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Bienvenidos a la tierra roja. Manos por Hermanos nos cuenta un sueño cumplido.

colonia primavera

Luego de más de 10 años, terminamos este 2010 logrando cumplir una de las cuentas pendientes con aquellos objetivos que nos trazamos cuando decidimos emprender este camino: extender nuestra ayuda a los hermanos del interior del país. Compartimos con todos ustedes la alegría de sumar a nuestra familia a la querida Escuelita Rural Nº 2 de Colonia Primavera, en El Soberbio, Misiones. a noche cae, en el horizonte se asoma la luna llena, y bajo ella se alumbra un sueño nuevo.

Y cuando de terminar un año viejo y de comenzar uno nuevo se trata, es difícil escaparle a alguna forma de balance, de mirada retrospectiva y de intenciones sobre lo que vendrá. En Manos por Hermanos, las fiestas, los fines de año (parece increíble, pero este es el décimo brindis para muchos de nosotros) siempre son el corolario a todo un período caracterizado por los sueños y las búsquedas, las dudas, los problemas, las realidades desafiantes.

No es un secreto para nadie, tampoco, que cada vez es más difícil encontrar ejemplos de ONG’s independientes y con una mirada integral, fundamentalmente lejanas de toda forma de asistencialismo. Por ello, 2010 fue un año donde muchas veces hizo falta tomar fuerzas, unirse ante la realidad que nos toca enfrentar. También volvió a dejar un saldo rebosante de amigas y amigos que se sumaron a ayudar, de tantas otras y de tantos otros que siguen al pie del cañón, incondicionales, muchos de ellos desde el primer momento. Pero ustedes que están ahí saben también que Manos por Hermanos nació para los desafíos siempre crecientes, para ir poniéndole carne a los sueños más altos.

En Manos por Hermanos nos encanta, también, despedir al año viejo y bienvenir al nuevo con buenas noticias. Esta vez, a modo de despedida de este ciclo que se cierra en poquitos días (y para recibir el nuevo con más ganas y compromiso), tenemos el placer de darles una HERMOSÍSIMA NOTICIA.

Es la historia de un viaje lleno de amor y esperanza. Un viaje que es, a la vez, llegada y comienzo. Un viaje que comenzamos en Manos por Hermanos desde el primer día de nuestra existencia. Un viaje que iniciamos con una misión a cumplir: llegar al interior de nuestra Argentina, con particular énfasis en las escuelas rurales que, allá donde la patria de todos se vuelve una necesidad impostergable, construyen una historia llena de pasión y de verdadero heroísmo, savias que tanto necesitamos muchas veces aquí en los centros urbanos y sus áreas de influencia.

De lo que siempre se trató esta aventura de más de diez años, fue de crear lazos que integren, que sobrepasen los abismos de la segregación, el olvido, el desamor. Todas formas de la distancia. Distancia con el otro, alejamiento y desdén. A veces esas distancias con nuestros hermanos, también se cuentan físicamente, a veces también se expresan en kilómetros de caminos por recorrer. A esas distancias, también nacimos para vencerlas. Para intentarlo juntos. Quizás haya sido la conciencia de la década cumplida. Seguro que no fue porque sobraran recursos (¡eso sí que no!).

Pero sea por lo que fuera, este 2010 que se nos está escurriendo entre los dedos a puro calor comenzó allá por enero con una reactivación de la vieja cuenta pendiente para nuestra querida Asociación: llevar la solidaridad y el compromiso de todos ustedes, de todos los colaboradores y voluntarios hasta los rincones del interior de nuestro país donde tantos hermanos nos están necesitando. A esos rincones donde pocos llegan, que mucha gente desconoce, de los cuales, hasta nosotros mismos quedamos aislados a pesar de (o justamente por) vivir en una verdadera jungla de medios de comunicación, fibras ópticas y teléfonos celulares y wi-fi.

Cumplir un viejo sueño, un viejo sueño al que había que salir a buscar. Por esto, decidimos emprender una búsqueda, un camino, con las ganas y el amor como sus únicos guías. Ganas de conocernos con la gente, de encontrarnos con otras costumbres que, a la vez, comparten con nosotros esta misma tierra, el mismo país, el mismo cielo de esperanzas siempre presentes y sueños no menos postergados. Ganas de llegar ahí, para aprender, compartir e intentar hacer un poquito más corta la distancia y más grande el amor.

