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Hermano Cielo, Hermana Águila «¿Acaso podéis comprar el cielo? ¿Acaso podéis poseer la lluvia y el viento?»

Por Jefe Seattle. Cuento sobre el cuidado del medioambiente

En este 5 de junio, cuando se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente, es oportuno reflexionar sobre nuestra relación con la naturaleza y cómo podemos preservarla para las generaciones futuras. Es en este contexto que nos adentramos en el cautivador cuento titulado «Hermano Cielo, Hermana Águila«, una obra que evoca la importancia de la armonía entre los seres humanos y el entorno que nos rodea y nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con la Tierra y a adoptar prácticas sostenibles que promuevan la preservación de la biodiversidad y la salud del planeta.

Este cuento, basado en el célebre discurso del Jefe Seattle, líder indígena de la tribu Suquamish, nos transporta a una época en la que la conexión con la Tierra era sagrada y respetada.

«Hermano cielo, hermana águila» es una obra inspiradora que nos recuerda la importancia de preservar la belleza y la diversidad de nuestro planeta, y nos invita a adoptar un enfoque más consciente y respetuoso hacia la naturaleza que nos rodea.

¿Quién es Jefe Seattle?

Jefe Seattle - Chief Sealth, Oleo de Henry Raschen

El Jefe Seattle, también conocido como Sealth, fue un líder indígena de la tribu Suquamish en el noroeste del Pacífico de América del Norte. Nació alrededor de 1786 y falleció en 1866. Es conocido por su famoso discurso, que se ha convertido en un símbolo de la preocupación indígena por el medio ambiente y la preservación de la naturaleza.

El discurso del Jefe Seattle, aunque es ampliamente citado y conocido, fue en realidad una interpretación y traducción del original que se pronunció en la lengua Lushootseed. El discurso fue transmitido por el Dr. Henry A. Smith en 1854 durante una reunión entre el Jefe Seattle y el gobernador de Washington en ese momento, Isaac Stevens. El discurso abordó la propuesta de compra de tierras a los nativos americanos por parte del gobierno de Estados Unidos y expresó la profunda conexión de los indígenas con la tierra y su preocupación por el impacto del avance de la civilización en el medio ambiente.

El legado del Jefe Seattle ha perdurado a lo largo de los años como un llamado a la preservación de la naturaleza y el respeto por el equilibrio ecológico. Su mensaje ha sido fuente de inspiración para movimientos ecologistas y defensores de los derechos de los pueblos indígenas en todo el mundo.

Hermano Cielo, Hermana Águila

En una época tan remota que casi todo su rastro se ha perdido en el polvo de la pradera, un antiguo pueblo vivía en esta tierra que hoy llamamos América.

Vivió allí durante miles de años y sus descendientes se convirtieron en las grandes civilizaciones indias de los choctaw y cherokee, los navajos, los iroqueses y los sioux entre muchas otras.

Hermano cielo, hermana águila - Cuento
Del libro «Hermano cielo, hermana águila: el mensaje del Jefe Seattle», Ilustración de Susan Jeffers.

Pero llegó un momento en que los colonos blancos procedentes de Europa iniciaron una sangrienta guerra contra los indios y, en el tiempo que dura una vida, reclamaron para sí, y se la quedaron, toda la tierra de los indios, y a éstos les dejaron tan sólo pequeñas porciones de tierra donde vivir.

Cuando las últimas guerras indias estaban llegando a su fin, uno de los jefes más valientes y respetados de las Naciones del Noroeste, el Jefe Seattle, se sentó a una mesa con el hombre blanco para firmar un documento que le presentó el nuevo Comisario de Asuntos Indios del Territorio.

El gobierno de los Estados Unidos deseaba comprar las tierras del pueblo del Jefe Seattle. Con una presencia impresionante y unos ojos que reflejaban la grandeza del alma que habitaba en su interior, el Jefe se levanto para dirigir con voz retumbante unas palabras a los reunidos.

¿Acaso podéis comprar el cielo?, empezó el Jefe Seattle ¿Acaso podéis poseer la lluvia y el viento? Mi madre me dijo que toda esta tierra es sagrada para nuestro pueblo. Cada aguja de pino. Cada playa arenosa. Cada niebla en los bosques oscuros. Cada prado y cada insecto zumbador. Todos son sagrados en la memoria de nuestro pueblo.

Mi padre me dijo: Conozco la savia que corre por los árboles como conozco la sangre que fluye por mis venas. Somos una parte de la tierra y ella es parte de nosotros Las flores perfumadas son nuestras hermanas. El oso, el ciervo, la gran águila… ellos son nuestros hermanos. Las cumbres rocosas, las praderas, los caballos – todos pertenecen a la misma familia.

La voz de mis antepasados me dijo: El agua resplandeciente que corre por torrentes y ríos no es simplemente agua, sino la sangre del abuelo de tu abuelo. Cada reflejo espectral de las claras aguas de los lagos nos habla de recuerdos de la vida de nuestro pueblo. El murmullo del agua es la voz de la abuela de tu abuela.

Los ríos son nuestros hermanos. Apagan nuestra sed. Transportan nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Debéis tener para con los ríos la bondad que tendríais para con un hermano.

