Empezaba la tormenta,
y no llevaba paraguas,
en la casa lo olvidó
también con las botas de agua.
Empapada la ratita,
se metió en un agujero,
esperando en tener suerte
y no estuviera su dueño.
Enseguida oyó roncar,
vio que un pequeño topillo,
escondido en un rincón
descansaba hecho un ovillo.
Escuchó tronar al cielo,
granizó con mucha fuerza,
el viento sopló furioso,
encima de sus cabezas.
Pero el topillo dormido,
ni siquiera se enteró,
y pasada la tormenta
la ratita se marchó.
Fin.
Poemas para niños a partir de cuatro años (primeros lectores).