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Un Sueño de Poder es uno de los interesantes cuentos de poder y autoridad escrito por Rodrigo Esteban Rojas Perez, un bello cuento para reflexionar con una gran moraleja.
Un débil y triste joven de la ciudad, ignorado por la mayoría y recordado por unos pocos como un ser patético, ansiaba sentirse poderoso, y creía que a través de la muerte lograría su cometido. Por esto es que salió a cazar a cualquier hombre que se le cruzara, y no tardó mucho en encontrar una posible presa: un ser humano; tan simple y aburrido como cualquier otro. El chico se abalanzó sobre su objetivo pero, producto de su inexperiencia en el mundo de los poderosos, no pudo ver que esta era una persona con mucho poder, que no tuvo problema alguno para derrotarlo y que, sin embargo, decidió no matarlo, puesto que le gustaba verse fuerte pero también amable y compasivo.
El joven yacía de espaldas al suelo, malherido y humillado. Sentía mucho miedo y no podía aceptar que su vida fuera a terminar así. La idea de morir lo aterrorizaba. Pero el hombre que lo derrotó tenía otros planes, y con una voz fuerte y autoritaria le ordeno que se pusiera de pie. Entonces el muchacho, con mucho esfuerzo y sintiendo mucho dolor, al cabo de unos minutos que parecieron interminables tanto para él como para el hombre que lo observaba, logro finalmente levantarse y mantenerse en una pose que lo ayudaba a verse con algo de dignidad, si es que aun eso era posible.
—Estoy buscando a alguien —le dijo el hombre con Poder—, y tú vas a ayudarme a encontrarlo.
El joven no tenía otra opción que aceptar y, sin soltar ninguna palabra, asintió con la cabeza y se acercó al hombre con Poder. Lentamente caminó, con la mirada baja y las manos juntas al nivel de su pelvis, en señal de sumisión, hasta llegar a su lado, quedando a solo unos centímetros de él. El hombre le toco la barbilla con solo dos dedos de su mano derecha y lo obligo a levantar la cabeza, entonces lo vio: era alto, de rostro sabio, con su cabello rubio y gris, y una enorme confianza.
—Sígueme —le dijo el hombre—, y no se te ocurra escapar; te mataré si lo haces.
—Sí, señor —respondió el joven.
Y sin más que decir, el hombre retomo su camino, seguido por el joven. No paso mucho hasta que divisaron, a los lejos, a la persona que el hombre con Poder buscaba, y este último, al verlo, se sobresaltó, como si le temiera. Fue en ese momento en que el joven se dio cuenta de que estaba atrapado: no podía huir del hombre con Poder al ser este muy poderoso; pero al seguirlo y ayudarlo, se vería obligado a enfrentarse con alguien aún más poderoso que él. Si intentaba escapar, moriría; si lo seguía, más que seguro que moriría.
Eligió ir con él; retrasar la muerte y los sentimientos de desesperación, miedo y dolor que vienen con ella, era mejor que morir y afrontar esas sensaciones inmediatamente.
Caminaba con cierta tranquilidad. De cierta forma, se aferraba a que el hombre con Poder era muy poderoso; demasiado poderoso como para perder contra el otro. Se alimentaba de esa idea; y, al comienzo lentamente, y luego más rápidamente, aumentaba y aumentaba el poder de su hombre poderoso.
Era su hombre poderoso ahora; suyo. Y era mejor tenerlo a él que al otro, al último no lo conocía, y podía ser mucho peor. Es más, hasta empezaba a sentir simpatía por su señor: le gustaba la idea de ser guiado por alguien tan sabio y poderoso, venerado y tenido en alta estima tanto por los fuertes como por los débiles que pasaban junto a él; todos lo reconocían.
Pero entonces se vio de frente con el otro, tan desconocido, tan distinto a su señor: más alegre, de la misma edad pero más joven, moreno de ojos pardos, con una melena negro azabache. Ahora que podía verlo más claramente, el otro hasta parecía más débil que su amo. Llego a creer que podría vencerlo él mismo, pero por una buena razón su amo le había pedido que lo acompañara en su búsqueda; algo debía de tener el otro que asustaba incluso a su amo.
El otro se dio cuenta de que era observado y, sin cambiar su expresión alegre, se acercó a ellos y les habló:
—Buenos días, suegro —dijo el otro, dirigiéndose al hombre con Poder—. Veo que no has desistido de seguirme, incluso llegando hasta un lugar tan lejano como este. ¿Tanto te duele que me haya casado con tu hija?
—Tú no heredarás mi poder, basura —gritó el amo del joven al otro—. ¡No un holgazán como tú! Sé que haces todo esto, incluso el hacerle creer a ella que la amas, con el fin de quedarte con mi fortuna, pero no te lo permitiré.
—Y si fuera así — respondió el otro con una sonrisa confiada en su rostro—, ¿Qué importa? Ya estoy casado con ella; y creo que ni siquiera tú serías capaz de negarle todo lo que tienes a tu única hija, ¿O sí?
