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¿Los argentinos somos solidarios realmente?

La inundación de La Plata, Pcia. de Buenos Aires, un edificio que se desmorona, el desborde de un río y el lodo que avanza en Catamarca, un niño perdido o simplemente una señora que golpea la puerta pidiendo algo caliente para comer. Se dice que los argentinos reaccionamos ante cada catástrofe poniendo el hombro, que también nos solidarizamos con quienes están sufriendo.

¿Es tan así? ¿Cuántos de nosotros siente dolor al ver a una persona durmiendo en la calle? “Los argentinos solemos manifestarnos masivamente cuando hay desastres y catástrofes, ante estas situaciones la solidaridad y el espíritu de colaboración es muy grande. Frente a un ‘otro’ lejano la solidaridad se desarrolla con más facilidad que frente a un ‘otro’ más cercano: aquel que duerme en la calle, el chico que pide en la esquina”, reflexiona Matías Kelly, Director General de Ashoka Argentina, Uruguay y Paraguay. Esta es la primera asociación mundial de emprendedores sociales que trabajan para lograr una verdadera transformación social, con programas que tengan un plus diferente.

Por su parte, Víctor Hugo Russo, Director de la Fundación «El Pobre de Asís» insiste en la diferencia que se hace según las cosas sucedan cerca o lejos de donde nos encontramos. “Según el diccionario, la solidaridad es ‘una adhesión circunstancial a una causa o empresa de otro’. Según nuestra experiencia social, lo que se vivencia es que es una adhesión, es circunstancial y es de otro. Por lo tanto, si como sociedad nos unimos para responder de manera concreta a una catástrofe, o a la urgencia económica de un niño que necesita viajar al exterior para salvar su vida, o a la movilización en la búsqueda de una pequeña que hace días no aparece, entonces podemos decir que somos una sociedad solidaria. De hecho cada una de estas respuestas colectivas es una adhesión circunstancial a un problema que es de ‘otro’. Distinto es pensar si somos una sociedad inclusiva, que se encamina hacia el bien común, que está atenta a las necesidades de todos, si queremos la equidad. Ahí, me parece que no.”

Claro está que hay temas que le generan a la sociedad más urgencias que otros, por ejemplo, los niños suelen movilizar a una mayor porción de ciudadanos y la respuesta suele ser más rápido. “Una cosa es la Solidaridad como actitud propia, personal y permanente frente a la vida -y desde allí como valor constitutivo de las estructuras sociales-, y otra es la buena disposición hacia a las acciones solidarias. En este segundo escenario es donde me parece que nos ubicamos los argentinos”, sugiere Russo, con experiencia en el sector de la solidaridad desde 1998.
Integrar, sumar

“Cuando se habla de integración la clave siempre es tener abierta la capacidad para integrarse, es decir, valorar a la persona por lo que es y no por lo que debiera ser. Cuando integramos reconocemos al otro como sujeto de valor que es. En este sentido, el juego es la expresión de esas capacidades que cada uno tiene”, sostiene Damián Calvo, presidente de Lekotek

Desde Fundación Leer, entidad que trabaja en la promoción de la lectura y la alfabetización infantil, también perciben que algunos temas son tomados con mayor apertura que otros. “Nuestra problemática suscita mucho interés, y muchas de nuestras actividades se sostienen y llevan adelante gracias al apoyo y el compromiso de los voluntarios”, aclara Rocío Brescia, especialista de la entidad.

El compromiso de la sociedad también se expresa en el voluntariado. La Fundacion Natalí Dafne Flexer, que desarrolla actividades de contención emocional para niños enfermos de cáncer y sus familias, tiene un staff fijo de 11 personas y 150 voluntarios. “El argentino es más solidario de lo que parece, por ahí tenemos un concepto pobre de nosotros mismos. Escuchamos decir que no nos metemos, pero nuestra experiencia es muy diferente. Las personas vienen y se comprometen muy seriamente con las tareas -dice Edith Grynszpancholc, fundadora de la entidad-. Además, el 80% de nuestro presupuesto está cubierto con donaciones, actividades o acciones relacionadas con la colaboración. Tenemos asesores y consultores, por ejemplo en temas jurídicos; personas que nos entregan elementos y servicios, su trabajo, su tiempo. Si tuviéramos que pagar por eso, nos sería imposible.”