Así, entonces, en los ratitos libres de los comienzos de 2010, comenzamos a buscar información, a conectarnos con gente relacionada a escuelas rurales, con asociaciones y grupos de voluntarios que, por suerte, no faltan a la hora de hacer algo por tantas escuelas y por tantas maestras y maestros que allá, en los parajes más inhóspitos, le dan un nuevo y hermoso contenido a la pasión por educar. Eran mediados de enero de 2010, hace casi ya un año.

El natural descenso estacional del ritmo de las actividades en los Comedores nos permitió ponernos a buscar e indagar más acerca de las escuelas rurales, y ahí nos encontramos con una primera sorpresa en este periplo: la sorpresa fue que no nos fue tan fácil encontrar mucha información.

Primera frontera a sobrepasar: aquí la comunicación es más fácil, o hasta es un imperativo si es que una escuela o Comedor quiere hacer escuchar su voz en medio de la maraña de instituciones sociales de todo tipo que florecen en el área metropolitana y en los principales centros urbanos del país y sus áreas de influencia. Las escuelas rurales, en cambio, carecen de muchos de los recursos tecnológicos esenciales para esa tarea. Y cuando decimos esenciales, nos referimos no sólo a internet; más bien debiéramos empezar por pensar en un teléfono con señal.

Pero el que busca encuentra. Así comenzó una búsqueda de casi tres meses que nos fue llevando de a poquito hasta un lugar que ninguno de nosotros imaginaba, inesperado. No terminaba el mes de marzo y Pablo encontró en Internet unas fotos, de una escuelita muy chiquita en la frontera misionera con Brasil. Ésta nos llamó particularmente la atención. El paisaje que la rodeaba ya nos generó una cantidad de sensaciones que nos llevaron a detenernos por un instante, quizás debido al impacto visual que esa tierra color de arcilla generó (y nos sigue generando) a los habitantes de la jungla de cemento ardiente. Como fuera, lo cierto es que todos los que estábamos ese día frente a la compu, sentimos que esa escuelita, quizás, nos estaba esperando.

Esas fotos hermosas, inolvidables, que Pablo encontró casi por casualidad, eran imágenes del Aula Satélite «Educación para las Primaveras» en la localidad de El Soberbio, provincia de Misiones, en medio de un paisaje natural y humano conmocionarte. Pero esto merece ser contado en detalle. No quiero aburrirlos con prolegómenos. Se hizo evidente que para conocer una realidad tan viviente y tan lejana las pocas fotos no bastaban.

Luego de idas y vueltas sobre el tema, después de las primeras sacadas de punta al ya desgastado lápiz que siempre consigue hacer un lugar a un nuevo comensal en la mesa de nuestros sueños, decidimos por fin conocer la escuelita misionera. Como parte de las primeras averiguaciones sobre la zona sobre cómo llegar, tuvimos también los primeros contactos con el que quizás sea «el único héroe en este lío»: Martín Cornell, el joven maestro rural que un día decidió dejar Floresta y llevar su pasión por los chicos y por el futuro a las calientes tierras misioneras.

Un día que no olvidaremos, claro está. Uno nunca olvida esos días en los que conoce a uno de esos amigos de fierro como Martín, quien nos abrió desde un primer momento las puertas de la escuela y de su corazón. Me tocó a mí el honor de ser la representante de tantas ganas y de tanta necesidad de que por fin Manos por Hermanos pudiera alcanzar este viejo sueño. Una tarde llena ansiedad, emoción, nervios, y muchísimas ilusiones, partí en micro hasta El Soberbio. La ciudad de El Soberbio se encuentra, aproximadamente, a unos 250 Km. de Posadas, la capital de Misiones. Es cabecera del Departamento Guaraní y cuenta con una población cercana a los 20.000 habitantes. Del otro lado del Río Uruguay, se encuentra la ciudad brasileña «O Soberbo», en el Estado de Rio Grande Do Sul. A unos 15 km. de la ciudad de El Soberbio llegamos al Paraje San Ramón. Allí encontramos la Colonia Primavera, donde funciona el Aula Satélite 2 de la escuela 373 de El Soberbio.

