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Fotografiaron por última vez
la antigua escuela
con un silencio de campana.
Sus muros de adobes blancos
con musgo en los balcones
y viejas pelotas de trapo
suspendidas en el techo,
parecen estorbar
entre tantos edificios nuevos.

Mañana,
se llevarán sus bancos,
el antiguo pizarrón
y el armario de los jarros blancos.
Mi silabario hispanoamericano
en el que aprendí a recitar
“el Trencito de Madera”
en qué andén me esperará mañana
si mañana todavía
fuera hora de viajar?

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