¿Los papás saben jugar?
Comencemos por definir qué significa saber jugar. Es algo que está muy ligado a las experiencias propias de juego, y se basa en lo que definimos como “actitud lúdica”.
Un papá sabe jugar, en tanto y en cuanto tenga una actitud receptiva, abierta y muy interesada en encontrarse en este lugar placentero con los hijos (o con cualquier otra persona).
En todos los casos, el papá tiene un saber que está alojado en su propia historia, en sus recuerdos, en su propio cuerpo. Las cosas con la que ligamos el desarrollo de los niños, desde bebés, están muy vinculadas a las experiencias que éstos tengan con los adultos significativos que los rodean. Y al papá le cabe una responsabilidad esencial en el encuentro con el bebé, en donde puede encontrar situaciones gratificantes para ambos, que puedan ser traducidas como situaciones lúdicas.
Por ejemplo actividades que tienen que ver con alzar, agitar, hacer sonidos, usar elementos de colores, donde este encuentro tiene que ver con el cuerpo.
Cabe señalar que a veces el cuerpo del padre es el territorio de juego para los bebes, que elabora y funda situaciones fundamentales y placenteras, y es el punto de arranque de la situación de juego.
Cabe señalar que el papá y la mamá no juegan de la misma forma.
Pero las diferencias de género no significan que alguna de las maneras sea mejor ni peor; sólo que hay algo cultural, que tiene que ver con cómo participa cada uno.
En el caso del papá, está muy ligado a ciertos desafíos vinculados a lo corporal. Son experiencias vinculadas a la fuerza: a tomar, sostener, agarrar. Esto no implica que la mamá no lo haga, pero en el papá estas situaciones aparecen con una fuerza e identidad diferente. Para el bebé esto es muy interesante, porque puede experimentar diferente tipo de juegos en relación a lo corporal. Por ejemplo, los típicos juegos de tirar al nene al aire y atajarlo, dar vueltas carnero, luchar… están muy ligados a la fuerza de lo masculino. Y son juegos organizadores, fundamentales.
Daniel Calmels, un especialista en psicomotricidad que trabajó mucho sobre los juegos de la infancia, habla de 3 aspectos fundamentales: los juegos de sostén, los juegos de ocultamiento y los juegos de persecución, que se desarrollan desde que la persona es bebé hasta la vida adulta. El deporte, por ejemplo, es un espacio que va a ser anticipado por estas experiencias de ocultamiento, sostén y persecución. Y la función del papa es muy importante como iniciador.
Muchas veces sucede que las mamás son más sensibles acerca del tema y están advertidas acerca de la importancia del juego de sus hijos. Y a veces, además de sostener esta actividad y vínculo fundamental con ellos, por ahí tienen la tarea y la responsabilidad de sensibilizar a sus parejas sobre la importancia que tienen como papás en el juego de los chicos.
Y también sucede que a algunos papás no se les ocurre cómo jugar con los chiquitos. Entonces la tarea de las mamás puede ser mostrarles a qué juegan habitualmente con ellos, de qué manera, en qué espacio, con qué materiales, y por ahí darle una mano a su pareja descubriendo aspectos placenteros y todas las virtudes que puede tener él, en el momento del encuentro de juego con los chicos. Esto es algo que tiene que ver directamente con la acción: ir mostrando, invitando a las distintas cosas que podría hacer el padre. Y no solo es importante lo que el papá pueda hacer con los chicos, sino también que la madre se sume y que juntos armen una situación de juego. Esto es algo que multiplica efectos por distintos lados.
Por eso, puede ser una mamá la que invite a su pareja a jugar con el hijo, porque él quizá esta ocupado con otras cosas. Puede ser la mamá quien empiece a cambiar el espacio, y por ejemplo, la que ponga un colchón en el pido del living, la que se anime a tapar con telas la mesa para jugar a esconderse ahí, la que invite a una búsqueda del tesoro dentro de la casa, o a jugar a “la escondida”.
Y las casas mismas pueden ser espacios de juego, con solo transformar la luz, mover un mueble, armar algún rincón ... No hace falta tener juguetes ni irse a un parque para jugar, solo poner un poco de onda y animarse a desordenar, para luego ordenar nuevamente.
Por Damián Calvo, Presidente de Lekotek