Entre tanto dato, el «lugar en el mundo» de Martín y, desde ahora, el nuestro, el de todos nosotros. El micro que partió de Buenos Aires tardó 16 hs. hasta llegar a El Soberbio. El paisaje durante el viaje fue conmovedor desde que la selva comenzó a asomar por la ventanilla. Amanecer en Oberá, invita a disfrutar de la frescura de verdes intensos. La tierra roja comenzaba a teñir la suela de los zapatos en cada parada del micro, dejando una marca que ya nunca se iba a borrar. Desde la ventanilla del micro, cuando bajé por primera vez a estirar las piernas y a tomar un café, sentí que habíamos elegido el lugar correcto.

Las mariposas y un aire fresco y húmedo me dieron la primera bienvenida y, con la retina bañada de un verde infinito, Manos por Hermanos pisaba por primera vez la arcilla de El Soberbio. En pleno calor del mediodía arribamos por fin y, tal cual nos había prometido, nos esperaba Martín, Maestro Rural, Docente y Persona, todo escrito así, con mayúsculas. Su mirada y su cálido abrazo dijeron más que mil palabras.

Reafirmaba mi intuición… Sólo restaba una hora de viaje para conocer, para tener frente a nuestros ojos a la Escuelita Rural; la escuela rancho que los mismos padres de la Colonia construyeron para que sus hijos pudieran tener una educación digna. La escuela que los mismos padres y madres sostienen día a día junto al maestro Martín. Yo estaba conmovida; el trayecto final fue acompañado de una sensación mezcla de nostalgia y alegría.

Miraba las casitas de madera, en medio de la selva, techo de chapa, las primeras personas que asomaban, que dejaban ver sus rostros curtidos tras las plantaciones de tabaco… cada vez más adentrados en el monte… verdaderamente, estaba ansiosa y no paraba de maravillarme con el paisaje natural y humano. Subidas eternas de camino de tierra colorada. Sentí que ese verde y rojo y azul que veían mis ojos nunca más se irían y, en verdad, puedo asegurar que aún me emociono al escribir, al tratar de contárselo a todos ustedes. Aula Satélite «EDUCACIÓN PARA LAS PRIMAVERAS» anuncia un cartel en el camino; habíamos llegado.

Les aseguro que siempre sentí que no era yo sola que llegaba. Que conmigo viajaba toda una historia de Manos por Hermanos, que ya lleva más de una década. Tanto paisaje y tanta hermosa responsabilidad no podían sino hacerme llorar. Rodeados de monte, la comunidad empieza su día bien tempranito en «EDUCACIÓN PARA LAS PRIMAVERAS». Martín nos invitó a compartir el aula, a conocer cómo es un día como todos junto a las alumnas y alumnos de la Escuelita. El grupo de 92 niñas y niños de 5 a 15 años, comparten sus días con Martín y dos docentes más que lo ayudan en su tarea (paciencia, todo te lo iremos contando ahora que somos todos Manos por Hermanos).

La frontera con Brasil marca culturalmente a la Colonia. La mayoría de la comunidad habla «portuñol», mezcla de portugués y castellano, y los chicos perfeccionan el castellano al ingresar a la escuela. La educación allá está atravesada por muchas particularidades del lugar. Características culturales propias de la región, por cierto muy enriquecedoras. Características que forman parte de la belleza del lugar. Gente simple. Campesina. Miradas profundas, que muestran una vida dura.

Gente muy sabia, gracias a su contacto directo con la naturaleza que los vio nacer y que les tiene reservado un lugarcito para cuando llegue su retirada. Gente de monte, con las manos curtidas de trabajar sin descanso, y rostro ajado por el sol. Seres que marcan la historia, dignos de admirar, imposibles de olvidar. La comunidad la conforman familias campesinas. Los chicos que asisten a la escuela saben trabajar la tierra de una manera casi innata. La crianza se desarrolla en medio de siembras y cosechas. El tabaco es el principal y casi único cultivo del lugar.

