Pequeña bruja y gran gato es un fantástico cuento sobre noche de brujas escrito por Elizabeth Segoviano, sugerido para pequeños lectores a partir de los 6 años.
El antiguo pueblo de Samhain es casi como cualquier pueblo … podría ser como el tuyo o el mío, hay un ayuntamiento, y una gran iglesia, hay museos y una plaza con un bello jardín.
Hay un kiosko donde tocan música todos los domingos, y un mercado grande lleno de cosas ricas, hay una estación de tren y una de autobús y un “heli-escoba puerto” muy moderno, también está el gran colegio de ciencias mágicas que es un gran castillo… ¿Es que no te lo había dicho? El pueblo de Samhain es un pueblo de brujas y magos, todos son muy sabios y poderosos.
En la escuela, como en la tuya, les enseñan aritmética, literatura y deportes … pero también escritura de hechizos, botánica de hierbas mágicas, elaboración de escobas y varitas, confección de sombreros, capas y zapatos puntiagudos.
¡Y otra materia muy importante! Medicina de animales mágicos. Porque los magos y brujas deben saber cuidar muy bien de sus conejos, búhos, ranas, sapos, serpientes, gatos, liebres y cualquier criaturita que tengan en su poder.
En el colegio de ciencias mágicas hay aprendices de brujas y magos de diferentes edades, allí estudia Gwydion Eliphas, una brujita que es muy inteligente pero al ser tan pequeña nadie la toma en serio, nadie le hace caso … nadie la entiende, así como nadie entendía su nombre, y como no podían o no querían pronunciarlo, todos en el colegio decidieron simplemente llamarle pequeña bruja, porque no había nadie más pequeña que ella en todo el colegio.
En el zoológico de Samhain, como en el de tu ciudad, hay muchos animales, tienen jirafas y elefantes, linces, camellos, orangutanes, tortugas, pingüinos y leones. Entre los leones se encuentra uno muy grande y melenudo cuyos padres nombraron Chukwuemeka, y es el más valiente … pero también el más curioso y soñador, y lo que sueña Chukwuemeka es ser la mágica mascota de una bruja. Pero al ser un león todos en el zoológico se burlaban de él pues no había manera de que un león tan grandote pudiera, por ejemplo, montarse en la escoba de una bruja. Y como todos se burlaban del león y nadie lo tomaba en serio,y nadie le hacía caso y nadie le entendía, así como nadie entendía su nombre, y como no podían, o no querían pronunciarlo, todos en el zoológico decidieron simplemente llamarlo gran gato, porque no había “gato” más grande y más gato que él.
Deben saber que el día de brujas en el pueblo de Samhain es una gran festividad, hay desfile y el pueblo entero adorna cada rincón con calabazas, velitas, mantelitos y esqueletos de pan y caramelo, las brujas usan sus mejores medias rayadas, pulen sus botines puntiagudos y acicalan a sus gatos y escobas.
Los magos usan sus capas elegantes y los sombreros de fieltro, bañan muy bien a sus conejos, hay bocadillos de fiesta, montones de caramelos y todo el día hay espectáculos mágicos para culminar el día con un gran concierto.
Pequeña bruja no estaba entusiasmada de participar en los mágicos espectáculos de aquel año, pues realmente no la dejaban hacer nada, todos decían que era tan, pero tan pequeña, que hacían todo por ella, vamos ¡ni siquiera le permitían colgar los adornos! Pero cuando le dijeron que ella podría participar en el espectáculo para los animales del zoológico, pequeña bruja no lo pensó dos veces, pues sabía que los animales no pensarían que por ser pequeña era menos bruja, o menos mágica.
Gran gato estaba algo triste porque otro día de brujas había llegado, y él seguía sin siquiera conocer a una bruja, seguía soñando despierto con ser el mágico amigo fiel de una buena y poderosa bruja, y remontar con ella el cielo estrellado, cruzar frente a la luna llena lanzando hechizos que convirtieran las gotas de lluvia en caramelos y la hojarasca de otoño en tostaditas de pan para comer con jalea.
Pero cuando les avisaron que tendrían un espectáculo de magia solo para ellos, gran gato se puso feliz ¡por fin podría conocer una bruja de verdad! Le pediría un autógrafo, se tomaría una “selfie” y quizá, si se portaba bien hasta lo invitaría a pasear un día con ella. Entonces Gran Gato se dio un baño de burbujas, cepilló sus colmillos, recortó sus garras, esponjó su melena se puso loción para estar bien guapo y no asustar a las brujas.
Por fin la hora del espectáculo había llegado, la gente del zoológico había adornado todo, pusieron una tarima con cortinas y en punto de las cinco Gran Gato observó cómo iban aterrizando las brujas en sus elegantes escobas, todas en formación, y hasta adelante iba una brujita de lo más linda, pequeña, pero volaba con elegancia, algo tenían sus ojitos violetas que Gran Gato no podía dejar de verla. Hicieron trucos y hechizos con hermosas pócimas de colores, aparecieron ranitas y flores, globos y palomas, pusieron a sus escobas a bailar solas y a sus sombreros a cantar unas rimas preciosas.
