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La fantasía no es solo patrimonio de los niños. En realidad, todos necesitamos de ilusiones en las que creer, para eso existe el cine, por ejemplo y también la literatura.

Lloramos, nos enojamos, nos sorprendemos cada vez que estamos frente a una historia, como si fuera cierta, como si hubiese pasado. Y a decir verdad, poco importa si pasó. Lo que importa es mantener la magia, la ilusión, la posibilidad de soñar e imaginar otras realidades. Lo que importa es hacer circular las historias, los relatos.

Las fiestas son escenarios ideales para recuperar la posibilidad de contar, escuchar e imaginar. Porque nos reunimos, cerramos el año, nos contamos, charlamos, porque estamos juntos. Las familias, los niños, los jóvenes y los adultos alrededor de un mismo festejo.

Por ejemplo, el armado del arbolito genera entusiasmo en los chicos. Es como una gran maqueta llena de brillo y color. Cada borla tiene una historia.

Podemos invitar a la familia entera a leer un cuento por cada adorno en el árbol. Pueden ser navideños o algunos que nos hayan gustado que queramos recuperar. También está la cocina, los preparativos de las fiestas. La cocina suele ser un espacio de charla y de intimidad.

Los chicos quieren meterse entre las olla y hurgar, meter dedos y mezclar, de hecho jugar a mezclar debe de ser una de los juegos más divertidos. Este es un lindo espacio para contar historias, anécdotas de navidades pasadas, historias de recetas. Pero también podemos invitar a los chicos a leer en voz alta mientras los adultos cocinan. En fin, los momentos sobran.

Y si de relatos de Navidad hablamos, algo existe en el mundo de la literatura infantil más allá de los límites de Charles Dickens y su famoso cuento de navidad.

Por ejemplo, «El cuento de Navidad de Auggie Wren», texto de Paul Auster e ilustraciones de Isol (Editorial Sudamericana). Esta es una historia de otras historias, contadas y fotografiadas. De relatos que enmarcan relatos y de un relato navideño que un amigo, Auggie Wren, contó al genial escritor estadounidense, Paul Auster, y este escribió frente al dilema de tener que escribir un cuento de Navidad.

También está la historia de una familia, Los Cardoso, que reciben la visita de un Papá Noel muy especial, más casero, menos glamoroso pero con la misma magia: «Papanuel» de Graciela Cabal (Editorial Sudamericana).

Por su parte, la escritora Sandra Comino satiriza la típica escena de la foto con el Papá Noel en el medio del shopping y la insistencia de los adultos, la mirada cómplice de los chicos, el absurdo de la nieve en pleno verano: «Navidad blanca» de Sandra Comino (Comunicarte).

Y uno más para terminar. Un clásico que ya fue llevado al cine. Un niño en la noche de Navidad es sorprendido por un extraño tren en la puerta de su casa con un aún más extraño destino, el Polo Norte, la mismísima residencia de Santa Claus. «El Expreso polar» de Chris Van Allsburg (Fondo de Cultura Económica).

A leer en familia en estas fiestas, ¡que de relatos está hecho el mundo!.

Por Rocío Brescia, especialista de Fundación Leer.

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