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Mi padre me cubrió de besos
cuando regresé del campo.
Salí a cosechar fortunas
en los trigales del tiempo.

Mirándome, de pronto
su exclamación me atrapa.

¡Nuestra hija, está bendita!

Mi madre, con su venia me abraza.

¡Ponle tus medias finas!
¡Tu sombrero de fiesta!

Adornando la estancia
con juncos y zarcillos
que los invitados traen.

Mis ojos inundados
de confusión y alegría,
interrogando a mi padre,
mirándole estaban.

Su gozo era manifiesto.
No había reproche.
No había llanto.

La música tocaba fuerte
los valses, lambadas y demasíes.

Mi regreso, había llenado
la estancia de mi padre.

Fin

Poesía sugerida para jóvenes y adultos.

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