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Copos blancos. Cuento infantil basado en la leyenda del algodón

Por Liana Castello. Leyendas infantiles de Argentina

“Copos blancos” leyenda infantil es un cuento corto basado en la leyenda del algodón que escribió Liana Castello, escritora argentina. Leyendas argentinas versionadas para niños. Fernanda Forgia, ilustradora argentina.

Copos blancos

Copos blancos - Cuento basado en la leyenda del algodón

En un territorio llamado El Gran Chaco habitaba una tribu de indios llamados Tobas. Vivían en una eterna primavera, pues el clima siempre era cálido y los días soleados.

Las flores crecían felices y los pájaros cantaban sin cesar. Su cacique, llamado Nakti era un hombre bueno y justo que pensaba siempre en el bien de su pueblo.

No muy lejos de donde vivían los Tobas, existía otra aldea cuyo cacique era un indio malo y envidioso. Nau, así se llamaba el cacique, no hacía feliz a su gente y por eso cada vez más indios se iban a vivir a la aldea de Nakti, donde reinaba la armonía.

– «¡Me dejan solo! ¡Ya verán, ya verán!» – amenazaba el cacique malo cada vez que un indio abandonaba su territorio.

Un buen día, Nau se encontró prácticamente sólo en su aldea, ni siquiera los animalitos se habían quedado. Cansados de ser maltratados, todos los indios, se habían ido a vivir a la aldea de Nakti, quien los recibió muy feliz.

El único que seguía a su lado, era un hechicero quien se quedó no por gusto, sino porque le dio pena.

Nau estaba furioso con su pueblo y pensó en castigarlos.

– «Ya verán cómo volverán conmigo. Se arrepentirán de haberme abandonado. La primavera eterna terminará y deberán volver a estas tierras» – gritaba el cacique enojado.

El hechicero escuchaba las quejas de Nau, preguntándose de qué manera se vengaría el cacique. Pronto lo supo.

– «Hechicero quiero que hagas caer el invierno en el Gran Chaco. Que el frío penetre en cada uno de los árboles, flores, animales y sobre todo en cada uno de los indios» – ordenó Nau.

– «No puedo hacer eso gran jefe, sufrirán mucho. La naturaleza se verá afectada y los hombres y mujeres no están preparados para bajas temperaturas» –respondió el hechicero.

– «Por eso mismo, cuando empiecen a caer copos blancos, volverán, no les quedarán otro remedio» –sentenció Nau.

El hechicero dudaba en cumplir las órdenes del cacique, pero sabía que si no hacia caer copos blancos sobre la aldea de los tobas, sería castigado él también.

Sólo por miedo a Nau, el hechicero puso manos a la obra. Pronto en la aldea comenzó a bajar la temperatura y las consecuencias comenzaron a sentirse. Los hojas de los árboles se cubrieron de escarcha, muchas flores se marchitaron por el frío y los todos los indios se resfriaron.

El cacique Natki estaba muy preocupado y decidió pedir ayuda a sus mejores amigos: el palo borracho, un picaflor, la planta del patito y una flor llamada viudita.

Los cuatro amigos, entre estornudos y toces, fueron a hablar con el hechicero. Tanto amor y preocupación demostraron el palito borracho, el picaflor, la planta del patito y la viudita, que el hechicero se conmovió.

– «Yo me comprometí con el gran jefe a hacer caer copos blancos, y eso haré, pero no se preocupen que nada malo ocurrirá» –les dijo.

Los cuatro amigos volvieron a la aldea esperanzados. Al día siguiente, el sol asomó como todos los días, pero un espectáculo nuevo maravilló a todos.

Blancos capullos caían del cielo, suaves y tibios.

– «¡Esto no es nieve!» –gritaban de alegría algunos indios.

– «Son… son… ¿flores?» –se preguntaban otros.

Los capullos seguían cayendo y pronto cubrieron toda la aldea, al tomarlos tocarlos, los indios percibieron su calidez y suavidad. Todos estaban felices, el frío había desaparecido para dejar lugar a la lluvia cálida de capullos blancos que seguía cayendo.

Al tomarlos en sus manos, los aborígenes vieron que se deshacían fácilmente en finos hilos y comenzaron a trenzarlos para hacer mantos para cubrirse, muchos más suaves que los de carpincho que hasta ese día habían usado.

El cacique Nau molesto con el hechicero, prefirió quedarse en su aldea como único habitante. Vivió solo el resto de su vida y con el frío que da la falta de amor.

Cuento sobre el algodón

En cambio, el hechicero aprendió que el calor del corazón no puede congelarse y feliz se fue a vivir con los tobas.

El sol siguió brillando como siempre en la aldea, el calor jamás abandonó a los indios que ahora vestían prendas más suaves y blancas. Así nació el capullo de algodón, suave y tibio como el corazón de los cuatro amigos que se preocuparon por los suyos.

Fin.

Copos blancos es un cuento corto que nos envió Liana Castello, escritora argentina, para publicar en EnCuentos.

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