Pero, básicamente, cada familia cuenta con su pequeña chacra que, de alguna manera, asegura su supervivencia. Gracias a su conciencia y sapiencia campesina, podríamos decir que la comunidad garantiza la provisión alimentaria de subsistencia, aunque la vida es humilde y muchas veces rodeada de muchas otras necesidades básicas insatisfechas que resultan muy difíciles de imaginar desde las luces de la gran ciudad. Martín, cada mañana, enfrenta el desafío de ser maestro rural. Recién este año logró la asignación de otro maestro para primero y segundo grado y de una maestra para inaugurar el Nivel Inicial.

La idea del Jardín de Infantes surge por una necesidad acuciante: poder acercar a los niños a la lengua castellana antes de comenzar el primer grado. Martín llega a la escuela en el año 2007. En ese entonces, él solo se hizo cargo de todo el alumnado, enfrentando una ardua tarea. Con muchísimo amor ante todas las cosas, el decidió ser maestro de la escuelita donde ningún maestro duraba más de algunos meses. Porque la vida en la Colonia es solitaria, y a veces no resulta fácil. Pero Martín asegura que desde el primer momento que pisó la escuelita se enamoró a primera vista y para siempre.

Vaya si yo sé exactamente de qué está hablando; la Escuelita del paraje San Ramón enamora, conmueve y llena de esperanza. Los días en la escuelita transcurren a fuerza de corazón y paciencia, ante todas las cosas. Escuela cargada de amor, que construye su maestro fiel, Martín Cornell, día a día desde que llegó. Junto a el grupo de alumnos, el verdadero sentido de ese periplo que lo llevó del porteño barrio de Floresta al Paraje San Ramón.

Los alumnos, uno apenas los ve y comprende por qué Martín no pudo irse más. Niños y niñas que en cada palabra y en cada gesto demuestran verdades simples y contundentes como la selva, que despiertan en cualquier corazón sensible unas ganas de quedarse a su lado para compartir la vida desde un lugar especialmente humano, verdadero, simple.

El trabajo cotidiano y colectivo es lo único que sacó adelante esta escuela, que hace años atrás sólo era una vieja necesidad no resuelta y un sueño para la comunidad. Hasta que llegó Martín; Martín y su fuerza, inquebrantables. Con esa conciencia que los une, los alumnos y todos los miembros de la comunidad y vecinos cuidan y aman la Escuelita cada día. De la misma manera que se construyó la Escuelita, los papás hicieron entre todos un salón comedor donde almuerzan y desayunan los niños todos los días.

La cocinera es una mamá y todas las familias aportan algo de su chacra a diario para proveer al Comedor. La Escuelita, por su parte, realiza un Taller de Huerta Orgánica con los chicos, teniendo una materia específica un día a la semana donde los chicos perfeccionan los conocimientos que ya tienen adquiridos en cuanto al trabajo agrario. Esta huerta llevada adelante por Martín y los niños también es un gran sostén para el Comedor de la escuela.

Estas formas de organización autogestoras y cooperativas impulsadas e incentivadas desde la escuela hacia toda la comunidad son muy positivas, teniendo en cuenta el profundo olvido y desconocimiento que muchas autoridades demuestran para con las escuelas rurales y su situación. Es por esto que la llegada de auténticos héroes silenciosos como Martín, con la ayuda de organizaciones independientes como Manos por Hermanos, con intenciones de sumar nuestra ayuda para fortalecer y apoyar, es también muy valiosa e importante para las escuelas rurales, una ayuda imprescindible en su camino, prácticamente autónomo y hecho a pulmón.

Un pulmón cargado del oxígeno de la naturaleza más omnipresente, claro está. La Escuelita fue creciendo, poquito a poco. Con muchísimo esfuerzo y voluntad de las familias que brindan todo su apoyo incondicionalmente. Adoptan una manera autogestora y comunitaria para resolver los problemas y así, con mucho amor a la vida, levantaron la Escuelita año a año. Un ejemplo de que cuando una comunidad se compromete con sus sueños y con el futuro, es cierto que nada es fácil, pero mucho menos imposible.