—A mi única hija no, pero a ti sí —dijo el amo, y continúo, ahora refiriéndose al joven débil—: tú, toma esta arma y asesínalo.
El joven se asustó un momento. Pero luego de unos segundos tomó la pistola con ambas manos y se giró para volver a quedar de frente con el otro; ya no sonreía.
—¿En serio vas a matarme solo porque él te lo dice? —le preguntó el otro al joven débil.
Pero el cobarde no contesto. Estaba seguro de que debía matarlo si quería que su amo lo tuviera en alta estima y lo felicitase. Así que apretó, sin dudar, el gatillo, apuntando al rostro del otro; la bala entró por su ojo derecho y salió disparada por la parte trasera de su cráneo.
El otro no dijo nada más. Lo único que hizo fue caer de rodillas, como humillándose ante el amo, para luego caer de lleno al suelo, desparramando sangre para todos lados; estaba muerto. Finalmente el joven había logrado lo que tanto quería al matar a un hombre: se sentía poderoso; y le encantaba, aunque seguía sin olvidar que su amo seguía teniendo un poder mucho más grande.
Con la orden ejecutada, el joven miró a su amo con una débil sonrisa, como buscando su aprobación. Pero no vio más que un rostro lleno de desprecio y odio, y entonces dijo:
—Ahora, joven, te quedaras aquí hasta que yo vuelva. No quiero que salgas de este lugar hasta que regrese, o te mataré, ¿Entendido?
El joven hizo un gesto hacia su amo, demostrándole que comprendía la orden que se le había dado. Y se quedó ahí, viendo finalmente la satisfacción en los labios de su amo, casi como una mueca que duró solo unos segundos para que luego diera media vuelta y se retirara, dejándolo solo junto al cuerpo del otro.
Pasaron poco más de diez minutos y el joven escucho unos pasos, como si varias personas estuvieran acercándose, rápida y violentamente, pero con cierto resguardo, al lugar. Cuando los pasos se oyeron más fuerte aparecieron cuatro hombres armados con pistolas que solo podían usar los oficiales encargados de velar por el orden; peones del Poder.
El joven hizo el ademán de querer hablarles, pero uno de los peones lo golpeo con fuerza en la cara y en seguida lo agarro de los lados y lo arrojó al suelo. El hombre le decía que estaba detenido por asesinar a otro, al mismo tiempo que los otros tres le gritaban y le decían cosas que no tenían ningún sentido.
Se lo llevaron y en el camino le explicaron que se encontraba privado de libertad por intentar asesinar al hombre con Poder, y por el asesinato del otro; el esposo de la hija del hombre poderoso. El joven se dio cuenta entonces de que lo habían engañado, todo lo que creyó alguna vez de su amo era mentira, y ahora era un asesino.
Pasaron los días y, sin poder salir de donde lo habían dejado, le explicaron que existía una posibilidad de salir libre, pero solo si aceptaba realizar unas pruebas que medirían y corregirían su comportamiento y su actuar general con el resto de las personas. Dichas pruebas las llevaría a cabo un hombre muy sabio y poderoso.
El joven acepto la propuesta, bastante complacido al pensar en salir de ese lugar después de todo lo que había pasado. Sentía que había aprendido algo respecto del poder: no era, para nada, lo que él creía o ,más bien, el poder que experimentó no logró hacerlo sentirse mejor consigo mismo, sino algo completamente diferente, aunque aún no estaba seguro de poder explicarlo. Pero luego de un largo rato de reflexión llego a entender que el Poder ya no era algo que él buscara, puesto que el poder que había sentido al matar no había sido suficiente, y lo más probable es que nunca llegara a ser suficiente; y ahora creía que si la muerte no era la respuesta, quizás lo era la vida, aunque todavía le hacía falta pensar con mayor profundidad, ordenar sus ideas, antes de llegar a una conclusión real.
Al día siguiente se lo llevaron, aun sin libertad, a otro lugar donde lo esperaba el hombre sabio y poderoso. Cuando llegaron al lugar, uno de los peones llamo al hombre sabio y poderoso y este apareció a la brevedad. Se acercó al joven, a paso lento y orgulloso, hasta quedar a pocos centímetros el uno del otro. Entonces el joven pudo verlo, y quedo horrorizado.
El joven débil lo observaba atónito: tan seguro como antes, con su pelo rubio canoso, más alto que cualquier otro hombre, y con un rostro que lo hacía parecer sabio. Pero ahora el joven sabía que la sabiduría no era algo que poseyera este hombre. Pues el muchacho ya lo tenía más que claro: el ser que se encontraba a unos centímetros de él, mirándolo fijamente, era un hombre con Poder, y nada más que poder.
Un Sueño de Poder es uno de los interesantes cuentos de poder y autoridad escrito por Rodrigo Esteban Rojas Perez, un bello cuento para reflexionar con una gran moraleja.

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