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¿Cómo contagiar la pasión por la lectura en los niños? No se transmite disfrute, placer, si no lo experimentamos.

Por Henry A. Petrie. Recursos educativos

«Muchos niños y jóvenes no leen libros porque no saben leer bien. No saben leer bien porque no leen libros». (Paradoja de Bamberger).

Contagiar la pasión por la lectura

Contagiar la pasión por la lectura en los niños

No es lo mío dictar técnicas de lecturas ni llenar las cabezas con terminologías importadas, de esas que ahuyentan y desaniman; siempre trato de compartir inquietudes de escritor comprometido con el desarrollo sociocultural de Nicaragua, reflexiones de un promotor de la lectura y de la literatura nacional, cuyas experiencias las ha desarrollado desde un pequeño colectivo de poetas enamorados y apasionados por estos temas, por las acciones que desarrolla en escuelas de primaria y colegios de secundaria del país.

Siempre trato de conversar, en todo caso, exponer con la mayor claridad que me sea posible algún tema, qué más acerca de la lectura.

Los beneficios de la lectura que muchos ya reconocen

Para que nos guste, así como en la vida, debemos acudir a los temas más afines, a las historias que más nos atraiga, convencido de que a través del uso del libro, de su lectura, mejoraremos en muchos aspectos de la vida, nos permitirá conocer, saber y por supuesto, escribir y expresarnos mejor.

Estar enterados de lo que pasa en el mundo, lo que se visiona. Nos da competencia para bien comentar y tener un mejor vocabulario. Entender a la sociedad y sabernos comunicar. La ortografía y la gramática se mejoran sustancialmente.

Hacemos mejor uso del lenguaje y la escritura. Nos desarrolla la imaginación y la creatividad. Aporta mayor capacidad de reflexión, desenvoltura y seguridad ante los demás (auto estima), permite que el lector pueda desarrollarse mejor en cualquier ámbito: académico, profesional o social.

La lectura nos distrae. Nos ayuda a un mejor desarrollo emocional. Cuando leemos no estamos solos. Y en el caso de los estudiantes, beneficia el rendimiento escolar al concebir el estudio y la investigación como parte de un mismo proceso educativo.

En la conversación nos damos cuenta cuando estamos frente a una persona lectora, su educación, desenvolvimiento, la calidad de su discurso lo denotan. Alguien que lee tiene de qué hablar, sus perspectivas son más amplias, su capacidad de análisis y comentario son más ricos, más profundos.

A mayor conocimiento e información mayor poder personal. La seguridad en sí mismo se fortalece.

La lectura, indefectiblemente, conduce al crecimiento personal.

Ahora hablemos de la aventura, del viaje

Invito a que descubramos el placer en la lectura. Nada de obligación ni castigo. Nada de complejidades que solo sirven para ahuyentar. El hábito ha de venir mediante el gozo que nos proporcione; la disciplina se asienta mediante la utilidad que le vayamos encontrando, al constatar el gozo y el crecimiento que nos procura.

En mi experiencia como lector, el reto surge con la curiosidad, la intriga, cuando la necesidad de indagación se planta –más allá de lo literalmente expresado en el libro–, se trata de ir tras algo: datos, tesis, historias, secretos históricos, hallazgos, dramas humanos, tramas vitales y cotidianas. La vida.

La lectura placentera es un viaje, una aventura, que para ser pasajero solo se requiere abordar y estar atentos a las incidencias del viaje, gozando de las compañías de personajes que se van apareciendo en las historias que leemos, degustando cada episodio.

Desde pequeño me ha llamado la atención la existencia toda, el Cosmos, la danza de constelaciones y los universos de los cuales somos parte; el Tiempo y el Espacio siempre me llevaron a grandes interrogantes.

De ahí que descubriera libros interesantes, en cuyas historias he navegado cada vez que regreso a ellas, como por ejemplo: La máquina del tiempo, de H. G. Wells. Me ha fascinado, pero también me ha despertado infinitud de inquietudes ese viaje al futuro remoto, donde yo me he ubicado como un viajero del tiempo. Y sigo preguntándome, ¿hasta cuándo la especie humana sabrá ubicar su responsabilidad en el devenir de este planeta?

En los primeros años de mi juventud, me fascinó Julio Verne, sus 20,000 Leguas de viaje submarino, La isla misteriosa (el capitán Nemo reaparece en esta novela, protagonista de la anterior citada), La vuelta al mundo en 80 díasViaje al centro de la Tierra.

