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La disparatada historia de una ardilla

La disparatada historia de una ardilla

La disparatada historia de una ardilla. Lydia Giménez-Llort, escritora española. Relato para padres.

Cada media tarde, desde una de las ventanas de la Facultad de Medicina, se ve una pequeña ardilla de color caoba que come algo que lleva en las manos._ ¿Qué hace aquí una ardilla?_ pregunté

_Ah! ¿Tú no sabes?

La pobre ardilla perdió la memoria, no recordaba el árbol donde vivía. Llegó al Departamento de Psiquiatría un día, medio desorientada…Había entrado a la facultad por la puerta de al lado, la que da al bosque, preguntó en Copistería a Juan Carlos si sabía cuál era su árbol….y al final fue a parar aquí.

_ Ahh! No sabía yo nada de esto…Cuéntame por favor…

_Oh…pues pasó tal que así….

_Buenos días, señor. ¿No sabrá usted por dónde queda mi árbol?

_No lo sé, señora ardilla, nunca tuve el placer-respondió amablemente Juan Carlos.

_MMMmm…-La ardilla cogió un lápiz, dibujó su querido árbol y se lo mostró.

_No, no logro reconocerlo…Mire, siga el pasillo, y cuando acaben las aulas suba usted por las escaleras. Arriba está Psiquiatría, allí quizás la podrán ayudar.

La señora ardilla recorrió el largo pasillo de las aulas y se encontró al señor Ramón con su gran manojo de llaves.

_Señor Ramón, no cierre aún las aulas que ando buscando mi árbol y me pareció ver algo verde y de madera dentro de ellas.

_Señora ardilla, yo creo que su árbol no está por aquí, lo que usted vio es la pizarra y la mesa del profesor. Mejor salga usted otra vez de la facultad, el bosque está justo afuera-respondió Ramón.

Pero la ardilla no hizo caso y prosiguió su camino mirando puerta por puerta, para comprobar que en cada una de las ocho aulas sólo había el encerado verde, la mesa del profesor y los pupitres de estudiantes. Subió por las escaleras hasta Psiquiatría pero se equivocó y entró a Histología.

Joaquín, el secretario, al verla le abrió la puerta:

_ Buenos días, pase, pase, me dijeron que quedaba un estudiante por mirar por el microscopio…estaba ya a punto de cerrar…viene usted muy tarde…pero entre, entre…

La ardilla sin saber cómo ni porqué se vio sentada delante de un microscopio y miró por él. Y mientras estaba allí oyó a la profesora Doña Beatriz Almolda que entraba exclamar:

_ ¿Qué árbol dendrítico tan divino tiene esta neurona, verdad?

_ ¿Árbol? ¿Dónde, dónde lo vio?-preguntó ansiosa la ardilla.

_Señora ardilla, ¿No vino usted el otro día a clase cuando hablamos del árbol dendrítico de las neuronas?-le recriminó.

_No contestó la ardilla, después de lo cual dio un salto y marchó desilusionada viendo que aquel árbol era demasiado pequeño comparado con el que ella buscaba.

En la puerta de al lado estaba la Unidad de Psicología Médica, del Departamento de Psiquiatría. Llamó al timbre.

_Buenos días, ¿Viene usted a ver algún profesor?-le preguntó Magda.

_No, no, vengo porque ando buscando mi árbol, exactamente como éste pero no logro dar con él-respondió la ardilla mientras le alcanzaba el dibujo para que lo viera.

_Ui, pues aquí no creo que esté pero espere un momento a ver si le podemos ayudar-contestó la secretaria. La secretaria de la Unidad le preguntó a la secretaria del Departamento mientras le enseñaba el dibujo:

_ Sandra, mira, tenemos aquí una ardilla que pregunta por un árbol. ¿Sabes tú algo de eso? Yo creo que esta ardilla ni siquiera está matriculada en nuestras asignaturas, pero igualmente la podemos ayudar. Me ha dejado este dibujo, pero yo no logro reconocerlo.

Y mientras las dos hablaban la ardilla avanzó por el pasillo hasta el final. Olía de maravilla y se oía chismorrear.

_ ¡Toc, toc!-llamó a la puerta- ¡Buenos días! –Dijo la ardilla-Perdonen que les moleste, ¿Alguien sabe dónde está mi árbol?

_No sé, no sé…aquí todos los ratones andamos un tanto desmemoriados…no sé si alguien podrá recordar… ¿el árbol es suyo o mío…? ¿Le busca usted o él a usted…? Es alto o pequeñito…?.

– Perdone, pero… ¿qué dijo que buscaba?-respondió un ratón.

_ ¡Uf, madre mía, que mal están los pobres!-dijo para sí la ardilla mientras cerraba la puerta y volvía hasta donde estaban las secretarias.

_No llore usted señora ardilla, hemos pensado algo que quizás la pueda ayudar. La doctora Giménez la atenderá- le dijo la secretaria del departamento al verla llegar. Y la señora ardilla entró en el despacho de la doctora.

_Buenos días, señora ardilla. Ya me contaron lo que le pasa y creo que la podemos ayudar. Anímese, no se preocupe, ya verá como pronto su problema se solucionará. Usted confíe en mí -le dijo asertivamente la doctora.

La Dra. Giménez prescribió una medicina que le había de solventar y se la dio a la secretaria para que, haciendo de enfermera, la encargara y la ayudara a administrar.

Decía así: Hacer 100 fotocopias del dibujo del árbol que la señora ardilla ha dibujado y pegarlas en los árboles del bosque alrededor de la facultad, un dibujo en un árbol de cada tantos, un poco repartidos al azar. Una vez todas las fotocopias estén pegadas, salir de la facultad acompañando a la señora ardilla, por la puerta lateral.

A pesar de lo extraño de la prescripción la secretaria siguió las órdenes de la doctora y el efecto no tardó en llegar. Al ver el bosque, la ardilla señaló rápidamente con el índice un árbol que coincidía exactamente con el dibujo que sostenía en sus manos.

_ ¡Dios mío! –exclamó la señora ardilla- ¡Pero si ese árbol de ahí es exactamente igual que el mío, el que yo he dibujado! ¡Ay, qué despistada estoy! ¿Cómo no lo he visto antes?

La ardilla pudo reconocer en aquel árbol la imagen del suyo, justo tal y como ella lo había dibujado. Y a la vez que se alejaba un poco y se desorientaba, no tenía más que dar tres pasos para volver a encontrar un árbol que coincidía exactamente con la imagen del árbol que ella misma había dibujado.

Fin

La Universidad Autónoma de Barcelona está en medio de un bosque. Ciertamente, en la ventana de la Facultad de Medicina cada media tarde una ardilla de color rojo caoba come tranquilamente algo que lleva en su mano. Nos deleita así el camino de subida por las escaleras al departamento pero uno se pregunta siempre dónde estará su árbol.

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