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Un amigo verdadero

Un amigo verdadero. Escritora peruana de cuentos y poesías espirituales. Cuento sobre la amistad.
 
Octavio le decía a Nicolás:
— No es bueno que te resientas por cualquier cosa, eso no hace feliz a nadie y vas a dañar mucho tu vida si no cambias, ya que recuerdo desde que éramos niños siempre te resentías por todo.
— ¿Por todo? No, no es así, Octavio. ¿Acaso te parece, que lo que te estoy contando no es cierto? Porque si es así, entonces, me voy a resentir contigo.
— Por supuesto que te creo –le dijo Octavio–, sólo que no debes tomar las cosas tan en serio con respecto a tu amigo, porque todas las personas no reflexionamos igualmente y seguramente tu amigo debe de ser una persona muy egoísta, por eso no puede compartir sus cosas con nadie. Pero vamos, no te preocupes, acéptalo como es y quiérelo más, y quien sabe pueda cambiar más tarde de parecer y te preste su bicicleta.
— ¿Quererlo más? –le dijo Nicolás–, no te entiendo, qué tendría yo, entonces, que demostrarle para que me crea, porque yo pienso que lo estimo como un amigo querido.
— Sí sé que lo estimas –le dijo Octavio–, pero debes aceptarlo como es, ya que seguramente ni cuenta se da del egoísmo que ha encerrado sus mejores sentimientos, para que no se muestre tal como debe ser una persona más caritativa, servicial y bondadosa. Si él supiera que esas son las cosas que realmente lo harían feliz no pensaría dos veces en cambiar, pero lamentablemente no es nada fácil este cambio ya que el egoísmo, como es muy astuto, se encarga también de adormecer la conciencia del hombre para que nunca se dé cuenta en qué camino anda.
— Si esto es así –le dijo Nicolás–, entonces, no tendría yo ningún motivo para resentirme de nada, ya que la conciencia adormecida es la que tiene la culpa de todos los males que suceden a diario.
— Así es –le dijo Octavio–, y por esta razón la mayor parte de los hombres andan peleándose, criticándose y resintiéndose por cualquier cosa. ¿Y esto, acaso, no es lamentable? Y todo porque no tienen presente a Dios en su conciencia, por esta causa no pueden reflexionar bien. Por eso nosotros, los que tenemos más presente a Dios en todos nuestros actos, debemos comprender a los que no gozan de esta dicha porque viven a través de sus cosas materiales y muy poco toman en cuenta sus actitudes, si hacen bien o mal a las personas con las cuales se relacionan.
— Realmente, me gusta lo que hablas –le dijo Nicolás–, pero mi amigo no es la primera vez que me falla, ya lo ha hecho muchas veces de diferentes maneras, y el desinterés que mostró cuando me vio agobiado tratando de solucionar mi problema, eso fue lo que más me dolió.
— Sí, pues, y yo te entiendo, –le dijo Octavio–, sobre todo que ibas a solucionar un problema de carácter humanitario.
— Así es –le dijo Nicolás–, ya que si no cumplía con la tarea que me habían encomendado en el centro en el cual sirvo, no me iban a tomar más en consideración ya que tenía que llevar pan a las personas de escasos recursos.
— Bueno –le dijo Octavio–, que esto te sirva para que no te esperances en nadie porque tú también debes solucionar solo tus problemas, y también ser más responsable en tus horas, ya que si no te hubieses demorado en las cosas en las que andabas, no hubieras tenido necesidad que tu amigo te prestara la bicicleta. Pero bueno, todo sucede por algo, ¿y sabes?, yo hace tiempo que quería hablarte de esta manera para que no te resintieras mucho, ya que el resentimiento hace más daño a quien lo padece, por eso me animé a hablarte así para que no terminaras enfermándote, pero gracias a Dios que lo has asimilado bien y no te has molestado por entrometerme en tus asuntos.
— No, nada que ver –le dijo Nicolás–, además, yo a ti siempre te escucho, porque sé el corazón que tienes y por eso te tengo como un amigo verdadero, y nunca pensaré mal de ti, digas lo que me digas.
Octavio, después que lo escuchó, le dijo:
— Gracias, Nicolás, por tenerme en tal concepto, y no te equivocas porque yo te estimo mucho y siempre desearé lo mejor para ti. ¿Quisieras tomarte un helado? Vamos, te invito, hoy día hice un negocio y me fue muy bien, así que cuento con más dinero que lo que esperaba. Además, la vida es una y hay que disfrutarla.
Y así lo hicieron. Cuando se encontraron en la heladería los dos pidieron un helado de chocolate, pero ¡oh, sorpresa!, sólo había para uno de chocolate, así que Octavio decidió que fuera para Nicolás ya que sabía que Nicolás moría por el chocolate y él escogió otro sabor.
Nicolás, al ver la actitud tan noble y desprendida de Octavio, empezó a darse cuenta de su propio egoísmo y abrazándolo con mucho cariño, le dijo:
— Ya no es necesario que te sigas sacrificando por mí, ahora voy a ser yo el que te dé gusto en todo, a ver qué te parece, te invito al cine, qué películas prefieres, aunque sé que a ti te gustan más los dramas que las comedias.
— Pero a ti te gustan las películas cómicas –le añadió Octavio.
— Tú no te preocupes por lo que me gusta a mí –le dijo Nicolás–, decide ahora por ti.
Y mientras hablaban y decidían mutuamente a Octavio lo embargó una gran alegría, al ver que su amigo Nicolás había empezado a cambiar su corazón del todo, porque si bien es cierto no era tan egoísta como su amigo, el resentimiento lo tenía presente en todo momento. Y se dijo:
— Qué bien estoy haciendo en querer a Nicolás tal como es, y seguramente  mi comprensión va a hacer que siga cambiando, para que más tarde pueda ser un hombre feliz y pleno.
Y así sucedió, con el tiempo Nicolás llegó a ser el hombre que Octavio quiso que sea.
Fin
Obra protegida por el Decreto Ley Nº 822 sobre el derecho de autor del Perú

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