Gran Gato estaba tan feliz que hasta le salieron lagrimitas de la emoción, era el que aplaudía con más ganas, chiflaba y les echaba porras, y al final de la función, cuando las brujitas estaban haciendo reverencias para agradecer la amable atención del público, Gran Gato les dio a cada una de ellas un clavel rosado, pero a la brujita más pequeña le dio dos y le sonrió con gran timidez. Aquel bello gesto conmovió mucho a Pequeña Bruja que tampoco le había quitado los ojos de encima al león, le parecía muy gallardo y atento y seguro que él no pensaba que ella era demasiado pequeña para ser bruja.
Armándose de valor, Gran Gato se acercó y le pidió su autógrafo a Pequeña Bruja que gustosa se lo dio y se tomaron fotos, intercambiaron números telefónicos y mientras las otras brujas recogían todo el escenario, ellos dieron un paseo por el zoológico hablando de magia y Pequeña Bruja le confió a Gran Gato cómo se sentía, y que no le gustaba para nada que se burlaran de ella, Gran Gato entendía muy bien y le confesó lo mismo a Pequeña Bruja, ambos se miraron a los ojos y algo muy dentro de ellos hizo una chispa, se conectó, algo encajó perfecto y ambos supieron que desde aquel momento serían amigos ¡los mejores amigos! Y Gran Gato prometió que siempre la cuidaría y guardaría celoso sus secretos, Pequeña Bruja prometió que Gran Gato sería su fiel amigo mágico y que un día ambos surcarían el cielo en noche de brujas, lo juró por su escoba y su sombrero. Y fueron juntos al concierto donde bailaron y cantaron y comieron caramelos hasta bien entrada la noche cuando todos los animalitos del zoológico debían regresar a sus guaridas y descansar.
Pequeña bruja estaba determinada a cumplir su promesa y estudió mucho más de lo que normalmente estudiaba, practicó y buscó y rebuscó en antiguos libros y pergaminos.
Su empeño era tal que sus profesores y compañeros tuvieron que preguntarle que hacía, a lo que ella respondió que quería que un león fuera su compañero de vuelo. Por supuesto todos en el colegio de ciencias mágicas se burlaron de Pequeña Bruja.
En el zoológico, cada noche Gran Gato le contaba a sus amigos que pronto remontaría el cielo con su amiga bruja. Por supuesto todos los animales se burlaron de Gran Gato.
Luego de todo un año de soportar burlas, Pequeña Bruja fue al zoológico con sus compañeras de clase para presentar un nuevo espectáculo por el día de brujas, todos estaban felices y aplaudían pero el gran final estaba reservado para Pequeña Bruja, que pidió a Gran Gato que subiera al escenario y fuera su asistente.
Ahora, Gran Gato –decía Pequeña Bruja– siéntate derechito, con la cabeza en alto y pronuncia conmigo estas palabras mientras te rocío con mis polvos mágicos, repite: “ ¡Cielo estrellado, luna azul, luna roja, luna llena, luna cara de bola, cometas y estrellas fugaces, denme sus plumas de magia y colores , denme el poder de las constelaciones!”
Al terminar su hechizo, los polvos de Pequeña Bruja cubrieron a Gran Gato con un resplandor dorado que se extendió por todo el escenario, los asistentes contenían el aliento…
Al cabo de unos segundos y con un estruendoso y potente rugido, Gran Gato se sacudió y todos pudieron ver que tenía un reluciente par de alas doradas que batía con elegancia. Entonces Pequeña Bruja puso su pequeña escoba en la melena de Gran Gato, a manera de adorno, y luego se montó en su lomo y puff… comenzaron a volar por el cielo del atardecer, con la luna llena y las estrellas mirándolos embelesados.
Y abajo, en la tierra, los animales y los compañeros de Pequeña Bruja se quedaron con los ojos cuadrados, las bocas abiertas y con los calzones caídos, porque jamás creyeron que Pequeña Bruja tendría tal poder, y los animalitos del zoológico no podían creer que Gran Gato no mentía ni exageraba, y que su sueño, después de todo, era posible … ¡aunque parecía imposible!
Aquella noche de brujas, Pequeña Bruja y Gran Gato se dieron el gusto de volar hasta el amanecer, regresando a la tierra solo para tomar sus pertenencias y salir de viaje para demostrarle al mundo que no hay nadie que pueda decirles que sus sueños no pueden ser, que nadie es demasiado pequeño o demasiado grande para soñar y trabajar por su sueño, que no importa si el mundo entero se ríe, uno tan solo debe sonreír e intentar y ser feliz, sin importar si eres grande o pequeño.
Si esta noche de brujas ves en el cielo aparecer una silueta de un GRAN GATO Y UNA PEQUEÑA BRUJA dales mis saludos y quizá conviertan las gotas de lluvia en caramelos y la hojarasca del otoño en tostaditas de pan para que las comas con jalea.
Pequeña bruja y gran gato es un fantástico cuento sobre noche de brujas escrito por Elizabeth Segoviano, sugerido para pequeños lectores a partir de los 6 años.
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