Por Maria Teresa Di Dio
Mientras el sol impávido se desgarra a orillas de la borrasca
la tarde incendia de rojo el firmamento
las almas pasajeras se descubren solitarias
en el límite eterno del tiempo.
Cruzan viajeras por sepulcros de piedra
Buscando su lugar sobre la tierra
Cuando el grito del ave nocturna, altivo hiera la luna
Me amarro en la locura y cavo mi fosa.
Me desvelo con la impiedad de los mortales
En la preñez de la vida y el licor del coraje
¿Soy rebelde? Porque busco la antorcha de la sinceridad
Con la razón propia de mi destino.
En la mordaza de los que se ocultan de la verdad
Combato a los feudales con la piel convertida en coraza
Y el hábito de creer en el amor
Porque muy adentro aún está mi corazón.
Fin