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El Señor de la Neblina es uno de los más bellos cuentos sobre la niebla para niños, escrito por Alicia Castillo Ascanio, una verdadera historia desencadenada en Venezuela. 
Pacheco fue un hombre muy, muy bueno que vivía en Galipán, un pueblito cubierto de hermosa vegetación, situado en cerro El Ávila, Caracas, Venezuela; tenía una gran barba blanca, vestía con un enorme abrigo y su sonrisa no lo abandonaba nunca. Pacheco vivía rodeado de las más hermosas flores silvestres, los más ricos vegetales, frutas y hortalizas que él mismo cosechaba y solía venderlas en un mercado de Caracas.
Allí todos lo conocían y lo querían por su bondad. Cada día descendía de la montaña, junto a su fiel mula Clarita y su carreta llena de los productos que él mismo cosechaba.
En la época de Navidad, cuando un rico frío se hacía sentir en Caracas la gente decía:
-Y si aquí está haciendo frío… ¿Cómo estará Pacheco?
La gente contaba en aquel entonces que en el Ávila vivía un Hada Buena, la cual poseía el poder de la naturaleza. Era quien cuidaba de cada planta, de cada flor y de cada animal que habitaba en el Ávila.
Un día, cuando Pacheco bajaba del cerro a Caracas, una espesa neblina cubrió el camino, como él lo conocía muy bien prestó atención para poder reconocer el sonido de sus amigos los pájaros, y distinguir los árboles que lo acompañaban en cada paso. Sin embargo, ese día todo parecía extraño e irreconocible. Al verse confundido, desprendió la carreta de la mula y comenzó a andar despacio y con temor. Al rato Clarita no quiso andar más y Pacheco se detuvo ya que la bruma no le permitía reconocer nada; y mucho menos a la voz que de pronto dijo:
-Pacheco no temas, soy el Hada Buena de la Naturaleza, ven sígueme por este sendero.
Pacheco observó como la bruma se apartaba para dejarlo ver un sendero estrecho y empinado que subía hasta el cielo.
De pronto, escuchó de nuevo la voz que le dijo:
-Pacheco he venido a buscarte, desde que naciste has cuidado de mi, en cada flor, en cada fruta y en cada árbol que has sembrado y regado, deseo hacerte inmortal, que vivas por siempre y que le enseñes a todos lo valiosa que soy. El Ávila cuida de los habitantes de Caracas, por eso quiero que les enseñes lo importante que es cuidar cada planta y cada animal que aquí habita.
-¿Y cómo haré eso?
-Te convertiré en el Señor de la Neblina, y como lo has hecho cada día de tu vida, bajarás desde muy temprano y bañarás, todas las mañanas, con tu frío y tu humedad, a Caracas. Al sentir el frío la gente dirá, aunque no te vea:
-¡Llegó Pacheco!
Pacheco y su mula Clarita se fueron convirtiendo en una espesa neblina. Estaban felices por su nueva misión. Pacheco sólo espera que se valore El Ávila, se le cuide, y que todos sepan que son privilegiados por tener por compañía ese hermoso paraíso vegetal, adornándoles cada jornada.
En cada Navidad, Pacheco arropa con un manto de frío y niebla, el espíritu de todos los que habitan en la ciudad de Caracas.
El Señor de la Neblina es uno de los más bellos cuentos sobre la niebla para niños, escrito por Alicia Castillo Ascanio, una verdadera historia desencadenada en Venezuela. 

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