El Aula Satélite Nº 2, la «Escuelita» para todos y para nosotros también, está llena de colores que estallan en la vista ya desde el mismo camino. Son los murales que han pintado los chicos con artistas que han llegado a brindar su apoyo al valioso y admirable trabajo que lleva adelante Martín. Vale decir que durante los primeros seis meses Martín no recibió su sueldo como docente, pero eso no iba a ser una razón para que la comunidad dejara pasar esa oportunidad que sabían única, por lo cual entre todos aportaron para que pudiera asentarse en la Colonia.

Hasta construyeron una humilde casa para que él viviera con su esposa y su hijito. En la actualidad su situación está algo más regularizada, aunque no del todo, porque aún no tiene un cargo oficial y por lo tanto tampoco es regular su salario por la labor, impagable por cierto, que desarrolla en la frontera misionera. La Escuelita recibe muy poco apoyo oficial y, en muchas ocasiones, queda olvidada en tiempo y espacio, siendo siempre las familias de la Colonia y el maestro quienes tiran del carro.

Además de todos los inconvenientes propios de hacer su vida tan lejos de Buenos Aires, Martín tuvo que sobrellevar la falta de comodidades, materiales, apoyo y, en muchas ocasiones, la soledad, la falta de compañeros docentes para compartir experiencias y resolver problemas. Como no podía ser de otra manera, el empecinado Martín no se arrepiente en lo más mínimo de su apuesta; más bien todo lo contrario. Con una felicidad que le estalla en el rostro, encara cada día con nuevos proyectos para la escuelita rancho que, hoy, puede decir que es su vida entera, que le ha dado las satisfacciones más grandes de su vida, más allá de todo lo que haya tenido que superar.

Su emoción nos llega como una certeza inapelable; vemos cómo ha crecido la escuela, sentimos el amor de los alumnos, el agradecimiento en cada mirada, cada sonrisa diaria. Comprendemos que esa es la fuerza que llena el corazón y que definitivamente no te permite bajar, ya, de este viaje de ida. Siempre que uno llega a la Escuelita, llega en medio de un proyecto que comienza. La llegada de Manos por Hermanos no fue la excepción.

A principios de este año que ya termina se comenzó a construir el Taller de Artes y Oficios. Este proyecto surge a partir de la inquietud de Martín de ofrecer a los jóvenes opciones con salidas laborales más allá del trabajar en el campo, como su propio destino les marca. Desde entonces hasta ahora que, finalmente, entre todos los voluntarios decidimos que ya no podíamos esperar más para contarles de este verdadero salto que da Manos por Hermanos, desde entonces, les decía, hemos colaborando en presencia y a la distancia para que hoy sea una realidad que, no lo dudamos, también será un salto adelante para toda la comunidad de San Ramón y de la Colonia Primavera.

Pero acerca de este proyecto que nos tiene a todos muy entusiasmados te contaremos en futuros boletines. Los días compartidos en la Escuelita son un aprendizaje para la vida. Allí se comparte y se aprenden valores, se construye el conocimiento en base a las necesidades del lugar, de su gente, buscando las maneras de vivir la vida con dignidad. Los chicos del Aula Satélite «EDUCACIÓN PARA LAS PRIMAVERAS», nombre que pusieron a la Escuelita de manera colectiva, ante todo aprenden a vivir la vida encontrando y descubriendo las formas y maneras en este camino y entre todos.

La vida en el monte muchas veces se hace difícil, alejados de muchas cosas que facilitan las grandes ciudades, casi siempre privados de las comodidades y de los «avances de la tecnología». Más allá de todo estas «carencias», el esfuerzo colectivo y cotidiano ha permitido a la escuela salir adelante. Nuestra llegada a la escuela, fue una sorpresa enorme. Parece que no es tan común que se llegue así, con ganas de ayudar y sin pedir nada a cambio. Sin que supieran nada acerca de nuestras ganas y deseo de convertirnos en sus Padrinos, el solo hecho de visitarlos fue «pagado» con hermosos intereses a fuerza de abrazos, juegos, cartitas, dibujos, sonrisas y una cantidad innumerable de muestras de amor, que no podría jamás terminar de contárselas con palabras y que ahora mismo vuelven a ponerme la «piel de gallina», a casi 1500 kilómetros de Colonia Primavera.

