Cuando hablamos de literatura para niños a nadie le cabe dudas que ha sido colocada antes que nada en un tamiz, donde el ojo del adulto juzga su contenido.
Si al fin y al cabo los autores son adultos: ¿cómo no habría de medirse el contenido de una obra para niños?
Ahora el tema acá pasar por: ¿Se selecciona bajo qué rigor literario?
Y sin dudas ustedes me dirán que hay instituciones, algunas Internacionales y muy reconocidas, que tienen un equipo de gente preparada trabajando en ello. Y es cierto.
Pero de todos modos no me podrán negar que estos jueces, o seleccionadores de libros para niños utilizan un criterio autoformado o formado en la escuela de los adultos que son hoy.
Tampoco podrán negarme que muchas veces las obras seleccionadas son precedidas de grandes campañas publicitarias que inclinan los gustos más allá de los veredictos de los buenos jueces.
Y lo que menos pueden negarme es que: quien juzga o selecciona, además de sus criterios formados profesionalmente, siempre tiene un subjetivismo en lo que hacen. Sobre todo si de niños se trata y de literatura.
No estoy afirmando aquí que eso es malo, estoy diciendo que es imposible que no sea así.
Por todas las buenas intenciones que tenemos para los niños: nos ponemos paranoicos a la menor sospecha y nos cuesta incluso recordar el sabor de la travesura, lo que alguna vez experimentamos, dejó de ser considerado por nuestra mente como algo valioso y la formación pesa sobre los hombros de nuestras responsables tareas.
Al niño y niña hay que darle cosas buenas, cosas que enseñen y formen, porque así nos las han hechos aprender a nosotros. Hoy, en las puertas del siglo XXI aún se sigue pensando en formación cada vez que se nombra un texto para niños.
No voy a defender al ya famosísimo Harry Potter, pero ustedes saben que fue no aconsejado por varias Iglesias cristianas. Después de años la Iglesia otra vez como Santa Inquisición condenaba la brujería: aunque sea en el mundo irreal, no sea que los niños crean que son posibles y alíen sus fuerzas al Diablo.
Y así ha sido por muchos siglos. El tema de Harry Potter para mí pasa por el tema de best- seller y es otro tema que el de juzgar por brujerías un texto que, si vemos bien, ha tenido buena forma general de concepción.
Los libros para niños deberían de ser juzgados por ellos y recomendados por ellos: en este tiempo donde hemos dado a llamarnos Sociedad del Conocimiento y la Información, creo que un grupo de niños de los más lectores, obviamente, deberían de decirles a los otros niños, que libros les gustarán más. Son los indicados, tienen frescas las vivencias de la niñez, tienen claro que los aburre y qué no, tienen claro que libro se lee hasta el final y cuál no se puede y por qué.
Y con esto no digo que los técnicos, los críticos se queden sin trabajo: si el análisis y las referencias les compete a ellos y eso seguiría sagrado, está bien.
Pero los libros para niños, deberían de ser seleccionados y recomendados por niños.
Hay Instituciones que ya tienen niños que recomiendan lecturas, hay Escuelas y Bibliotecas que tienen rincones con niños comentando sus lecturas. Creo que hay que ampliar ese espacio.
Es una posibilidad de que otros niños se acerquen: no hay nada como un par etario para recomendar algo. A mi juicio sería más justo con la literatura para niños que ellos mismos la juzgaran desde el lugar donde la leen.
Fin
Reflexión sugerida para docentes y padres