirenita, entre otros.
Estos cuentos han sido recogidos en su mayoría por autores como los hermanos Grimm y Charles Perrault, quienes recorrían Europa y daban forma escrita a leyendas orales que la población tenía. No es el caso de Andersen, primer y gran escritor dedicado a los niños que abre la puerta a la producción personal donde todos los elementos maravillosos como hadas, brujas, duendes y animales hacen su aparición pero de su mano, sin dudas, la más importante de aquella época.
Estos cuentos han sido aprobados y rechazados en diferentes etapas de las educaciones de cada país. Durante muchos años se los consideró demasiado grotescos para los niños y fueron cercenados y puestos en su versión más liviana por innumerables editoriales. Las versiones que el gran fabulista de los años XX llevó a la pantalla, Walt Disney, son aún más livianas que algunas de los años 1900. (Para completar la lectura de este material buscar en el blog Papeles de Literatura infantil artículos sobre Disney)
Luego de la Segunda Guerra Mundial nace en Europa un movimiento de la nueva psicología y la pedagogía que nos da una visión nueva del niño como: ser en crecimiento. A partir de allí las variantes de las nuevas tendencias en literatura para los más jóvenes. Se analizan nuevamente los grandes clásicos y de la mano de Bettelheim se aporta que: las hadas, los ogros, las brujas, y los argumentos de los libros clásicos, son fermentales en la psicología infantil. Pues allí se plantean miedos, asombros y penurias de pueblos primitivos, que a la hora de repensarlos, son los mismos que sufre el niño. Por tanto esos cuentos lo ayudan a resolver esos pesares. Recuerda también este analista que los cuentos clásicos hacen triunfar al más pequeño, premia al que obra bien, castiga al que obra mal, canaliza la visión de bien y mal, la crueldad y la beneficencia que todo niños lleva adentro. Hay un sin número de apoyo a la visión de Bettelheim y otro tanto, en contra.
Mi visión hoy, ya comenzado el siglo XXI es que: todos los niños tienen derecho a conocer lo que para ellos fue escrito, en esta época y en otras. Y no sólo de conocer lo que el mercado Internacional desea que conozca para que consuma, creo que todos los niños deberían a partir de los 5 o 6 años conocer las verdaderas versiones de los cuentos clásicos, como derecho inalienable a su formación personal.
En el camino de la conquista Europea a América quedaron presos de esa cultura las increíbles historias en forma de leyenda que los pueblos tenían. Si bien muchas se han conservado entendemos que más del doble de lo que quedó, corría en ese tiempo de la boca a la oreja. Tenemos que recuperar la orilatura de los pueblos de América para que nuestros niños conozcan no sólo lo que fue importado a la fuerza, y que sin dudas forma hoy parte de nuestra cultura, pero también por derecho de los nacidos en América, deben de reconocer las voces que fueron castradas en una educación netamente europeísta.
En el gran camino de los clásicos no podemos desconocer el valor de la fábula: género que jamás se extinguirá. Ha recorrido desde Oriente a Occidente un largo camino. Así como muchos cuentos que nacieron desde el famoso “Las Mil y una noche” y pasaron a España llegando a América con diferentes títulos. Desde Esopo y Samaniego, hasta Disney, el camino de las fábulas ha sido un poco como el de los cuentos clásicos ante nombrados: las versiones se han adherido a las épocas y han dado un vuelco a favor de lo que pide la sociedad, la educación y el mercado.
También es importante el camino de la Educación cuando se habla de literatura infantil: hasta hace muy poco tiempo el libro para niños debía de ser moralista, ejemplificante, educativo, servir a la causa de la enseñanza. No era buen libro si no enseñaba “algo”. Y ese algo no debía de ser mera belleza o entretenimiento: debía de ser didáctico o moral.
Ocurrió más o menos lo mismo con la ilustración: no olvidemos que el libro para niños tiene una ilustración que comunica tanto o más que su texto. Las ilustraciones han corrido la misma suerte: hasta bien entrado el siglo XX no teníamos premios importantes para los ilustradores, estos entraron a ser reconocidos cuando otros espacios audiovisuales entraron a competir con el libro. Y aún hoy, pero por otros motivos, no tenemos ilustradores que se identifiquen con sus países. Muchos de ellos siguen siendo casi europeos: seguimos teniendo personajes sin rasgos sudamericanos o centroamericanos, por ejemplo. Seguimos teniendo patrones de bellezas que no son nuestras.
Pero la historia de la literatura para niños ha tenido un antes y un después de la Segunda Guerra mundial y, como el llamado Boom Latinoamericano, también estamos en plena pujanza del Boom de libros para niños en Latinoamérica.
Lo más importante a la hora de seleccionar un texto para niños, un libro que lo entretenga y le de valor agregado a la lectura es buscar la belleza, la estética literaria, y no la ética moral. Busquemos que el libro socialice al niño, lo haga partícipe de que pertenece a un mundo donde su lugar es único pero, donde tiene mucho para conocer. Busquemos historias que lo hagan soñar, reír, aplaudir. Como decía la gran escritora argentina María Elena Walsh: libros para el recreo no para la clase.
Para completar esta lectura pueden elegir varios autores, algunos los verán en este curso, pero cuando elijan solos prefieran aquellos que primen la calidad literaria por encima de las moralinas y las moralejas.