Puedo asegurar que todos los días de mi estadía en la Escuelita me marcaron para toda la vida. Cada momento en el aula, en la huerta, en el salón comedor, en la biblioteca, cada momento entre charlas en portuñol y las risas compartidas… Con los ojos llenos de lágrimas aún me emociono cuando recuerdo esos días que colorearon mi alma para siempre. Si hay algo que me gustaría hacerles llegar es el amor que me invadió desde que llegué a la escuelita, hasta el día de mi partida.

Puedo asegurarles que la comunidad de La Primavera y la Escuelita en particular no sólo necesitan sino que también merecen nuestro apoyo, porque son un ejemplo de voluntad y de amor a la vida. El agradecimiento que recibimos al partir aquella primera vez y durante los posteriores encuentros fue y es un alimento esencial para el alma. Nos confirmó que el camino que emprendimos, una vez más es el correcto. Porque es el camino que marca nuestro corazón, ESE CORAZÓN QUE USTEDES HACEN LATIR DESDE HACE YA MÁS DE 10 AÑOS.

¡Estamos muy felices y ansiosos de comenzar a caminar junto con nuestros nuevos amigos misioneros! Desde aquel marzo, fueron muchas las veces que quisimos compartir con ustedes la alegría inmensa que nos invade. Pero ustedes ya saben que no podíamos hacerlo hasta que (más allá de todo lo que pudimos hacer durante estos primeros meses) estuviésemos en condiciones de gritarlo a los cuatro vientos, de escribirlo en todas las paredes y en todos los corazones: ¡Manos por Hermanos llegó a esa Argentina que tanto nos necesita, en lo profundo! ¡Ahora somos también una escuela de frontera! ¡Ahora hablamos portuñol!

Desde ahora y para siempre podemos decir: ¡Bienvenidos querido Martín, queridas pibas y queridos pibes de Colonia Primavera! Como verán, el año termina a todo vapor. Lleno de proyectos en marcha, de desafíos siempre asumidos con muchísimas ganas y amor. Institucionalmente, este 2011 será un año en el que Manos por Hermanos habrá dado un paso más en pos de cumplir los objetivos explícitos y soñados que animaron a este grupo de amigos a encarar esta locura que ya lleva más de una década y que no para de crecer.

Ante todo, creemos que es una gran noticia y un regalo para todas y todos los que somos Manos por Hermanos. Un regalo que retribuye la generosidad de cada uno de ustedes que sigue apostando a la solidaridad, al compromiso renovado. Quizás algunos o muchos de ustedes se preguntaban qué saludo les teníamos preparado para este fin de año.

Quizás, también, algunos ya empezaban a extrañar el Boletín que se hacía esperar más de lo debido. Ojalá haya valido la pena la espera; ojalá compartan con nosotros esta alegría de poder hacer cada día un poco más, para seguir creyendo que de manera solidaria y colectiva podemos hacer que el sol siga saliendo para todos. Que disfruten tanto como nosotros estos nuevos lazos que han nacido, esta emoción de verlos crecer como a un hijo querido. Queremos compartir esta alegría, darles las gracias por poder seguir contando con todos ustedes, por sentirnos unidos en el mismo sueño y caminar juntos transformando la realidad y construyendo un mundo donde quepamos todos.

Desde aquí, con el alma llena de arcilla con la que esperamos moldear un compromiso renovado, LES DESEAMOS A TODOS USTEDES, QUERIDOS AMIGOS, QUE TENGAN LAS MÁS FELICES FIESTAS, que despidan de la mejor manera posible al año viejito y que reciban plenos de esperanzas al que ya se empeña en ver la luz de la mejor manera posible:

MULTIPLICANDO MANOS PARA LOS HERMANOS QUE NOS NECESITAN.

En medio de este calor que no deja respirar: ¡DISFRUTEMOS JUNTOS TODA LA «PRIMAVERA» QUE TENEMOS PARA COMPARTIR!

Por Noelia De Cristófaro

 

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