Tanto en el caso de Leer y Flexer hay un denominador común que lleva a que la gente les de una mano: hay niños involucrados en la problemática. En cambio, en la Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia (ALUBA, no siempre encuentran un mano dispuesta a ayudar. “Es sugerente, llamamos a los compañeros de escuela de los jóvenes que estamos atendiendo, para que participen y se involucren en el problema, y en muchos casos vemos una indiferencia importante. No se interesan”, relata Mabel Bello, asesora de la organización.

Desde Ashoka, Kelly coincide con la percepción de Bello: “definitivamente las acciones vinculadas con los niños conmueven mucho, y las temáticas de salud y educación son de mucha cercanía a la gente. Pero otras, lamentablemente están más invisibilizadas”.

Tiempo, trabajo y voluntad

A la par que desde las organizaciones se sienten las diferencias que la sociedad hace según el tema se trate, ellas también perciben el compromiso de los voluntarios, una fuerza trabajadora que se ofrece sin esperar nada a cambio. Ellos fueron profesionalizando su labor a medida que el tercer sector fue creciendo, por eso hoy se les pide no abandonar la causa a mitad del río.

En la Fundación Leer hay voluntarios que colaboran en las oficinas y otros que trabajan a distancia. La mayoría son argentinos, aunque hay también una gran cantidad de extranjeros, que vienen de los Estados Unidos, Inglaterra y Francia. “En general las convocatorias son muy exitosas. Ante un pedido de voluntariado recibimos muchísimas respuestas, tanto de estudiantes extranjeros como de amas de casa”, cuentan.

“Quienes actúan solidariamente lo hacen sin esperar recompensa a cambio; aunque en el dar siempre existe una recompensa muy grande que es, primero, el contacto con aquel que lo necesita. Y luego el sentir que uno ha hecho algo para transformar aunque sea de manera pequeña la realidad”, señala Juan Manuel Salvado, director de Comunicaciones Institucionales de la Asociación Scouts de Argentina.

Ayudar y ser ayudado, las dos caras de una moneda que pueden amalgamarse en pos de una superación. Por eso, en ALUBA le propone al paciente la posibilidad de involucrarse en acciones solidarias, como un modo de sanarse. “Le sugerimos que se acerque a hospitales infantiles donde necesiten títeres, o a un geriátrico donde ir a leer, que trabaje por los otros. La práctica solidaria incrementa las ganas de vivir y gratifica personalmente. Quien da descubre un mundo nuevo, se siente útil y, sin dudas, recibe más de lo que brinda. Muchos chicos viven encerrados en su propio mundo, entonces cuando ven a otro con una necesidad y lo pueden ayudar, perciben su propia fortaleza y su capacidad. Así se ayudan ambos”, cuenta Bello.

“La gente a veces no colabora porque no sabe bien cómo hacerlo. Además, ser solidario requiere asumir un compromiso con la causa, pero en serio. Hay gente que trae lo que no le sirve, pero no se trata de dar lo que me sobra sino lo que el otro necesita. Tampoco es cuestión de hacerlo porque me hace sentir bien, sino porque hace sentir bien al otro”, dice Rosario Arbeleche, directora ejecutiva de Río Pinturas.

En dicha entidad tienen un taller para capacitar laboralmente a los jóvenes, allí producen objetos decorativos y accesorios de moda que luego venden en ferias. “Como sociedad, cuando regalamos estas piezas le damos un plus a la acción. Que la gente venga a comprarnos hace que sintamos que ellos están haciendo algo por otros. Pero debe quedar claro que no tienen que venir a comprarlo porque están realizados por chicos con discapacidad, sino que tienen que elegirlos porque lo valoran, porque lo consideran competitivo en precio y calidad. Están hechos con el mismo nivel que en el mercado. No es comprar para da una mano, no es por lástima. Eso no sirve. Es una acción de inclusión social”, reflexiona Arbeleche.

“Los valores sociales maduros y responsables son consecuencia de la construcción de sociedades maduras y responsables. Un camino en el que aún resta mucho por recorrer -coincide Russo-. Sin embargo sería injusto no reconocer que hay muchísimas personas que por una elección sensata y despierta adhieren al modelo solidario que tiene como objetivos finales la equidad y la inclusión. Tal vez seamos muchos más de los que nosotros creemos.”

Por todo lo dicho, las organizaciones sociales deben abocarse a una doble tarea: abordar la problemática que eligieron y también desarrollar campañas que puedan tocar el corazón de la opinión pública, que sean tan eficaces que los hagan salir de sus hogares y acercarse a ese otro necesitado.

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