La voz de mi abuelo me dijo: El aire es precioso. Comparte su espíritu con toda la vida que él sostiene. El viento que me dio mi primer aliento también recibió mi último suspiro. Debéis dejar en paz a la tierra y el aire, para que sigan siendo sagrados y el hombre pueda gozar del viento perfumado por las flores de la pradera. Cuando el último hombre rojo y la última mujer roja hayan desaparecido con su naturaleza salvaje y su recuerdo no sea más que la sombra de una nube que atraviesa la pradera, ¿existirán aún las playas y los bosques? ¿Quedará algo del espíritu de mi abuelo?

Mis antepasados me han dicho: Esto es lo que sabemos: La tierra no nos pertenece. Nosotros pertenecemos a la tierra. La voz de mi abuela me dijo: Enseña a tus hijos lo que te han enseñado. La tierra es nuestra madre. Lo que le sucede a la tierra les sucede a todos los hijos de la tierra.

Escuchad mi voz y la voz de mis antepasados, dijo el Jefe Seattle. El destino de vuestro pueblo es un misterio para nosotros. ¿Qué ocurrirá cuando todos los bisontes hayan muerto y los caballos salvajes estén domesticados? ¿Qué ocurrirá cuando los rincones más secretos del bosque estén llenos del olor de muchos hombres? ¿Qué ocurrirá cuando la visión de las hermosas colinas esté empañada por la presencia de múltiples cables parlantes? ¿Dónde estará el bosque espeso? Desaparecido. ¿Dónde estará el águila? ¡Desaparecida! ¿Y qué ocurrirá cuando digamos adiós al rápido potro y a la cacería? Será el final de la vida y el principio de la supervivencia.

Esto es lo que sabemos: todas las cosas están relacionadas como la sangre que nos une. Nosotros no hemos tejido la red de la vida, no somos más que un hilo de ella. Todo lo que hacemos a esta red, nos lo hacemos a nosotros mismos. Amamos esta tierra como un recién nacido ama el latido del corazón de su madre.

Si os vendemos nuestra tierra, cuidadla como nosotros la hemos cuidado. Guardad en la memoria el recuerdo de la tierra tal como era cuando la recibisteis. Conservad la tierra, el aire y los ríos para los hijos de vuestros hijos, y amadla como nosotros la hemos amado. Los orígenes de las palabras del Jefe Seattle están en parte oscurecidos por las brumas del tiempo. Unos dicen que eran una carta, y otros un discurso.

Lo que se sabe es que Seattle era un jefe respetado y pacífico de una de las naciones indias del noroeste de los Estados Unidos. A mediados de la década de 1850, cuando el gobierno norteamericano quiso comprar las tierras de su pueblo, agotado y derrotado, Seattle respondió en su lengua nativa, con una elocuencia natural que surgía de su tradición oral.

Sus palabras fueron transcritas por el Dr. Henry A. Smith, que le conocía bien, y esta transcripción ha sido interpretada y reescrita más de una vez en nuestro siglo. Yo también he adaptado el mensaje del Jefe Seattle para este libro. Lo importante es que las palabras del Jefe Seattle transmitían –y siguen transmitiendo– un mensaje lleno de verdad y de exigencia: en nuestra ansia de construir y poseer, podemos perder todo cuanto tenemos.

Hemos tardado mucho en tener conciencia de la necesidad de conservar el entorno natural, pero hace más de un siglo muchos grandes jefes de los indios americanos –entre ellos Alce Negro, Nube Roja y Seattle– ya lanzaron un mensaje resonante al respecto. Para todos los nativos de América, todo ser y toda parte de la tierra eran sagrados; creían que dilapidar o destruir la naturaleza y sus maravillas era destruir la vida misma.

Sus palabras no se comprendieron en su tiempo. Y ahora nos persiguen.

Ahora se han hecho realidad, y antes de que sea demasiado tarde debemos escuchar.

Fin.

Palma de Mallorca, José J. de Olañeta Editor, 1993

El libro «Hermana águila, hermano cielo»

Libro: "Hermano cielo, hermana águila" De Jefe Seattle

Hermana águila, hermano cielo: Un mensaje de Jefe Seattle

«Hermana águila, hermano cielo» nos transporta a través del tiempo y el espacio hacia la América ancestral, en la época en que los indios nativos vivían en armonía con la naturaleza. En este libro, encontraremos el célebre discurso del Jefe Seattle, un líder sabio y respetado de la tribu Suquamish, quien pronunció estas palabras en respuesta a la propuesta del gobierno estadounidense de comprar sus tierras.

A través de la poesía y la profundidad de sus palabras, el Jefe Seattle expresa la relación sagrada y equilibrada que los nativos americanos mantenían con la Tierra y todas sus criaturas. Su mensaje es un llamado a la conciencia ecológica y a la comprensión de que todos somos parte de un gran ciclo de vida interconectado.

Esta edición especial del discurso del Jefe Seattle nos invita a reflexionar sobre nuestra responsabilidad hacia el medio ambiente y a encontrar una manera de vivir en armonía con la Tierra.

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