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La princesa del río Caplina – Leyenda del río Caplina
 
Laqampunkir taqpach warawaranak
jikxatañ muniristha
utama qhant’ayañataki,
uraqpach muspharañapataki.
Jumar munatax yatisin
jan khithis samkkitan ukasti,
jumar munañ yatisinx
janiw khithilaykus samkx wayraptaykäti.
 
Hace mucho tiempo un niño encontró a una joven y bella princesa, mientras paseaba por las orillas del río Caplina (Tacna – Perú). En esas épocas los Chancas gobernaban el Perú, eran una nación muy prospera y llena de valientes guerreros; como los Huanca, pero…
Los Incas, un día llegaron del altiplano, y los Chancas salieron a hacerles batalla, luego de muchos años, los Incas se coronaron como los nuevos “Hijos del Sol”, los Chancas no tuvieron más remedio que aceptar su derrota, muchos señores, príncipes y princesas, arriesgaron sus vidas para escapar, la era de los Incas estaba comenzando, y la luz de los Chancas había sido apagada.
El niño busco a sus padres y juntos llevaron a la princesa a su casa, en donde cuidaron de ella, hasta que despertase, dos días después, apenas puro hablar, pregunto por la quena que le acompañaba.
La quena no sufrió daños y la habían guardado con cuidado, nunca antes habían visto un instrumento tan hermoso como aquel, algunos días después la princesa se pudo recuperar, poco a poco comenzó a caminar, hasta que al final, puro andar por sí misma.
Aquella princesa al ver las penurias de las gentes que tan gentilmente le trataban; decidió alegrar sus corazones, todos los días al amanecer se sentaba a las orillas del río Caplina, y con su quena, tocaba canciones, algunas veces pensaba en su hogar, en sus amigos, y otras muchas veces más en su padre; un viejo músico de quien la guerra le había separado.
La música de su padre era tan famosa, que se decía que las piedras lloraban cuando tocaba, que los ríos cantaban con él, y los pajarillos bailaban a su alrededor. Incluso en la corte del rey Inca era muy solicitada.
Todos los días tocaba su quena, esperanzada de que donde este su familia escuche su música, para que puedan encontrarla, y sepan que esta bien.
Ella tocaba diariamente su quena, y hacia que ese lugar se convirtiese en un oasis, en medio del desierto del Atacama, hasta que un día, la princesa cayó enferma. Al no escuchar más su música, todos los ciudadanos se preocuparon y buscaron a la princesa, hicieron largas colas para verle, y entregarle algo que ellos creían que podría curarle.
Yerbas, agua, amuletos, comida, y médicos pasaban diariamente por su casa, pero nada lograba curarla… Y ella, finalmente murió…
Fue enterrada junto a su quena, justo en el lugar donde tocaba diariamente, los ciudadanos encomendaron al Dios Illapa por el alma de la princesa, para que el pudiera darle un descanso en paz, y así fue como la música se apagó.
Pasaron un par de años y llego a la ciudad un hombre muy bien vestido, era alto y elegante, pero sus calzados estaban desgastados, por tanto caminar, los aldeanos le contaron la historia de la princesa, y el inmediatamente dijo que buscaba hace mucho a su hija, quien fue apartara de su lado durante la guerra.
Apenas aquel hombre toco su quena para llamar a su hija, todo el valle fue inundado por una bella melodía que nacía del río Caplina.
La música y la alegría habían vuelto, el alma y el corazón de la princesa siempre estaría con ellos.
 
Quisiera alcanzar
todas las estrellas del mundo
para iluminar tu hogar,
para que se asombre todo el mundo.
Y si nadie me ha de soñar
por saber que te quiero,
por saber quererte,
a vendavales por nadie he de soñar.
FIN…

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