En las novelas de Verne uno se encuentra con la aventura, lo desconocido. Siempre me ha hechizado el poder de sus visiones, hasta dónde la ficción ha forjado la realidad o hasta dónde la realidad es una eterna búsqueda, esa chispa que desde nuestro interior se proyecta en visión, idea, hasta evolucionar en una articulación de sucesos mentales que llamamos ficción.

A través de la lectura conocemos mundos maravillosos, grandes viajes y vidas inteligentes.

Empujado por mi propia forma de ser, indagador y cuestionador, con cierta mentalidad científica y espíritu reflexivo, fui en busca de respuestas desde temprano, que no precisamente las he encontrado todas; las preguntas se multiplican, así los caminos que transito, hasta el entendimiento siempre relativo de la vida, tal como un transitar constante, un eterno viaje que solo requiere abordaje.

A través de la lectura imagino, y también creo. Indago y subvierto; me recreo y aprendo; las inquietudes que me siembran los libros evolucionan en búsquedas; el espíritu crece cada vez, en proyección infinita de saber y placer.

Hacia una mentalidad indagatoria y un espíritu reflexivo

He tratado de ir más allá de lo que las palabras escritas dicen, de la trama de las historias narradas.

Siempre he tratado de decodificar símbolos, signos, enigmas… Al leer se aprende a decodificar; decodificar implica indagación, escudriñamiento. Nos apasionamos por encontrar supuestas verdades, desatar nudos, encontrar pistas que nos lleven a hechos o escenarios claves.

Entonces, en este proceso también nos vamos ubicando como creadores, porque vamos construyendo y des-construyendo, porque nos vamos intrigando y comprometiendo con la historia que leemos, es lo dinámico del proceso. Esa es la riqueza y lo mental exponencial, porque el desarrollo de la imaginación e interpretaciones va más allá del texto, trasladándose a nuestra cotidianidad, a nuestras vidas y experiencias.

Cuando realmente nos sumergimos en la lectura de un libro, de una determinada historia (novela, cuento), por muy ficción que sea, no dejará de tocarnos, de interrogarnos o sugerir, al margen de nuestras concepciones, creencias y estilos de vida.

En lo personal, la lectura constituye un desafío, un viaje que abordo con entusiasmo y expectativas. Me apasiona. Las rutas son múltiples y cada una hay que vivirla con cierta intensidad.

Demos y proyectemos el ejemplo, la acción

En mi labor promotora de la lectura, jamás he ido tras una determinada técnica de lectura. No las desdeño, pero no las creo indispensables. De lo que se trata es que las personas se entusiasmen, se enamoren y apasionen por la lectura. Y esto no es cuestión de técnica, sino de espíritu, de voluntad.
Entonces, para adquirir hábito lector, lo primero y último es ponerse a leer.

No importa el soporte o formato del libro o texto: libro físico (tradicional), libro electrónico, etc.

La propuesta es simple: «contagiar» la pasión por la lectura. Para contagiar debo ser el primer apasionado. No se transmite disfrute, placer, si no lo experimentamos. Y sintamos placer a nuestro ritmo, a la manera de cada quien, no se trata de una carrera de cien metros planos ni hacer de la habilidad lectora una absurda medición de palabras por minutos.

Más que convencido estoy que a medida que vayamos desarrollando la habilidad lectora, hasta convertirla en hábito, los ritmos en la lectura y niveles de comprensión se incrementarán. El lector mismo acumulará experiencias y se irá indagando de lo que requiera para su placer.

Lo importante es que uno adquiera el hábito de leer

Adquirir el hábito de leer

Nos preguntamos: ¿Cuáles son los problemas de hábito de lectura que tenemos en Nicaragua? ¿Por qué los estudiantes casi no están leyendo?

¡Cómo se van a formar lectores en escuelas y colegios si nuestros docentes no están leyendo!

Y si no se lee no se promoverá la lectura. No se estimula aquello que uno no ejerce. Y para estimular hay que comentar, y nadie comentará lo que no conoce, lo que no ha leído.

¿Qué ejemplo dará a los docentes un director que no lee? ¿Qué ejemplo dará a sus alumnos un docente que no lee? ¿Qué ejempló lector darán padre y madre que no leen?

Pero lo más triste –lo afirmo con pleno conocimiento de causa–, en Nicaragua existen funcionarios de gobierno, y aún más grave, en el Ministerio de Educación, que son alérgicos a la lectura. Y es más, entre estos últimos, un segmento importante en cantidad y por nomenclatura, nos ha afirmado que leer NO es su responsabilidad educativa o docente.

¿Entendemos, entonces, la gravedad del problema y el peso descomunal del desafío? Pero más pimienta al caldo, la educación superior no escapa a esta tragedia. Y luego, andan preocupados por la baja calidad de la educación en este país.

Sí, hemos llegado al colmo de estar produciendo técnicos y profesionales indiferentes a la lectura. Otra sería la suerte de este país, si nuestros políticos abrazaran con pasión la cultura y la lectura. Y observemos que Nicaragua pronto estará celebrando el centenario del fallecimiento de Rubén Darío (1867-1916), de quienes todos nos ufanamos en tanto el príncipe de las letras castellanas. Olvidamos que Darío, por encima de todas sus glorias celebradas, está la de haber sido un lector extraordinario.

Jamás hubiera llegado a la cúspide de la literatura universal sin su pasión lectora. Cada vez que nos llenemos la boca hablando acerca de Rubén Darío, deberíamos cuestionarnos qué tan lectores o lectoras somos, como para reafirmar eso de que Nicaragua es la cuna de grandes poetas. Ya comienza a ser trágico para este país, quedarnos con magistrales conferencias y estudios de unos cuantos, declamaciones altisonantes de sus poemas emblemáticos, con una población que desestima la lectura.

Para promoverla, para contagiar esta pasión por la lectura, necesitamos dar y proyectar ejemplo lector. Leer y leer; comentar y comentar. La lectura, siendo una actividad individual, debe explayarse como fenómeno social público con efecto multiplicador. Solo así brillará la inteligencia y la cultura nicaragüense, dignificándose a sí misma y enalteciendo a nuestras luminarias.

Docentes y catedráticos indiferentes a la lectura no nos hacen bien en este propósito; los necesitamos con una buena formación lectora y con un espíritu reflexivo y crítico, a grado tal de promover una educación liberadora de conciencias, sin dogmas, credos particulares ni fanatismos.

Necesitamos una educación que sea encuentro de las ideas, las culturas y visiones de la vida inteligente que representamos, donde la imaginación y la creatividad sean consustanciales al desarrollo y al crecimiento humano, en plenitud de libertades.

Los procesos educativos no solo deben estar en las aulas de clases o recintos universitarios, sino en la actitud personal, en el compromiso de forjarse una cultura personal como responsabilidad propia, a través del estudio y la investigación, a través de la lectura.

De ahí, entonces, que maestros y maestras deberán obrar con el ejemplo. Si hablamos de lectura, tendremos que leer, saber encontrarle el gusto, el placer. No se encuentra lo que no se busca.

A partir de hoy, hacia adelante, un docente que no lea debe considerarse incompleto y en deuda con su vocación. La lectura constante es actualización de todos los días.

Más que preocupaciones, banderas de lucha

Me preocupa que se hable de libertad, cultura, desarrollo económico y de democracia sin preocuparse ni ocuparse en la formación lectora. Leer es ejercer libertad, crecer con pensamiento crítico a través de la reflexión y el comentario, el análisis. Un sistema educativo jamás podrá rendir frutos en términos de calidad si no es capaz de producir verdaderos lectores, si no es capaz de articularse con la comunidad y la familia en función de este reto.

Si nos ponemos en serio en la tarea, debemos reconocer, en primer lugar, que no habrá ningún plan lector exitoso sin maestros lectores, sin líderes educativos lectores, sin autoridades nacionales lectoras.

¿Queremos o no un país culto, inteligente, con buen sentido estético? ¿Cómo apuntar a un desarrollo integral sin un buen sistema educativo formador de lectores y por ende, de la personalidad básica de nuestra niñez y juventud?

Necesitamos «contagiar» la pasión por la lectura.

Sobre Henry A. Petrie

Henry A. Petrie - Escritor

Henry A. Petrie nació el 18 de mayo de 1961, en la ciudad de Managua, Nicaragua. Escritor y editor. Promotor de lectura comprensiva y de escritura creativa. Investigador sociohistórico y sistematizador de procesos institucionales y comunitarios. Miembro fundador de Acción Creadora Intercultural (ACIC), de la que fue su primer presidente (2015-2019) y actual director general de su Web. Columnista del cibermedio Nuevas Miradas.

En su quehacer literario cultiva la poesía, narrativa, dramaturgia y el ensayo. A la fecha cuenta con 26 obras publicadas, entre literarias y sociohistóricas. Sus poemas y cuentos han sido incluidos en antologías nacionales e internacionales.

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